Festival de Cine de Sevilla 2019

Festival de Cine de Sevilla 2019: Buen momento para un cambio

Pasan las ediciones y la estructura del certamen se consolida, pero la falta de personalidad es cada vez más acusada

Marta Nieto, mejor atriz del Festival de Cine Juan Flores

Alfonso Crespo

Enhorabuena a los premiados. El Festival de Sevilla cierra una nueva edición y pronto saldrán los buenos números de asistencia y abarrotamiento de salas y espacios concomitantes, que cada año justifican que una de las citas más importantes del calendario cultural de la ciudad se mantenga desde hace tiempo con el piloto automático activado.

Pasan las ediciones y las estructuras del festival se consolidan, pero la falta de personalidad parece cada vez más acusada, no existe un patrón de programación claro y las películas podrían perfectamente barajarse entre muchas de las secciones dentro y fuera del concurso: «Nuevas Olas» , «Revoluciones Permanentes» , «Special Screenings» … sintagmas eufónicos que, si intercambiaran entre ellos muchos de los films que contienen el espectador, no notaría ningún cambio verdaderamente significativo. Bien es cierto que el calendario de festivales de cine fuera y dentro de Europa no responde a otra cosa que al baile de un puñado de títulos que se repiten de Locarno a Mar del Plata como si todos los programadores dependieran de un robot sujeto a los mismos algoritmos. Pero el hecho de no estar en la primera línea de combate, además de inconvenientes para los egos desaforados, debería llevar aparejado la ventaja de poseer una mayor libertad para inventar cosas, para pensar con originalidad tanto el pasado como el presente del cine.

Igual que en su día se salió del deporte —jornadas aciagas, vive Dios, las de aquel festival en calzonas, aunque la surrealista premisa provocaba al menos que los responsables artísticos se estrujaran los sesos para encarar cada año la programación—, puede haber llegado el momento de dejar de depender en exclusiva del cine europeo , que bien podría ceñirse solamente a la competición oficial y a contentar a sus instituciones patrocinadoras y promotoras, parar abrir el resto de las secciones del festival a otras cinematografías.

La especialización en los casos de pequeñas o medianas muestras, además de reducir el campo de selección, supone quedar mal en cada edición con casi toda seguridad, al no poder competir en igualdad de condiciones contra todos en el mercado. Así que este año no haya habido lugar, por ejemplo, para «Vitalina Varela» , la última película de uno de los más importantes cineastas europeos en activo, Pedro Costa , resulta difícil de justificar desde el concepto programador del festival.

A esto hay que añadir males ya endémicos, que se arrastran desde el origen y que siguen sin corregirse a sabiendas: la desmesurada selección de títulos, la falta de ambición en las retrospectivas y la ausencia de publicaciones o ediciones audiovisuales que permitan retener algo para la posteridad del monumental esfuerzo (y gasto) que supone la preparación de una actividad cultural de estas dimensiones. Aunque desde hace algunos años se intenta que el festival prorrogue su sello patrocinando un puñado de proyecciones fuera de su calendario oficial, el espejismo europeo se esfuma en poco más de una semana de la que queda obviada buena parte de la ciudadanía, que no puede adaptarse a los horarios de la muestra.

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