D'Annunzio fue un gran amante. Entre sus conquistas, la actriz Eleonora Duse
D'Annunzio fue un gran amante. Entre sus conquistas, la actriz Eleonora Duse - abc
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El depredador que vivió y lo escribió

Poeta, novelista, dramaturgo, político, demagogo, nacionalista, héroe y publicista de sí mismo: Gabriele d'Annunzio fue un personaje excesivo. El ideólogo del fascismo que despreció a Mussolini. «El gran depredador» nos acerca a su figura

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En el prólogo a las Crónicas romanas de Gabriele d’Annunzio (1863-1938), Amelia Pérez de Villar recoge una cita de Pirandello: «La vita, o si vive o si scrive». A la de d’Annunzio no podríamos aplicarle la o disyuntiva. Vivió hasta exprimirlo todo (a todos) y escribió de cualquier cosa imaginable. «De la sociedad y la vida mundana de fines del Ottocento en Roma», pero también de los defectos corporales de sus amantes, de los pelos de su nuca o del olor de sus axilas. En El gran depredador, y a lo largo de 679 páginas, la biógrafa británica Lucy Hughes-Hallet detalla la fabulosa vida del poeta, novelista, dramaturgo, político, demagogo, nacionalista, aviador, héroe y publicista de sí mismo.

En 1880, cuando publicó In memoriam, fingió su muerte por una caída del caballo.

Había dado con la manera de promocionar su obra y su persona. Llegó incluso a supervisar la publicación de una revista dedicada a la glorificación de sí mismo y de su obra: D’Annunziana. Según Hughes-Hallet, contaba con un ensayo entusiasta del joven poeta austríaco Hugo von Hofmannsthal. «El ensayo lo había traducido (insertando algunos adjetivos extras, todos laudatorios) el propio d’Annunzio…»

D’Annunzio encabezó su ejército a bordo de un Fiat rojo lleno de flores

El gran depredador toma su título del apelativo dado al italiano por el escritor Romain Rolland. Creía que era como un lucio que se mantenía agazapado esperando una idea sobre la que saltar. Él lo diría de otra forma: «Soy como un pescador que camina descalzo por una playa abierta cuando baja la marea y se inclina para descubrir y recoger cuanto siente moverse bajo la planta de sus pies». Plagió de todo, pero para eso también hay que tener talento.

Extravagancias y conquistas amorosas

Sobre d’Annunzio, André Gide aseguraba que tenía don, pero no genio. Lo cierto es que ocupó una posición privilegiada en la literatura italiana de 1889 a 1910. Y un lugar destacado en la política de 1914 a 1924.

Lo más llamativo, original, descabellado y excéntrico de esa época fue la toma de la ciudad de Fiume (la actual Rikeja, en Croacia). Tras su cesión en la Conferencia de París de 1919, decide declarar Fiume Estado constitucional independiente. D’Annunzio encabezó su ejército a bordo de un Fiat rojo lleno de flores que parecía un coche de muertos, sumando a sus filas a los soldados que tenían órdenes de asesinarlo.

Una echa de menos que Jean Echenoz no se haya fijado en d’Annunzio

Durante quince meses fue dictador del País de Cocaína, de las prostitutas y los aristócratas diletantes. Un laboratorio político que atrajo al Sinn Féin y a la Unión de Espíritus Libres que Tienden a la Perfección (se reunían bajo una higuera para hablar del amor libre y de la abolición del dinero). Hasta que el pequeño dictador capituló, Fiume fue lo que él quiso: «El escenario de una obra teatral extraordinaria y viva, con una audiencia a escala mundial».

A esas extravagancias hay que añadir sus conquistas amorosas. De su mujer, María Hardouin di Gallese, a Barbara (Elvira Fraternale Leoni), pasando por la actriz Eleonora Duse, la marquesa Alexandra Carlotti di Rudini, las condesas María Anguissola y Giuseppina Manzini o la pianista Luisa Bacará. Hardouin y Maria Gravina intentaron suicidarse por el trato que les daba.

La muerte al otro lado del teléfono

Para un biógrafo, d’Annunzio es el personaje ideal. La vida del ideólogo del fascismo que despreciaba a Mussolini (al que consideraba un vulgar imitador) es una de las mejor documentadas de la Historia. No es necesaria una obra de ficción para que su existencia parezca una novela.

Un personaje tan ridículo como trágico, tan atractivo como repulsivo

El 1 de marzo de 1938 murió de un derrame cerebral mientras estaba sentado en su escritorio. «El telefonista que transmite la noticia de la muerte al cuartel general de Mussolini oye que alguien exclama al otro lado del hilo: ¡Por fin!» Pero el Duce, que asume el papel de deudo principal, le ofrece un funeral de Estado.

El gran depredador ha recibido los tres premios de ensayo más importantes en lengua inglesa, el Samuel Johnson, el Costa Award y el Duff Cooper Prize. Es difícil contar más de lo que cuenta Hughes-Hallet, que no lo hace de forma cronológica sino por temas (elitismo, decadencia, virilidad, crueldad). Es difícil superar el retrato de semejante personaje, tan ridículo como trágico, tan atractivo como repulsivo. El libro ofrece un completo índice onomástico y fotografías del biografiado (entre ellas una en la que aparece desnudo en la playa). Es todo apabullante. Datos, fechas, nombres. Pero una echa de menos que Jean Echenoz no se haya fijado en Gabrielle d’Annunzio igual que se fijó en Ravel, Zátopek o Tesla. Seguro que todavía hay más que decir del italiano. 150 páginas echenozianas serían perfectas.

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