David Lagercrantz, autor de «Lo que no te mata te hace más fuerte» (Destino)
David Lagercrantz, autor de «Lo que no te mata te hace más fuerte» (Destino) - abc
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David Lagercrantz: «Espero que en 20 años haya un Nobel de novela negra»

El escritor sueco, hasta ahora un desconocido para industria y lectores, asume la difícil tarea de «resucitar» a Stieg Larsson en la cuarta entrega de la saga «Millennium». En la presentación mundial, ABC Cultural se encerró con él

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No tuve la suerte de entrevistar a Stieg Larsson (1954-2004). Ni yo ni ningún periodista cultural de la época. El autor sólo mantuvo una conversación, muy fugaz, con un reportero sueco pocos días antes de morir de un infarto sin poder ver sus libros publicados. Pero, sin duda, Larsson no se parecía, en nada, a David Lagercrantz, el escritor elegido por su familia para continuar la serie «Millennium», que tan jugosos ingresos les ha reportado desde que apareciera el primer volumen, hace ya una década.

Lagercrantz, de porte aristocrático (no necesita una pose, pues de casta le viene al galgo), pertenece a una adinerada familia, muy vinculada a la élite cultural sueca. Marcado por el estigma de niño bien, empezó a trabajar como periodista para hacerse valer, hasta que decidió que, en realidad, lo suyo era la ficción.

Se compró un loft en un lujoso barrio de Estocolmo y empezó a escribir libros tan dispares (de crítica y ventas) como uno sobre el suicidio de Alan Turing o la autobiografía del futbolista Zlatan Ibrahimovic. Así hasta que a su agente se le ocurrió que era el perfecto candidato para escribir el cuarto libro de la saga.

El resto es historia, aunque la trama tiene más que ver con el negocio cinematográfico que con el editorial. Esa fue la sensación, al menos, el pasado 26 de agosto en Estocolmo, cuando «Lo que no te mata te hace más fuerte» fue presentado a la prensa, venida de todo el mundo. El protagonista fue concediendo entrevista tras entrevista (ninguna de más de 20 minutos) enfundado en un traje de raya diplomática que le hubiera sentado divino con una talla más de chaqueta. Por algo su hermana le llama el «actor escritor».

Lo primero que me dijo fue: «Siento que me vea así [con un trozo de pan en la boca], pero no he podido comer, así que, simplemente, empiece a hablar».

- Lo entiendo, no se preocupe, es un gran día para usted.

- ¡Oh, sí!

- ¿Y cómo se siente? ¿Aliviado, quizás?

«Soy neurótico, muy social y bastante débil; no soy Lisbeth Salander»

- Siento que mi cabeza va a empezar a arder, pero estoy muy feliz. Hoy he conocido a grandes periodistas y he mantenido buenas conversaciones. Pero, bueno, es agotador. Por eso digo que es como si mi cabeza fuera a arder de un momento a otro, porque están pasando demasiadas cosas. Así que, por el momento, estoy bien, pero mi agenda es de locos y así seguirá durante meses.

- Sí, creo que le van a tener muy ocupado hasta octubre.

- Eso me temo.

- ¿Sigue queriendo esconderse tras unas gafas de sol, hacerse la cirugía estética y desaparecer?

- No, de momento no me he hecho la cirugía. Dije que lo haría en el caso de que el libro fuera un escándalo. Así que… Creo que lo he hecho lo mejor que he podido. Trabajé muy duro para escribir un buen libro, así que espero poder andar tranquilamente por la calle sin tener que llevar gafas de sol [ríe].

- ¿Por qué decidió aceptar un encargo de esta envergadura, un auténtico reto?

- Fue una cuestión de pasión. Poco a poco fui sintiendo una especie de fiebre en mi cuerpo. En parte se debió a la magnitud del proyecto. Me gustan los desafíos, correr riesgos, pero también tuvo mucho que ver con cómo me sentí, fue una cuestión de sentimiento. Lisbeth Salander es justo el tipo de personaje con el que llevo tratando toda mi vida: genios que chocan con la sociedad, como Alan Turing o Zlatan Ibrahimovic, que creció en circunstancias muy duras… Es el tipo de personaje con el que estoy obsesionado. Y, ¿Mikael Blomkvist? Es el hombre que me gustaría ser. Por sonar políticamente correcto, es genial poder partir de una gran historia; pero es que, además, en este caso había un universo repleto de grandes personajes. Me gustaba el desafío y supe, desde el primer momento, que si rechazaba la propuesta me arrepentiría el resto de mi vida.

- Pero era una enorme responsabilidad… y lo sigue siendo.

- Sí, sí, sí.

- Entonces, ¿cómo tomó la decisión con esa seguridad?

«Stieg Larsson era brillante, pero no era un autor literario. Escribía claro y con hechos»

- Al principio ni siquiera me lo creí, porque sonaba como una auténtica locura. Después pensé que habían leído mis libros y estaban seguros de lo que querían. En agosto de 2013, creo recordar, fue cuando me di cuenta de que era algo real, me lo empecé a creer; tenía que encontrar una idea y justo la noche siguiente me desperté de madrugada, porque me vino a la mente la imagen de un chico autista, y me di cuenta de que tenía la historia. Escribí la sinopsis, le mandé un SMS a la editora, me dio el visto bueno y empecé a escribir. Estaba absolutamente obsesionado, trabajaba todo el día, me levantaba a las cuatro de la mañana…

- ¿Cómo fue el proceso de escritura?

- Bueno, lo primero que hice fue volver a leer los tres libros de Stieg Larsson. Los leí una y otra vez, tratando de encontrar el secreto que encerraban, buscando qué era lo que realmente decía, si había dejado alguna pista para nuevos libros… Después, intenté escribir, pero terminé dándome cuenta de que no podía copiar su estilo; podía intentar recrear su universo, incluso podía llegar a recrear su estilo, pero tenía que hacerlo con mi propia prosa. No mi prosa literaria, sino un estilo de reporterismo. Stieg Larsson era brillante, pero no era un autor literario, y no lo digo en sentido negativo. Él escribía claro y con hechos. Así que traté de usar mi mejor prosa periodística.

- Sí, ya ha dicho que lo hizo lo mejor que pudo. Pero ¿cómo logra uno meterse en la mente de un personaje tan complejo como Lisbeth Salander?

- Eso fue difícil. Fue duro, pero después de un tiempo logré descifrar su código. Es una pregunta inteligente, porque ella es buena con la acción; si encuentras una buena escena para ella, cobra vida. Pero es más difícil cuando te metes dentro de ella, especialmente al tratar de recordar su niñez, su pasado. Pensé mucho en eso. Quizá yo haya entrado un poco más en su mente… No lo sé. Me daba miedo Lisbeth Salander, temía no hacerle justicia, porque es una figura tan icónica… Tenía pesadillas en las que, si fracasaba, ella aparecería y me diría: «Esa no soy yo, David».

- Está claro que no podía limitarse a ser un ventrílocuo de Stieg Larsson.

- No, no podía.

- ¿Y cómo logró encontrar su propia voz sin imitar la de él?

«Crecí en un esnobismo literario y tardé en descubrir la novela negra»

- Bueno, lo intenté todo el tiempo y creo que tengo mi propia voz. Soy muy humilde, pero... ¿si soy un buen escritor? Eso tendrá que decírmelo usted después de leer el libro. [Ningún periodista pudo leerlo antes de hacer la entrevista.] Pero, si tengo alguna habilidad, es la de adentrarme en el universo de otros. Escribí sobre Ibrahimovic y traté de inventar una especie de lenguaje de gueto; después escribí sobre Alan Turing y traté de escribir de una manera pasada de moda… Ciertos escritores, a los que respeto mucho, escriben siempre el mismo tipo de libro, pero yo tengo la habilidad… ¿Cómo lo diría? Mi hermana es actriz y a veces me llama el «actor escritor».

- Es una definición curiosa.

- Sí, porque me gusta meterme dentro de los personajes.

- ¿Teme la respuesta de los lectores?

- Por supuesto que me asusta. Quizás sea aventurarse demasiado, pero ya he escuchado cosas buenas sobre el libro. Cuando publicas un libro, normalmente sale al principio sólo en tu país y no tiene muchas reseñas, aunque estás aterrorizado, porque si tus enemigos escriben una crítica en el periódico más influyente, estás muerto. Pero ahora habrá críticas por todo el mundo y si todos dicen que el libro es malo… Pero la verdad es que estoy esperanzando.

- ¿Qué pensaba de Stieg Larsson, de la saga «Millennium», antes de todo esto?

- Me gustaba desde el principio, pero cuando volví a leer los libros empecé a quererlos profundamente. Lo que se quedó conmigo la primera vez que los leí fue Lisbeth Salander y volvía a ella una y otra vez; después también, con las películas. Pero, al volver a leer la trilogía, empecé a amar todo ese universo y a tantos personajes… Me obsesioné con ello.

- ¿Cómo se inventó los nuevos personajes?

- Se hace todo el tiempo. Los personajes que ya existían estaban conectados y me hablaban; así que inventé unos personajes con los que podía identificarme. Tenía la imagen del niño autista... Lisbeth Salander no es autista, no sabemos lo que es, pero le vi y me recordó a ella. Inventé nuevos personajes, pero todos los grandes personajes ya estaban allí.

- Comenzó trabajando como periodista de sucesos y ha escrito libros muy diferentes. Me pregunto qué papel desempeña la literatura en su vida.

- Me viene de familia. La escritura era lo más importante en el ambiente en el que crecí. Pero ¿qué quiere decir?

- Simplemente eso, que me explicara qué es para usted la escritura.

- Si le he entendido bien, es como si hubiera descubierto aquello para lo que nací; como un pintor, Matisse, por ejemplo, y no me estoy comparando con Matisse, no me malinterprete…

- No, no [reímos ambos].

«No soy un hombre de negocios. La escritura es más importante»

- No, soy muy humilde, en realidad. Pero con el libro de Ibrahimovic y con el de Turing descubrí que soy mejor escritor cuando me meto en universos diferentes y en la piel de personajes que son muy distintos a mí. Soy neurótico, muy social y bastante débil; desde luego no soy Lisbeth Salander. Pero me encanta meterme en la piel de personajes tan distintos a mí, porque algo sucede. Cuando conocí a la mujer de Ibrahimovic, me dijo que nunca había conocido a nadie tan distinto a su marido; pero algo sucedió entre nosotros dos, algún tipo de conexión… Créame, yo no soy Lisbeth Salander, no soy el duro de la historia, pero soy mejor escritor cuando me meto en la piel de ese tipo de personajes.

- ¿Qué libros leía en su adolescencia y cuáles lee ahora?

Ahora leo todo tipo de libros, pero crecí en una familia muy intelectual, con una idea muy alta de la cultura. Mi padre era uno de los críticos más influyentes de Suecia…

- Un ambiente muy distinto al de Stieg Larsson.

Sí, sí. Como decía, mi padre era uno de los críticos literarios más reconocidos y nunca hablaba de best sellers, sólo hablaba de las biografías de Dante, de Joyce, de Proust…

- Y de Strindberg, de quien también fue biógrafo.

- Sí. Así que se puede decir que crecí en esa especie de esnobismo literario y tardé un tiempo en descubrir la novela negra. Pero cuando lo hice… Ahora tenemos el enorme privilegio de poder leer de todo: puedo leer una gran novela de Proust, por ejemplo, y luego una novela negra, y luego… Creo que es algo muy hermoso. Si un libro es bueno, es bueno. He leído… No ahora, porque ahora estoy neurótico, pero, por ejemplo, el último libro que leí fue La chica del tren, de Paula Hawkins, y creo que es brillante.

- Pero ¿por qué la novela negra está considerada la hermana menor de la literatura?

- Porque nunca ha gozado de un estatus alto; así ha sido siempre. Pero creo que eso ahora está cambiando un poco. Hay muchas novelas negras que son horribles, pero también muchas novelas literarias que lo son. Así que espero… quizás dentro de veinte años, o quince, tengamos un Premio Nobel de novela negra. Porque no tiene nada que ver con el tema; tiene que ver con la actitud. Se puede hacer cualquier cosa con calidad. Yo crecí en un ambiente de esnobismo, quería ser una persona intelectual, pero después descubrí muchas otras cosas.

- Y ahora es más libre.

- ¡Soy libre! No voy a fingir haber leído a todos los clásicos. Pero, en cierto sentido, siempre seré esquizofrénico, porque me gusta que me lean, pero también escribir con calidad… A lo mejor es algo bueno. No puedo identificarme con un hombre de negocios; no lo sé, a lo mejor otros autores lo hacen pero, para mí, la escritura es más importante.

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