Los grandes artistas del siglo XX que redescubrieron el Mediterráneo

La luz y el color de obras de Matisse, Picasso, Cézanne, Sorolla, Mir o Anglada Camarasa deslumbran en la Fundación Mapfre

«Paisaje en L'Estaque» (1906), de Georges Braque CENTRO POMPIDOU, PARÍS

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El Mediterráneo , convertido hoy en un inmenso contenedor de plástico , es una tumba para miles de inmigrantes que, hacinados en pateras, lo cruzan a diario persiguiendo peligrosamente sus sueños. Pero no siempre fue tan oscuro este mar. Hubo un tiempo en que, más allá de un espacio geográfico, fue una seña de identidad europea, sinónimo de la alegría de vivir que propugnaba Matisse. Quien haya viajado a la Provenza y la Costa Azul habrá podido comprobar que muchos de los hermosos lugares del «Midi» francés están íntimamente asociados a algunos de los artistas más importantes del pasado siglo, quienes llegaron atraídos por los colores puros e intensos y la luz brillante y transparente del Mediterráneo.

«¡Al agua!» (1908), de Joaquín Sorolla COLECCIÓN FUNDACIÓN BANCAJA, VALENCIA

La Fundación Mapfre abre la temporada de exposiciones de su Sala Recoletos con una muestra, «Redescubriendo el Mediterráneo» (hasta el 13 de enero de 2019), en la que, a través de 138 obras de 41 artistas , demuestra que el Mare Nostrum «fue decisivo en la modernización del siglo XX». Esta exposición, como la que la fundación presenta hoy en su sede de Barcelona («Picasso-Picabia»), forma parte de un ambicioso proyecto, «Picasso-Mediterráneo» , puesto en marcha por el Museo Picasso de París, en el que ha involucrado a más de 70 instituciones, que desarrollarán numerosas actividades sobre el tema entre 2017 y 2019. Cuelgan en las salas exposiciones de la Fundación Mapfre importantes obras cedidas por museos como el Orsay, el Pompidou, el Museo Matisse de Niza o el Museo Picasso de París, entre más de 70 prestadores.

«Montaña Sainte-Victoire» (c. 1887-1890), de Paul Cézanne MUSEO D'ORSAY, PARÍS

El goce de la pintura y de la vida

Explica Pablo Jiménez Burillo , director del Área de Cultura de la Fundación Mapfre y comisario de la exposición junto con Marie-Paule Vial, que estos artistas trataban de huir del mundo real, buscando nuevos paraísos para el goce de la pintura y de la vida. Nace, pues, una nueva forma de pintar y de vivir. En Aix-en-Provence, donde Cézanne instaló su estudio, o en Arles, adonde Van Gogh llegó en 1888 en busca de una luz que inundó de color su paleta: intensos amarillos, verdes, azules... Allí pinta sus celebérrimos «Girasoles» e inmortaliza la Casa Amarilla, donde compartió una temporada con Gauguin, y su habitación (uno de sus cuadros más famosos).

«Los pichones, Cannes» (1957), de Picasso. Museo Picasso de Barcelona SUCESIÓN PICASSO, VEGAP, MADRID, 2018

Matisse , maestro del color, llegó en 1904 a Saint-Tropez con Signac, aunque acabó enamorado de Niza, de donde ya nunca se movió y que hoy acoge un museo con su nombre. En el pequeño pueblo de Vence dejó co mo legado su testamento artístico: una emotiva capilla. Picasso no quiso ser menos que el viejo maestro. Como la canción de Serrat, nació en el Mediterráneo. Y eso le marcaría. Desde su Málaga natal, corría la sal marina por sus venas y el color y la luz mediterráneos se colaron en sus lienzos. Peregrinó por Cannes, donde compró una espectacular casa, La Californie; Antibes (cuenta con un museo con su nombre), Mougins (murió en Notre-Dame-de-Vie) o Vauvenargues, en la Provenza francesa, donde está enterrado a los pies de la cézanniana Sainte-Victorie.

Renoir recaló en Cagnes-sur-Mer, Bonnard en Le Cannet, Cocteau en Menton, Braque en L’Estaque, donde nació el cubismo... Monet , que en 1888 visitó Cap d’Antibes, halló su parnaso en Giverny (Normandía), donde creó un edén sólo para poder pintarlo.

«La entrada del puerto de Marsella» (1911), de Paul Signac. Museo d'Orsay, París ©Ville de Marseille, Dist. RMN-Grand Palais / Jean Bernard

Un mar fosforescente

Si en Francia se redescubrió el Mediterráneo como tema, en Italia se hizo como idea o concepto ( Carrà, De Chirico, Savinio ). En España, el Mediterráneo también marcó la modernidad artística. En Valencia Pinazo fue el primero que pintó escenas de playa; después llegaría Sorolla , que las internacionalizó. En Cataluña, pintores como Sunyer redescubren este mar de una manera distinta: defienden una identidad que asocian con la tierra. Y en Mallorca nombres como Mir o Anglada Camarasa retratan un Mediterráneo misterioso. De forma muy moderna e inédita, este último pinta un mar subacuático y fosforescente. Con Julio González , la armonía se torna drama y tragedia con nombre de mujer: Montserrat. La guerra dio al traste con el sueño y, como le ocurrió a Milton, aquel paraíso se perdió para siempre.

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