Sorolla, el «influencer» de la belle époque

El Museo Thyssen y el Museo Sorolla evocan, en una exposición con doble sede, la pasión del pintor por la moda

«Bajo el toldo. Zarauz» (1910), de Joaquín Sorolla. Detalle SAINT LOUIS ART MUSEUM, SAN LUIS
Natividad Pulido

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La presencia de la moda en los museos, lejos de ser considerada ya un esnobismo, se ha normalizado. El Metropolitan de Nueva York incluye anualmente muestras de moda en su programación. Ha habido exposiciones icónicas como la de Armani en los Guggenheim de Nueva York y Bilbao, Valentino en el Ara Pacis de Roma, Hubert de Givenchy en el Museo Thyssen, Fortuny en el Palais Galliera de París o Gaultier en la Fundación Mapfre, por citar solo algunas. Arte y moda forman una pareja muy bien avenida. Lo saben bien las «Santas» de Zurbarán, que se han medido a los grandes diseñadores españoles.

«Clotilde con traje negro» (1906), de Joaquín Sorolla. Detalle METROPOLITAN MUSEUM, NUEVA YORK

Ya lo decía Manet : «Para una pintura la última moda es algo completamente necesario, es lo principal». Y así lo entendió también Joaquín Sorolla , que protagoniza una exposición centrada en su relación con la moda. Tiene doble sede simultánea ( el Museo Thyssen y el Museo Sorolla ) y un único comisario, Eloy Martínez de la Pera, quien cambió hace unos años los placeres de la diplomacia por los de la alta costura. Ya ha comisariado exposiciones sobre Fortuny, Balenciaga, Givenchy o Paco Rabanne. «La moda barroca llegó mucho antes de McQueen », comenta. Y cita a Goya, Ingres o los prerrafaelitas, cuyas obras son auténticos tratados de moda. «No toda la moda merece entrar en un museo», advierte, pero sí cree que consigue atraer a los museos a nuevos públicos.

«Clotilde sentada en un sofá» (1910), de Joaquín Sorolla. Detalle MUSEO SOROLLA, MADRID

Quizá el hecho de que la familia de Sorolla, de origen humilde, se dedicara a la venta de tejidos influyera en su sensibilidad esteticista. Fue un virtuoso pintando el brillo de la seda y los brocados, la suave textura del terciopelo, la delicadeza del encaje... Un maestro en el manejo de los blancos y negros, tan complicados para un pintor. Gran seductor, hombre de costumbres refinadas y gustos cosmopolitas (encarga unos kimonos en Babani, la tienda más chic del París de la época donde se vendían vestidos de las grandes firmas), conocía a la perfección las últimas tendencias de la alta costura de la época, comenta el comisario: «Se comporta como un fláneur , un privilegiado observador que paseaba por las calles, bulevares y cafés de la ciudad admirando la modernidad de la vida parisina y tomando nota de las últimas novedades en el mundo de la moda. En su obra se puede leer una crónica de la elegancia y de los usos de la moda en todo su esplendor desde 1890 a 1920». Para el comisario, Sorolla es una especie de coolhunter (cazador de tendencias) de la época. Algo así como el influencer de la belle époque.

«Clotilde paseando en los jardines de La Granja» (1907), de Joaquín Sorolla. Detalle MUSEO NACIONAL DE BELLAS ARTES, LA HABANA

La mujer se libera del corsé

A finales del siglo XIX la mujer se libera de los corsés, polisones y miriñaques –y con ello logra vestirse sola, sin ayuda de una asistente–, gracias a modistos como Paul Poiret, Charles F. Worth, Jeanne Lanvin o Madeleine Vionnet , años antes de que irrumpiera en escena Coco Chanel . Nacen los grandes almacenes parisinos, como las Galerías Lafayette, a los que las mujeres ya acuden solas. El lujo se democratiza.

La mujer es la protagonista casi absoluta de la muestra, cuyo montaje destaca por su limpieza y elegancia. Los vestidos y los cuadros se enriquecen mutuamente. Clotilde García del Castillo no solo fue la esposa de Sorolla, también su mejor musa. Es la modelo que aparece en muchos de los cuadros, como el célebre «Clotilde con traje negro», del Metropolitan, que se exhibe junto a un precioso vestido negro del Museo de Artes Decorativas de París al comienzo del recorrido. El pintor solía enviarle a su mujer cartas, en ocasiones con dibujos de vestidos y sombreros, en las que le hablaba de las novedades en la moda o le pedía las medidas de sus hijas, Elena y María , para encargarles unos trajes. O le cuenta a Clotilde que estará guapísima con el que le ha comprado, de color azul oscuro. A las tres las retrató habitualmente. Hay en la muestra pocos hombres:su hijo Joaquín, su suegro, el fotógrafo Antonio García; Tomás Allende...

«Emilie Victorine Piolet Mitchell Gratwick» (1909), de Joaquín Sorolla. Detalle COLECCIÓN PRIVADA

Dos centenares de piezas

Son casi doscientas las piezas expuestas en ambas sedes, entre pinturas, dibujos, vestidos, complementos (mantillas, zapatos, sombreros, guantes, joyas), documentos y mobiliario salido de la casa donde vivió Sorolla, convertida hoy en museo. Muebles que vemos en algunos de los cuadros presentes en la muestra: un sillón, un armario, un costurero de Clotilde y hasta unas sábanas de su ajuar. Los vestidos no son los mismos que aparecen en las pinturas (salvo dos excepciones), pero se asemejan bastante en el estilo y coinciden en la fecha. Las excepciones son un traje de la huerta valenciana que perteneció a María Sorolla y que se muestra junto al cuadro «La grupa» en el que aparece pintado; y una camisa en tafetán de seda azul, cordoncillo de hilo metálico y cuentas de vidrio, diseñada por Mariano Fortuny Madrazo, que halló en su casa por casualidad Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del pintor . Se muestra junto al retrato de Clotilde con la misma camisa, un gouache realizado por la norteamericana Martha Susan Baker y las joyas que llevaba Clotilde en el retrato. La selección del comisario es exquisita. No ha debido ser tarea fácil localizar y conseguir préstamos tan nobles y frágiles. Todas son piezas originales. «Nada es escenográfico», advierte.

Para el pintor la psicología del retratado no solo se plasmaba a través de su mirada, también de su indumentaria. Sorolla destacó como genial retratista de la alta sociedad e incluso la realeza . Así, vemos a Julianna Armour Ferguson posando con una figurita egipcia en su mano (muestra que es una erudita) y luciendo un collar. Ambas piezas se muestran junto al cuadro. Retrató a la Reina Victoria Eugenia (el lienzo cuelga junto a un vestido de baile de Charles F. Worth) y a Alfonso XIII con uniforme de húsares (a su lado, un uniforme de gala de teniente de húsares).

«Retrato de Elena con sombrero negro» (1910), de Joaquín Sorolla. Detalle COLECCIÓN PRIVADA

Veraneos en la playa

A finales del XIX se descubren los beneficios del agua para la salud. La alta sociedad toma la costumbre de veranear en las playas del Mediterráneo. Destinos como Zarauz, Biarritz, San Sebastián o Santander se ponen de moda. Las mujeres lucen largos y ligeros vestidos de gasa y muselina bordada, sombrillas, sombreros, abanicos... Sorolla se luce pintando los reflejos de la luz en los blanquísimos vestidos y con sus encuadres tan cinematográficos. En este apartado cuelga un cuadro excepcional, «Bajo el toldo», del Saint Louis Art Museum. Los vestidos han sido cedidos por instituciones como el Centro de Documentación y Museo Textil de Tarrasa, el Museo del Traje de Madrid, el Victoria &Albert Museum de Londres, el Museo de Artes Decorativas y el Palais Galliera, ambos en París. Algunos tejidos han sido restaurados y, dada su fragilidad, lucen en vitrinas. Hay joyas, como un vestido firmado por Madeleine Vionnet, que parece un edificio art déco. Cierra la exposición del Thyssen un retrato de la actriz Raquel Meller y un filme con imágenes de París, Madrid, Londres y Nueva York entre 1889 y 1920. Su título:«Estuve allí». «Todo lo que vemos en estas muestras es real, porque Sorolla estuvo allí, lo vio y lo pintó», explica el comisario.

«Clotilde con traje gris» (1900), de Joaquín Sorolla. Detalle MUSEO SOROLLA, MADRID

«Sorolla y la moda» estará abierta, del 13 de febrero al 27 de mayo , simultáneamente en el Museo Thyssen (de martes a domingo, de 10 a 19 horas. Sábados, de 10 a 21 horas. Lunes cerrado) y el Museo Sorolla (de martes a sábado, de 9.30 a 20 horas. Domingos, de 10 a 15 horas. Lunes cerrado).

Balenciaga tomará el testigo

Antes de su salida del Prado Miguel Zugaza proyectó una exposición de Balenciaga en el museo. No llegó a buen puerto. La retomó, con variantes, Guillermo Solana para el Thyssen. En verano de 2019 veremos allí «Balenciaga y la pintura española» , comisariada por Eloy Martínez de la Pera. Pero antes llegarán Monet-Boudin, Vasarely, Beckmann y Balthus. Solo habrá tres muestras por año. Las salas de la planta baja se dedicarán a otros proyectos. Como la historia del viaje a través de las piezas de Vuitton .

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