Arte

Antonio Agudo: «El ego es peligroso, mata al arte»

El pintor presenta sus obras de paisajes americanos y prepara una nueva muestra sobre Alcalá de Guadaíra

El pintor Antonio Agudo J. M. Serrano

Marta Carrasco

Lo de Antonio Agudo (Sevilla, 1940), es pasión, un sentimiento que recorre todos sus cuadros, algunos recoletos otros inmensos que, bajo el título «Descubriendo América», se exponen en la galería Haurie.

Confiesa Agudo que gracias a su esposa la antropóloga americanista Pilar Sánchiz, «yo descubrí América», pues sus obras recorren los mercados, paisajes, cascadas y veredas de México, Guatemala y Argentina, aunque el primer país en su corazón, es México, ahora con mayor razón porque uno de sus hijos es catedrático de Antropología Política en la Universidad del DF. «Viajamos a México desde el año 1978. Allí descubrí el mundo, pero ahora allí están mis nietos», dice el pintor.

Se ha recorrido México desde el norte de Chihuahua hasta la frontera con Guatemala y de una costa a otra. Ha sido el acompañante de Pilar, antropóloga en grandes proyectos internacionales, pero no silencioso, porque gracias a su mujer ha descubierto lugares como Puerto Vallarta, del que ha pintado tres grandes e intensos cuadros, y también ha podido hacer apuntes de la Barranca del Cobre o de una mujer india de un mercado en San Cristóbal de las Casas. «Me traigo las manchas de allí y la idea, y luego las elaboro en mi estudio. Me fascina la vida de aquellas tierras siempre con drama, pero no sólo por los conflictos, sino por la misma naturaleza que cuando estalla es tremenda. Nos han cogido todos los terremotos, cuando fuimos a Chihuagua nos cayó una tromba de agua increíble. Allí nadie puede con la Naturaleza». De la mano de mi mujer he descubierto América, esa es la verdad, aunque no quiere que hable mucho de ella», dice Antonio Agudo.

Realizó una exposición en el museo de Alcalá de Guadaíra sobre los paisajes de la ribera del río, resultado de un curso de cinco días con sus alumnos. Y en la misma, una acuarela suya de los paisajes junto a Oromana. «En aquellos lugares he descubierto arboledas milenarias, me voy a pasear a tomar apuntes sobre momentos de luz que antes no había visto, y quiero hacer una exposición con esta temática porque se lo debo. Cuando tenía 16 años un amigo y yo cogíamos los caballetes y las pinturas y nos íbamos andando a Alcalá por aquella vereda de eucaliptos, pintábamos y volvíamos andando».

Afirma que su pintura no ha cambiado tras su jubilación como profesor de la Facultad de Bellas Artes, aunque sí ha renegado de técnicas, porque el olor a aguarrás y al óleo de tantas clases se le quedó en los sentidos, por eso ahora se ha volcado en la acuarela. «Yo he aprendido a pintar con mis alumnos. Experimentaba procedimientos y composiciones, técnicas con ellos». Tuvo dos etapas en la Facultad, una primera de seis años y otra tras diez de ausencia quedándose en la Facultad ya hasta su jubilación. «No he sacrificado nada, mis alumnos han sido mi vida artística».

Siempre ha cultivado el paisaje, «como mi serie de los acantilados de Conil, con aquellas rocas negras», pero también ha destacado como «pintor de figura humana» como él mismo se describe. «Me fascina la figura porque ahí están todas las formas. Yo creo que la academia es fundamental para la enseñanza, hay que aprender a poner un color al lado de otro, a hacer la línea, y luego te liberas».

Profesor de la generación de Miki Leal, Pereñíguez, Javier Parrilla..., «de los que me siento muy orgulloso», comenta que una persona que no tiene aptitudes pero sí técnica aprende a hacer algo comprensible, «es cuestión de disciplina, trabajo y diversión. Tenía alumnos que no eran muy hábiles en técnica, pero yo les decía, esto os enseñará a entender el mundo. Los que no iban de artistas, me seguían, y qué curioso, eran más las mujeres que los hombres. Los hombres quieren hacer la obra maestra de primeras, las mujeres trabajar y aprender», asegura.

Antonio Agudo dice que «el ego es peligroso mata al arte. El problema de los artistas es que se creen demasiado que son artistas», asegura con su experiencia como profesor. Cree que ahora hay mucha pintura en Sevilla, «pero no soporto la modernidad porque sí, es algo que no hace falta».

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