Archer M. Huntington, el hispanista fiel

La historiadora Patricia Fernández publica una biografía del fundador de la Hispanic Society of America de Nueva York

Detalle del retrato de Archer M. Huntington, pintado en 1930 por José López Mezquita THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA, NUEVA YORK

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Mecenas por cuna y ADN y filántropo por convicción, Archer M. Huntington (1870-1955) fue el mayor coleccionista estadounidense de arte y literatura hispánica de todos los tiempos. Pero no se contentó con ello. Entusiasta hispanista e hispanófilo hasta la médula, se empeñó en inocular a los norteamericanos el virus del arte y la literatura españoles. Vio cumplido en vida su gran sueño, tan romántico como utópico: crear un museo español en Nueva York que encerrase el alma de toda una nación. La Hispanic Society of America , fundada en 1904, se inauguró cuatro años después al norte de Manhattan. No solo atesora una fabulosa colección artística (Goya, Velázquez, El Greco, Sorolla, Zuloaga, Benlliure...) y una espléndida biblioteca con 250.000 volúmenes y joyas como el Mapamundi de Juan Vespucio, sino que lo convirtió en un centro para la promoción y el estudio de la cultura hispánica. La mejor embajada cultural española en Estados Unidos obtuvo en 2017 un doble reconocimiento en nuestro país: fue galardonada con el premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional y sus tesoros se expusieron en el Museo del Prado.

La colección de la Hispanic Society ha sido estudiada en profundidad por sus conservadores. No así la vida de Huntington, que trazó en su tesis doctoral Patricia Fernández Lorenzo (Bilbao, 1969), licenciada en Derecho y Economía y doctora en Historia. Ahora publica una amena y exhaustiva biografía, profusamente documentada , del mecenas y filántropo norteamericano, editada por Marcial Pons y prologada por Antonio Garrigues Walker. En ella analiza la figura de Huntington, centrándose en su espléndida labor de diplomacia cultural entre España y EE.UU.

Archer M. Huntington siguiendo la ruta del Cid, de Burgos a Valencia, en 1892 ABC

Tras los pasos del Cid

La fascinación de Archer M. Huntington por una España romántica y estereotipada que inmortalizaron nombres como Washington Irving nace muy pronto. En 1882 compra en Londres el libro «The Zincali», de George Borrow . Aprende español y viaja a España. En 1892, con 22 años, emprende el primer viaje. Montado en mula o en carruaje, sigue las huellas del Cid , personaje que admira hasta el punto de que traduce al inglés el «Cantar de Mio Cid». El último viaje tuvo lugar en 1929. «Desarrolló desde muy joven no solo un interés por España, sino una hispanofilia y un hispanismo muy comprometidos», advierte la autora.

En una España que malvendía sus tesoros a coleccionistas-expoliadores sin escrúpulos (la reja de la catedral de Valladolid, los tapices de la catedral de Palencia...), Huntington se propuso no comprar obras en España, sino en el mercado internacional, evitando así el saqueo de nuestro patrimonio. «Hay opiniones dispares y cierta polémica sobre si algunas piezas pudieron sacarlas fuera para vendérselas en el extranjero –comenta Patricia Fernández–. Creo que hubo en él una voluntad de no adquirir grandes obras de arte, pinturas sobre todo, en España. Sí libros, cerámicas, trajes, alguna escultura... Los demás coleccionistas sí compraban abiertamente en España».

En 1902, el «rico yanqui» , como se le conocía en España a Huntington, se hizo con la biblioteca del marqués de Jerez de los Caballeros , lo que, según Patricia Fernández, «levantó ampollas». No consta que el propietario la ofreciera antes al Estado español. Rodríguez Marín, director de la Biblioteca Nacional, llegó a decir: «¡Qué desatre! Tener dinero es tenerlo todo. Los yanquis son ricos. Más daño nos ha hecho ese Mr. Huntington solo que todos sus paisanos». Explica la historiadora que hubo «un cambio entre los intelectuales. De rasgarse las vestiduras, pasaron a reconocer su labor de difusión de las letras españolas. Cambiaron su actitud al ver que publicaba facsímiles de gran calidad de obras clásicas españolas, que regalaba a las bibliotecas».

Sala principal de la Hispanic Society of America, con algunos de sus tesoros expuestos THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA, NUEVA YORK

Contra Hearst

Se llegó a acusar al arqueólogo Jorge Bonsor de ser un expoliador que vendía a la Hispanic Society de forma ilegal objetos de las excavaciones en España, pero todo indica que no fue cierto. Sí lo fue, en cambio, que Huntington rompió relaciones con los historiadores e hispanistas Arthur Byne y Mildred Stapley , corresponsales de la Hispanic Society en España, cuando supo que en 1921 ofrecieron sus servicios a Willian Randolph Hearst para exportar piezas desde España con las que «Ciudadano Kane» decoraba sus mansiones. El libro está trufado de anécdotas de la vida del mecenas y filántropo, que se casó dos veces: la primera, con su prima Hellen Gates , que lo abandonó por un director de teatro inglés; la segunda, con la escultora Anna Hyatt . En la I Guerra Mundial Huntington fue arrestado en Alemania con un maletín repleto de mapas antiguos. De ello dio ABC buena cuenta. «Demuestra lo importante que era entonces en España», advierte la autora. Fue liberado horas después.

Buena parte del libro se centra en el entramado de amistades que estableció Archer M. Huntington en España. Empezando por el Rey Alfonso XIII . Se ganó su confianza cuando Huntington devolvió unos libros que adquirió en París y que resultó que habían sido robados de la biblioteca real. Una extraña pareja, sin duda, la formada por este filántropo y republicano americano de 60 años y el rey español, de 44. También fue amigo del duque de Alba , el marqués de la Vega-Inclán, Concha Espina , Menéndez Pelayo, Unamuno, Gregorio Marañón, Blasco Ibáñez, Pío Baroja, Benavente, Echegaray, Pardo Bazán, Galdós, Valle-Inclán, Ortega, Juan Ramón Jiménez... Casi todos ellos están inmortalizados en la galería de españoles ilustres de la Hispanic Society . Decía Gregorio Marañón que «todo intelectual español le admiraba y aspiraba a ser socio de la Hispanic Society. Los más ambiciosos aspiraban a formar parte de la colección de españoles ilustres». La mayoría de los retratos los hizo Sorolla , su pintor favorito. Fue su gran mecenas en Estados Unidos, tras la exitosa exposición que le dedicó en 1909. Dos años después le encargó los paneles de «Las regiones. Visión de España».

En 1911 Huntington le encarga a Sorolla los paneles de «Las regiones. Visión de España» THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA, NUEVA YORK

Cuenta Patricia Fernández en el libro la defensa del talento femenino de la que hacía gala el hispanista. Un guiño a Arabella, su madre, que se formó a sí misma en el mundo del arte: «Huntington era muy moderno. Creía que era un trabajo que podían hacer muy bien las mujeres. Les dio oportunidad para que fueran conservadoras y bibliotecarias en la Hispanic Society». Concha Espina, gran amiga, llegó a ser vicepresidenta de la institución.

Su neutralidad en la Guerra Civil española , su silencio ambiguo, ¿fue más por convicción o por diplomacia? «En parte, por la diplomacia cultural americana. Pero tenía amigos en ambos bandos . No llevó bien esa división de España. En sus cartas se aprecia cierta decepción por que España se rompiese en dos y sus amigos quedaran a uno y otro lado», comenta Patricia Fernández. En su opinión, hubo intentos oportunistas e interesados durante el franquismo de acercarse a su figura: «El hecho de que Huntington premiara a intelectuales exiliados generó cierto nerviosismo. La reacción de acercarse a él fue inmediata. Pero también necesitaban a un amigo de España para mejorar las relaciones con EE.UU. Hubo un intento de patrimonializar su figura ».

Joaquín Sorolla, a las puertas de la Hispanic Society en 1909, el día de la inauguración de su exposición THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA, NUEVA YORK

Un hombre complejo

Apoyó la creación de la casa-museo del Greco en Toledo, la casa-museo de Cervantes en Valladolid, el Museo del Romanticismo... Ayudó a financiar la Ciudad Universitaria de Madrid y expediciones arqueológicas, creó la primera cátedra de poesía española en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos... «Fue un hombre complejo y lleno de matices », advierte la autora: «Su colección es tan potente que lo devora. Su hispanismo cambia y evoluciona. No solo fue coleccionista y millonario. Quiso ser un hispanista académico ».

El 14 de enero de 1941 envió una carta al duque de Alba , una suerte de testamento espiritual de Huntington. «Es casi un soliloquio poético –advierte Patricia Fernández–. No abandonó nunca España. En los malos momentos sigue apreciando, recordando y admirando a este país. Para otros hispanistas de la época, España era una moda, para él era algo mucho más profundo».

«Aún soy capaz de oír el latido de ese espléndido corazón, aún sigo queriendo a España y a su gente », escribía Huntington en esa carta. Una hermosa declaración de amor.

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