Bill Viola y Miguel Ángel: cántico espiritual a dos «voces» divinas

Los vídeos del artista norteamericano se miden con los dibujos del maestro italiano en la Royal Academy de Londres

«Tres trabajos de Hércules» (c. 1530), de Miguel Ángel Royal Collection Trust / © Her Majesty Queen Elizabeth II 2019

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Lejos del ruidoso arte en estos coléricos tiempos (10,2 millones de visitantes del Louvre, Beyoncé como la mejor publicista artística, 450 millones por un Leonardo que no lo parece, una obra de Banksy autodestruida tras su venta), existe otro arte mucho más silencioso que nos invita a contemplar reposadamente, sin prisas, y, por qué no, a emocionarnos. La emoción a flor de piel, esbozada en cuartillas de papel con tinta y tiza en la Italia del siglo XV, o rodada en 35 mm y proyectada en pantallas digitales de plasma en el Nueva York del siglo XX.

El divino Miguel Ángel (1475-1564) esbozó en sus setenta años de carrera algunas de las más hermosas creaciones de la Historia del Arte en exquisitos dibujos. Bill Viola (1951), cual Buonarroti moderno, continúa la tradición de los maestros del Renacimiento en unos cuidados vídeos de factura impecable a lo largo de cuatro décadas de trabajo. Ambos se miden, del 26 de enero al 31 de marzo, en una insólita exposición en la Royal Academy de Londres , de la que Viola es miembro honorario. Medirse con Miguel Ángel es un privilegio solo al alcance de muy pocos artistas. Lástima que la grave enfermedad que padece -ayer no asistió a la presentación a la prensa- le impida disfrutarlo. Un crítico británico apuntaba que es excesivo este cara a cara, que Viola está a años luz de Miguel Ángel. El público juzgará y el tiempo dirá.

Pese a los cinco siglos y miles de kilómetros que separan a uno y otro, pese a las técnicas tan distintas que utilizan (dibujo uno, vídeo el otro) y sus dispares biografías (parece que el carácter del italiano era mucho más difícil que el del norteamericano), la muestra se centra en ese hilo invisible de la tradición que les une. Ambos abordan, sobre todo al final de sus carreras, temas religiosos para reflexionar sobre asuntos profundos como la condición humana, lo transitorio de la vida, la muerte o la reencarnación . No son los únicos artistas que se han mostrado interesados en la espiritualidad , pero pocos lo han hecho con tanta intensidad.

Las obras de Buonarroti y Viola aluden a los sentimientos, a las pasiones. Junto al virtuosismo en sus respectivos medios, sus obras tienen una gran carga de emoción. Los dos vivieron de cerca la muerte de sus seres queridos, lo que quedó reflejado en sus trabajos. A los seis años, Miguel Ángel perdió a su madre, muy presente en sus «Madonnas con Niño». En una de ellas, bajo una capa dorada, se entrevén algunos de sus versos. Viola inmortalizó en el «Tríptico de Nantes» a su madre agonizando (falleció en 1991); en otra pantalla, una mujer da a luz. El segundo hijo de Viola nacería meses después. Frente al tríptico, en el que el norteamericano llora la pérdida de la madre, cuelga una sobrecogedora «Piedad» de Miguel Ángel . Aquí es la madre quien llora al hijo muerto. Tras la muerte de su padre en 1998, Bill Viola le dedicó una de sus series más celebradas: «Las pasiones». Había vuelto la mirada, 25 años después, a los maestros que descubrió en Florencia en los setenta: Giotto, Masolino, Pontormo, Miguel Ángel... Con algunos de ellos ya se midió hace años en la National Gallery de Londres. Una ciudad que lo adora. En la catedral de San Pablo se muestran de forma permanente dos de sus vídeos: «Mártires» y «María».

Origen

El origen de esta exposición tuvo lugar en 2006, cuando Viola visita el castillo de Windsor , que atesora espléndidos dibujos de Miguel Ángel . Conoció entonces a Martin Clayton, responsable de dibujos y grabados del Royal Collection Trust, comisario de la muestra junto con Kira Perov, esposa de Viola y directora de su estudio. Allí se fraguó «Vida, muerte, renacimiento». En los espacios más nobles de la Royal Academy se exhiben, en salas en penumbra que semejan capillas, 14 espléndidos dibujos realizados por Miguel Ángel en sus últimos 35 años (muchos cedidos por la Reina de Inglaterra ) y el «Tondo Taddei» (1504-5), una escultura inacabada, propiedad de la Royal Academy: la Virgen, el Niño y San Juan Bautista pugnan por salir del bloque de mármol circular que los aprisiona. Viola está representado con doce grandes videoinstalaciones, realizadas entre 1977 y 2013.

«Cristo resucitado» (c. 1532-3), de Miguel Ángel Royal Collection Trust / © Her Majesty Queen Elizabeth II 2019

El dibujo responde a los deseos espirituales más profundos de Miguel Ángel , quien explora los conceptos cristianos, a menudo de forma mística, y los fusiona con la filosofía neoplatónica del siglo XV. Según ésta, había dos formas de amor: la lujuria carnal que conduce al sufrimiento terrenal y el amor espiritual inspirado por la belleza que conduce a lo divino y trasciende el alma. Y el artista se debatía entre ambas. Quemó muchos de sus dibujos, porque no los consideraba dignos de que perdurasen, tal era su autoexigencia . Algunos de los más hermosos fueron concebidos como regalo a sus amistades más íntimas. Es el caso del noble romano Tommaso de Cavalieri , a quien amó apasionadamente (estos dibujos eran una manera de declararle su amor; otra, los encendidos sonetos que le dedicó), o a Vittoria Colonna , marquesa de Pescara. Viuda aristócrata y fervorosa devota, fue una gran amiga, por la que sentía un amor espiritual, platónico, y a quien regalaría también algunos dibujos.

La década de los 30 fue un periodo de agitación emocional para Miguel Ángel : mueren su hermano y su padre y conoce a Cavalieri. Cuelgan en la muestra maravillosos ejemplos de sus dibujos mitológicos. Como «El castigo de Ticio» (el gigante que violó a Letona, madre de Apolo y Diana, fue encadenado a una roca en el Tártaro y condenado eternamente a sufrir el ataque de un buitre que le devoraba, día tras día, el hígado, órgano asociado con la lujuria). Miguel Ángel cambia el buitre por un águila, que aún no ha rozado la carne de Ticio. En el reverso, Ticio se torna en un Cristo resucitado. Halla el artista esperanza para la redención . Este dibujo hacía pareja con «El rapto de Ganímedes», hoy perdido. Ambos simbolizan el tormento causado por la pasión sexual que Buonarroti sentía por Cavalieri y el castigo autoimpuesto por ese deseo carnal. Junto a ellos, otros célebres y bellísimos dibujos del maestro italiano: «La caída de Faetón», «La bacanal de los niños», «Arqueros disparando». «Los tres trabajos de Hércules», algunos bocetos para la Capilla Sixtina , varias «Piedades»... Frente a los dibujos mitológicos de Miguel Ángel, dos vídeos de Viola sobre losas de granito negro, que evocan el «Adán» y «Eva» de Durero: «Hombre buscando la inmortalidad» y «Mujer buscando la eternidad» (2013). Ambos se examinan sus ya envejecidos cuerpos con una linterna.

Conexión

Viajero incansable, Bill Viola pasó 18 meses en Florencia, visitando iglesias, catedrales, no con un cuaderno de notas, sino grabando el sonido (y el silencio) de los templos medievales. Años después iría a Japón, Bali, Java, Fiji... Estudió filosofía e historia de las religiones: el budismo zen, la mística cristiana, el Corán... Descubrió que existía una conexión, una tradición muy profunda, entre todos esos lugares. Para él, Miguel Ángel, Rafael, Masaccio, Durero, Masolino «eran los jóvenes radicales de su tiempo», los que pintaban, como siglos después haría él con sus vídeos, las cosas invisibles. «La base de mi trabajo es la duda, el desconocimiento, la pérdida del yo, las preguntas, no las respuestas», dice. Sus vídeos son una metáfora del ciclo de la vida (nacimiento, vida y muerte), con el agua como símbolo del renacimiento espiritual siempre muy presente: «El Mensajero», «Los soñadores», «Cinco ángeles para el milenio», «La ascensión de Tristan»...

«La ascensión de Tristan» (2005), vídeo de Bill Viola Courtesy Bill Viola Studio Photo: Kira Perov

Y eso que a los seis años Viola a punto estuvo de ahogarse. Fue su tío quien lo sacó del agua.

La parte final de la exposición aborda la muerte y el renacimiento . Un ya anciano Miguel Ángel dibuja sobrecogedores Crucificados en los que Cristo aún no ha muerto. De figura atlética, se retuerce de dolor y mira al cielo suplicante. También, algunos Resucitados que parecen volar. «Los días de mi vida han llegado al fin, tras navegar en un mar tormentoso a bordo de un frágil bote, a puerto», escribió el más divino de los artistas.

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