Joan Miró, a doble cara y a todo color

La Fundación Miró de Barcelona restaura el tapiz monumental del artista y muestra por primera vez al público su reverso

Un grupo de estudiantes observa el tapiz de Miró Inés Baucells

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«El reverso también tiene vida», exclama Teresa Montaner, responsable del área de conservación de la Fundación Miró de Barcelona, como preparándonos para lo que está por venir. Y lo que está por venir no es, como cabría esperar, un inventario de insectos fosilizados, ácaros momificados y polvo en sus más variadas e imaginativas formas de descomposición, sino un asombroso océano de nudos del tamaño de un puño, gigantescos flecos como pelambrera de perro pastor húngaro y, en fin, casi una tonelada, kilo arriba kilo abajo, de algodón, yute, cáñamo y lana. Sobre todo lana. Metros y más metros de fibra natural en despampanantes azules, rojos, verdes, amarillos y negros, colores todos ellos marca de la casa que se van enredando y superponiendo en cuidadas tramas y furiosas urdimbres. «El arte no era para Miró una cuestión sólo estética: también era algo físico y moral», subraya Montaner.

¿Físico? Nada mejor para entenderlo que acercarse la Fundación Miró y plantarse, boquiabierto y ojiplático, ante el tapiz monumental que el artista barcelonés creó a finales de los setenta junto al artesano textil Josep Royo. «Es una de las tres “meninas” de Miró», constata el nieto del pintor, Joan Punyet. Las otras dos, en este caso, serían el tapiz que se conserva en la National Gallery de Washington y el que lucía en el vestíbulo de la Torre 2 del World Trade Center y que acabó reducido a cenizas durante los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York de 2001. De ahí, subraya Punyet, lo excepcional de tamaño prodigio de la obra textil de Miró.

Ubicación original

Máxime ahora que, por primera vez desde 1979, el tapiz leva anclas y abandona temporalmente la pared que le ha servido de apoyo durante las últimas cuatro décadas para dejarse ver tal y como Miró lo proyectó originalmente. Esto es: como una creación total que el visitante pudiese contemplar por delante y también por detrás. La cara y la cruz del arte matérico, al alcance de la mano y, sobre todo, de la vista.

Proceso de conservacion del tapiz Inés Baucells

«La idea inicial de Miró era que el tapiz se ubicase en la actual sala de esculturas para que la obra se pudiese ver, además de por las dos caras, desde diferentes puntos de vista gracias a la rampa que hay en el espacio», explica Elena Escolar, del área de conservación del museo barcelonés. El peso de la obra y esas dimensiones finales de más de siete metros de alto por cinco de ancho, sin embargo, forzaron un cambio de planes y obligaron a Miró a buscar apoyo en esa pared que luce ahora desnuda y convenientemente repintada.

En realidad, el tapiz sólo se ha desplazado dos metros; lo justo y necesario para crear un pasillo, eliminar el polvo y constatar que, debajo de esa suerte de forro que evitaba el contacto directo entre la lana y la pared, el estado de conservación del reverso es asombrosamente bueno. Mejor incluso que el de la parte frontal, la que lleva cuatro décadas cara al público. «Con el paso del tiempo, los colores de delante, especialmente los rojos y amarillos, se han disminuido un poco; la luz ha ido causado cambios», detalla Elisabet Serrat, restauradora que lleva desde principios de mes trabajando -«sin productos químicos» y con un mínimo de intervención- en la conservación de la obra y maravillándose con el juego de tramas y volúmenes que presentan las dos caras del tapiz. Otra sorpresa, desvela Serrat, ha sido encontrarse en una esquina del tapiz, encajada entre las fibras, la gigantesca lanzadera que Miró y Royo utilizaron para tejer la lana.

También el público podrá rodear la obra y poner a prueba su capacidad de asombro a partir del próximo 26 de marzo y hasta el 12 de mayo, periodo tras el que el tapiz volverá a ocupar su emplazamiento original y «la explosión de color y técnica» del dorso quedará, una vez más, castigada de cara a la pared. Eso sí: las vigas que se han instalado para mover tan pesada creación no se retirarán, por lo que quizá no haya que esperar otros 40 años para contemplar a Miró a doble cara y a todo color.

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