Muere David Douglas Duncan, maestro de la fotografía periodística del siglo XX

El estadounidense, que fue amigo íntimo de Picasso, falleció a los 102 años en la Costa Azul, donde vivía desde la década de los 60

David Douglas Duncan, en una visita al Museo Picasso de Málaga EFE

JUAN PEDRO QUIÑONERO

David Douglas Duncan (DDD) nació en Kansas City, Misuri, en 1916. Y falleció ayer en Grasse, en el corazón de la Costa Azul, dejando tras si la leyenda de uno de los grandes maestros de la fotografía periodística de su tiempo, autor de una obra que cubre una gama fastuosa de sensibilidades, de la fotografía callejera más cruda a la intimidad más turbadora, pasando por numerosos campos de batalla. Algunas de sus fotografías más célebres, las que cambiaron su vida y su fortuna, no se publicaron nunca, pero tuvieron una influencia capital en su carrera.

DDD estudiaba Arqueología en la Universidad de Arizona. Pero fotografió por azar, en Tucson, a un personaje legendario, John Dillinger, uno de los más grandes gánsteres de la Depresión norteamericana. Aquellas fotos accidentales no se publicaron, pero DDD comenzó su carrera como freelance en «The Kansas City Star» antes de reciclarse en la revista «Life», donde se convirtió en una estrella de la época dorada de la revista y el fotoperiodismo de guerra.

Soldado disciplinado

Fue un soldado disciplinado durante la Segunda Guerra Mundial. De aquella primera época, su trabajo más significativo quizá sea su cobertura de la Batalla de Okinawa (1945), en el Pacífico. Como corresponsal de guerra y enviado especial de «Life», DDD cubrió varias décadas de conflictos internacionales, en la India, Oriente Medio, Europa del Este, Turquía.

Dos conflictos marcaron su carrera. Sus fotos sobre la guerra de Corea (1950-1953) suelen considerarse obras maestras y, con motivo de la guerra de Vietnam, DDD se opuso a la política no solo «informativa» del Gobierno norteamericano, publicando dos libros famosos, «I Protest..!» (1968) y «War Without Heroes» (1970). Situándose en una posición crítica, el fotógrafo se convirtió en testigo incómodo, obligado a alejarse del campo de batalla donde su testimonio era indeseable. Comenzó entonces una nueva carrera, de otra índole.

DDD publicó en 1969 un libro de fotografías que llamó «Self Portrait» (Autorretrato). A través de fotos personales que no siempre son personales, ni mucho menos, el maestro comenzaba una nueva forma de vivir, trabajar y fotografiar. De la treintena de fotolibros de DDD, menos de la mitad son testimonios de guerra y paz en escenarios y conflictos, el Kremlin, la India, Turquía, la vida y el destierro de los héroes y las víctimas de la guerra.

Las dos versiones de «Yankee Nomad» (1966 y 2003) son una suerte de autobiografía visual. A través de las fotos que consideraba más significativas de su carrera, DDD ofrece una perspectiva personal de su vida, su obra, su carrera, nómada, forzosamente, hablándonos de las metamorfosis de la sociedad, la cultura, la política y la diplomacia de los EE.UU. «New York/New York» (1982) es otra obra deslumbrante, el vagabundeo de un gran maestro errante en la gran urbe, «pueblerina», cosmopolita y multicultural, a un tiempo.

DDD comenzó a frecuentar la Costa Azul a final de los años 50. Fue Robert Capa quien le presentó a Pablo Picasso. DDD terminó por instalarse definitivamente entre Antibes, Mougins y Grasse, no lejos de donde también vivieron Graham Greene y Somerset Maugham. Y los Picasso, Pablo y su última esposa, Jacqueline.

DDD se compró una casa en Castellaras, en el pueblo de Mouans-Sartoux. Y los Picasso –una pareja avispada– le abrieron las puertas de sus residencias, en Mougins; La Californie, primero, y en el castillo de Vauvenargues, más tarde. Quedan decenas de imágenes de aquella familiaridad no siempre interesada. Es célebre la foto de Picasso en una bañera. El genio artístico malagueño también fue un genio de la puesta en escena publicitaria. Y DDD se prestó gustoso a inmortalizar los espectáculos íntimos que Picasso montaba.

Obra colosal

DDD consagró a Picasso cinco o seis libros. Quizá no sean lo esencial de su obra. El joven freelance que cubría sucesos de mala muerte para un periódico de la América más negra y profunda, cubrió muchos frentes de batalla, y empeñó su vida en un desigual combate contra la «comunicación» política y audiovisual del Gobierno de su país, en tiempos de guerra, para terminar instalándose en la Costa Azul, un paraíso dorado, donde también fue muy feliz, a su manera, hasta los 102 años bien cumplidos. Deja una obra colosal, más allá del testimonio épico, que también lo fue.

Muchas de las grandes panorámicas de DDD iluminan la silueta de hombres en pie, en un campo de batalla; y están acompañadas de instantáneas íntimas: grafitis y mensajes de adiós de héroes sin nombre que murieron como hombres, en una soledad sin orillas, que la fotografía instala en la bóveda celeste de la inmortalidad.

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