Laurie Anderson: «Estamos perdiendo libertad, la democracia puede romperse»

La artista llega a Madrid para presentar diversas obras en el Festival Rizoma

Laurie Anderson, después de la entrevista con ABC Guillermo Navarro
Bruno Pardo Porto

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Laurie Anderson (Estados Unidos, 1947) tiene la sonrisa pícara de quien entiende que el arte es, entre otras cosas, un juego. Habla con las cejas, arriba y abajo constantemente, nunca quietas, como clasificando las palabras que recibe, y que después guarda en no sabemos dónde. Quizás se refugian en el mismo lugar donde nacen sus ideas, esas que ha ido plasmando a lo largo de más de cuarenta años de trayectoria creativa y difícilmente clasificable. Y no tanto por sus mensajes, sino por los soportes, que siempre mutan: música, poesía, literatura, cine, fotografía, performance, realidad virtual… Todo vale para esa cabeza adornada con un pelo plata y corto que ha alumbrado una de las obras más eclécticas (e interesantes) del panorama contemporáneo.

Poeta, cineasta, cantante, artista... ¿Qué etiqueta prefiere?

Depende del contexto, pero creo que me quedo con las historias... Sí. Yo hago historias.

En ese mar de formatos que es su obra, ¿hay un propósito común?

Sí, encontrar diferentes caminos para contar historias. A veces con música, a veces con mis películas, que son muy narrativas… Y siempre son historias cortas.

¿Historias de qué?

De aventuras. De aventuras y ciencia ficción.

¿Ciencia ficción?

Sí. La gente tiene un gran interés en la ciencia ficción. Y creo que es porque tienen miedo. Vemos muchas historias sobre el fin del mundo, sobre el colapso climático, sobre la guerra, sobre la tensión. Creo que esos son los grandes temas ahora mismo. Y cuando ves estos temas en las películas se expresan a través de zombis, de aliens y de superhéroes, no a través de la gente. Las historias sobre las personas están desapareciendo. De las películas, no de los libros.

¿Por qué ese interés?

Creo que es por el miedo, aunque todavía no sé qué es lo que hace que la gente tenga miedo. Pero creo que cosas similares a las que ocurren en esas películas: miedo a los extraños, a los inmigrantes… Hay mucho miedo, ya sabes, «de que nos quiten el trabajo». Mucho miedo del colapso climático. Este miedo es lo que influye estas historias.

Puede que sea el mismo miedo que hace que individuos como Trump o Bolsonaro ganen elecciones.

Por supuesto. El miedo es el método de los dictadores. Ellos usan el miedo para limitar la libertad de la gente. Es muy efectivo. Funciona siempre. Todos los dictadores aman el miedo.

¿Y usted?

Prefiero las historias sobre la libertad. Por eso hago realidad virtual. Porque ahí puedes volar, que es el poder definitivo. Y creo que ahora, especialmente, es muy importante que las personas nos sintamos poderosas y libres.

Entonces, ¿la realidad virtual es una forma de libertad?

Sí. Y también es una forma de sumergirte por completo en una obra de arte. De perderte en ella. Y de hacerlo solo [sin tilde]. Hay una gran intimidad ahí.

¿Cree que este es el lenguaje definitivo?

Bueno, estoy explorando mucho ese campo. Pero no tengo un lenguaje favorito.

De hecho, la performance que hará hoy en el Reina Sofía integra diferentes lenguajes, y todo para hablar de la pérdida. ¿Qué es lo que ha perdido con el paso del tiempo?

Bueno, he perdido muchos amigos, he perdido el contacto con mucha gente de mi infancia, he perdido a mis padres, he perdido muchas cosas. Y pensar en cómo afrontas eso, y en cómo lo representas, es muy interesante.

¿Y tiene miedo a la pérdida?

Tengo miedo a perder cosas más profundas, como la democracia. Me preocupa mucho. Parecía que era algo permanente, pero nada es permanente. En Estados Unidos somos muy conscientes de que estamos perdiendo libertad y de que nuestra democracia puede romperse. Es escalofriante, porque nunca pensamos que pudiera suceder.

Eso sí que da miedo.

Es que Trump está haciendo mucho daño. Y mucho de ese daño tiene que ver con la habilidad para ser tan desagradable e iracundo en público. Esos gestos… No tiene filtros. Para los niños esto es terrible. Porque ven a un presidente que actúa como un crío de 6 años. Y piensan: «Si soy así de estúpido, puedo ser presidente». Eso es lo que me mata.

Bueno, al menos lo que no ha perdido es su pasión por crear.

No, no la he perdido. Me encanta hacer cosas. Es lo más divertido que puedo imaginar. Es muy divertido. Y, además, es algo divino: antes no había nada ahí, y ahora sí, porque yo lo he creado. Es lo que hace Dios. Crear. Quizás es que tengo complejo de diosa (ríe).

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