El Metropolitan descubre el trazo más íntimo del Divino Miguel Ángel

El museo neoyorquino muestra 133 dibujos del genial artista, la mayor colección reunida nunca, junto con tres esculturas y una pintura

«Los arqueros», dibujo a sanguina de Miguel Ángel COLECCIÓN DE LA REINA DE INGLATERRA
Manuel Erice Oronoz

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Todo Miguel Ángel , y Miguel Ángel en estado puro. El genial emblema del arte renacentista, el polifacético autor que realza el patrimonio de la Humanidad, el archiconocido pintor de los frescos de la Capilla Sixtina y escultor de «La Piedad» , se descubre a sí mismo en el Metropolitan Museum de Nueva York . La pinacoteca muestra desde hoy al público la mayor colección de dibujos de Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) reunida nunca. Una recopilación de 133 bocetos , a los que se añaden tres esculturas y una pintura , todos ellos procedentes de medio centenar de colecciones de las más grandes pinacotecas del mundo. Una reveladora propuesta que descubre al «Divino» más «íntimo» . El calificativo corresponde a Carmen C. Bambach, organizadora de «Miguel Ángel. Divino dibujante y diseñador» , exposición que también bucea en la obsesión perfeccionista por la caligrafía de quien esculpía con la izquierda y escribía con la derecha.

Trazada con papel, tinta y tiza, las herramientas más simples, la secuencia de bocetos y esbozos que recorre las salas del Metropolitan desnuda el alma de la colosal carrera artística de Miguel Ángel, en una evolución que, para la experta del museo neoyorquino, resulta más que reveladora: «Cuando dibuja, realiza el mismo proceso de liberación interior de las formas que cuando esculpe; siempre percibes la fortaleza de sus trazos». Este maravilloso legado alcanza nuestros días pese a la conocida determinación del artista de quemar muchos de los trabajos con los que experimentaba, según dejó escrito su coétaneo Giorgio Vasari , considerado uno de los primeros historiadores del arte: «Hacía hogueras con los diseños y los apuntes, para que nadie viera las fatigas y las pruebas múltiples en las que invertía todo su esfuerzo, antes de que apareciera la perfección».

«Mujer de luto», uno de los bellísimos dibujos del genio renacentista, propiedad del Getty Museum de Los Ángeles AFP

Ghirlandaio, su mentor

La deconstrucción de la obra del genio de Caprese propuesta por el centro neoyorquino parte de un primer aliento artístico, el del aprendizaje de las técnicas básicas de dibujo, de la mano de su primer mentor, Domenico Ghirlandaio . Para entonces, Miguel Ángel había aterrizado en el estudio de Florencia que, además de servir de escuela a muchos artistas del postrero siglo XV, convencería al adolescente aprendiz de que la escultura sería su actividad favorita. La exposición ofrece croquis de Ghirlandaio en los que se aprecian técnicas de esbozo del cuerpo humano que perfeccionaría su aventajado discípulo . Con apenas dieciséis años, Miguel Ángel se iniciaría en su actividad con el dibujo de figuras para frescos de Giotto y Masaccio , en pequeñas iglesias de la ciudad. Poco después, sería capaz de cincelar una de sus primeras esculturas, el «Joven arquero» . Aunque la autoría de esta pieza, comprada por el Metropolitan en 2009, siempre ha estado rodeada de polémica , los expertos concluyeron que el joven artista empezó a mostrar sus sorprendentes cualidades para la escultura diez años antes de crear el «David», una de las más grandes obras de todos los tiempos.

Fue por entonces cuando entró en contacto con los Medici , que, junto con sucesivos Papas, resultarían decisivos como mecenas de la actividad creativa de Miguel Ángel. El veterano escultor Bertoldo di Giovanni , conservador de las antigüedades de la poderosa familia florentina, acababa de acogerlo en su taller. Su llegada a Roma, con sólo 21 años, abriría las puertas a la intensa y brillante actividad que haría de Miguel Ángel un artista eterno, en décadas de alternancia entre la cercanía el Vaticano y su querida Florencia. Sobre su labor dejaron escritos testimonios los pontífices León X y Clemente VII , el último de los cuales le describió como «un hombre para quien el trabajo no tuvo descanso un solo día».

Una de las salas del Metropolitan está dedicada a la Capilla Sixtina y sus bocetos AFP

El techo de la Capilla Sixtina

La muestra neoyorquina incluye precisos dibujos arquitectónicos y para frescos de esta larga etapa, con una sala dedicada al techo de la Capilla Sixtina. Quizá el momento de la exposición para observar con más clarividencia el progreso del magistral artista desde sus trazos iniciales, bien con «La Creación» , bien con «El Juicio Final» . Y también una oportunidad de contemplar parte de la incursión por la poesía de este inagotable trabajador . Al pie de la muestra de la organización que requirieron sus colosales frescos, que pese a estar previstos para todo un equipo acabó asumiendo casi en solitario, pueden leerse estrofas de un soneto tan descriptivas como ésta: «… Mi brocha todo el tiempo sobre mí, descarga gotas de pintura, haciendo de mi cara un paño».

En el trabajo previo para cumplir con sus exigentes encargos, Miguel Ángel nunca dejó de perfeccionar las réplicas de cabezas , como la del profeta Zacarías, que también se aprecia en la muestra. Durante el recorrido, recopilados en un muro, dibujos de las «Cabezas divinas» se ofrecen como ejemplares que el artista entregaba por encargo o como regalos. Entre ellas, se pueden contemplar a una angustiada Cleopatra y retratos de Andrea Quaratesi, un joven aristócrata de Pisa amigo del autor. Tampoco faltan versiones más completas del cuerpo humano. Como las que se distinguen en los trazos de sus «Sibila de Cumas» y «Sibila de Libia» . Bocetos de «La familia sagrada con dos ángeles» contribuyen a realzar la exposición.

Los últimos años de su vida, que el itinerario del museo dedica a «La Piedad» , como su obra más destacada, el incomparable escultor «suavizaría los trazos de su dibujo», según apunta

Caligrafía

En un ejemplo de su ansia de mejora en todos los campos de la creatividad, el recorrido se detiene en la disciplinada manera con la que Miguel Ángel trabajó su caligrafía . Difícilmente, la inspiración sorprendía al polifacético artista fuera de su labor, al margen de cuál fuera el ámbito. La curiosidad queda colmada con el vistazo a una perfecta escritura, que durante su juventud le condujo del rígido estilo gótico a la elegante cursiva itálica. De su intento por trasladar el aprendizaje a sus semejantes da cuenta una carta incluida en la que reprocha a sus sobrinos su dejadez: «No sé dónde habéis aprendido a escribir. No he sido de leer vuestra carta porque empecé, y tengo dolor de cabeza de leerla».

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