«Las bodas de Pierrette», de Picasso, una de las obras «escondidas» en Ginebra
«Las bodas de Pierrette», de Picasso, una de las obras «escondidas» en Ginebra - ABC

El museo más grande del mundo, sepultado en Suiza

Los multimillonarios compran obras de arte y bienes de lujo como inversión y las almacenan en puertos francos, por seguridad y fiscalidad

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El museo más grande del mundo, con miles y miles de obras –solo de Picasso hay más de mil- se encuentra en el puerto franco de Ginebra (Suiza) y no lo veremos nunca. Coleccionistas y multimillonarios que compran obras de arte por inversión almacenan esos tesoros en los puertos francos, porque son garantía de seguridad, discreción y exenciones fiscales.

En un mercado glotal y en expansión, los ricos prefieren la discreción, alejados del fisco. Un pintura u otra obra de arte comprada por 50 millones de dólares en América, tendría que pagar impuestos por valor de 4,4 millones para ser trasladada a Nueva York. Suiza es, desde siempre, el lugar preferido para conservar obras millonarias en varios puertos francos para depósito de bienes de lujo, siendo los principales los de Zurich, Chiasso, Basilea y Ginebra.

Solo en esta última zona se estima que hay más de 1.200.000 obras de arte, algunas de las cuales no han salido en decenios de esos depósitos. Son obras y bienes de lujo que se mantienen sepultados bajo siete llaves generalmente en contenedores. Su valor histórico y artístico es tan alto que se los disputarían los mejores museos, porque son tesoros que se remontan a la época etrusca, a los tiempos de esplendor de la antigua Roma, y, por supuesto, incluyen preciadas obras de clásicos maestros de la pintura, antiguos y modernos.

Además de los puertos francos citados de Suiza, hay otros en el mundo, destacando entre ellos estos cuatro: Singapur, Luxemburgo, Estados Unidos y Mónaco. No pasan desapercibidos estos depósitos y algunas veces los medios informativos intentan indagar en sus contenidos y propietarios.

El último en hacerlo ha sido el diario «New York Times», en un largo reportaje reproducido por «Repubblica». ¿Tener millones de obras de arte de gran valor encerradas en cajones no desnaturaliza quizás la que debería de ser misión del arte?, se pregunta el diario neoyorquino. Según muchos, la respuesta es «Sí»: «Las obras de arte son creadas para ser exhibidas», declara Jean-Luch Martinez, director del Louvre, que ha definido los puertos francos como «el más grande museo escondido al público».

No todos están de acuerdo. Por ejemplo, hay quien argumenta que el público ya tiene acceso a muchas obras de arte y que, en cualquier caso, la mayoría de las veces el arte nace como propiedad privada. «Los cuadros no son un bien público», afirma David Nash, propietario de una galería de arte neoyorquina. Desde luego, nunca pensarán así los artistas y amantes del arte, entre los que predomina la rabia contra la idea de los búnkeres de los millonarios.

¿Cuáles son las obras conservadas bajo llaves? Una serie de disputas legales, exposiciones, investigaciones policiales y judiciales han permitido ver algunas. Hay raros sarcófagos etruscos que la policía italiana descubrió en Ginebra: Formaban parte de una serie de robos realizados en territorio italiano, que se conservaron durante años en 45 enormes cajas en Ginebra, de cuyo descubrimiento informó en su día ABC.

El «New York Times» cita otros casos llamativos en el puerto franco de Ginebra: «La colección del multimillonario ruso Dmitry M. Rybolovlev, por valor de 2.000 millones de dólares, que comprende un Rothko, un Van Gogh, un Renoir, «Serpientes de agua» de Klimt, el «San Sebastián» de El Greco, «Las bodas de Pierrette» de Picasso y el «Cristo Salvator Mundi» de Leonardo da Vinci. A esta colección van añadidas 19 obras del maestro del post-impresionismo Pierre Bonnard, de propiedad de la familia Wildenstein: Una de las grandes familias de coleccionistas del siglo XX».

Cabe una consolación: Los marchantes de arte subrayan que antes o después ese tesoro de belleza y riqueza vuelve a la luz, aunque en general permanece oculto durante la vida de los coleccionistas. Ellos se lo pierden.

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