Göring y Hitler miran una obra requisada por los nazis
Göring y Hitler miran una obra requisada por los nazis - abc

Göring, un exquisito coleccionista de arte a punta de pistola

El «Catálogo Göring» muestra la relación de obras expoliadas por el criminal nazi

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Hoy se publica el «Catálogo Göring»: la relación crítica y anotada de los 1.376 cuadros, 250 esculturas y 168 tapices que el número dos del III Reich robó a los museos franceses y europeos, acumulando un fabuloso tesoro de obras maestras, entre las que se encontraban piezas de Durero, Brueghel, Rubens, Poussin, Boucher, Watteau, Vermeer, Renoir, Manet y Matisse, entre otros gigantes «degenerados».

Se conocía la historia del expolio nazi de los museos europeos. Se han escrito libros, se han filmado películas, contando la historia de ese capítulo «cultural» de la historia de la barbarie nazi, robando decenas y centenares de miles de obras de arte a particulares (judíos, masivamente), instituciones públicas y museos de toda la Europa ocupada por la Wehrmacht.

Se sabía, también, que Hitler fue el primer «beneficiario» y «coleccionista» de esos inmensos tesoros. Pero hasta hoy nunca se había publicado el catálogo «razonado» de las obras robadas y «atesoradas» por Hermann Wilhelm Göring (Rosenheim, 12 de enero de 1893-Núremberg, 15 de octubre de 1946), figura prominente del Partido Nazi, lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe, un monstruo sediento de odio, poder y… riquezas artísticas robadas a punta de pistola por los oficiales de los ejércitos alemanes.

Ese «Catálogo», único en su género, ha estado guardado durante setenta años en los archivos diplomáticos del Quai d’Orsay, en París, y varios depósitos de provincias. El monstruo nazi llevaba personalmente la «contabilidad» de su tesoro, con una minuciosidad de amateur ávido de riqueza y obras excepcionales.

Laurent Fabius, ministro francés de asuntos exteriores, ha considerado oportuno publicar ese «Catálogo» en una edición crítica, con prólogo y notas, para mejor comprender la siniestra aventura y su dimensión histórica, incluso comparándola con los más recientes actos de barbarie del Ejército Islámico, destruyendo obras capitales del patrimonio de la humanidad.

«Göring comenzó ordenando la destrucción de obras de arte degenerado», comenta Laurent Fabius, agregando: «Pero pronto se convirtió en coleccionista, ávido de lucro, ebrio de poder». Hasta el fin del III Reich, Göring «amontó» los tesoros robados, no solo en París y los grandes museos franceses, en una residencia de recreo palaciego, a unos sesenta kilómetros de Berlín, en Carinhall, donde deseaba construir un gigantesco «museo» a mayor gloria del III y su propia figura emblemática, monstruo que figura junto a Hitler, Stalin y Mao en el panteón de los más siniestros personajes del siglo XX.

Monstruo con unos gustos de «gran patricio», llegó a ser «propietario» de medio centenar de Cranach. Escogió personalmente muchas obras de Cezanne y Matisse, que los oficiales de la Wehrmacht robaban para él. Una modesta funcionaria del antiguo Museo del Jeu de Pomme, donde en otro tiempo estuvieron las grandes colecciones de pintura impresionista, Rose Valland, fue testigo de aquellos robos. Y tuvo la feliz idea de escribir un diario, contando por lo menudo las visitas de Göring, «estudiando» las obras que deseaba robar para su propia colección personal. Ese diario de una funcionaria, jugándose la vida, nos ayuda a comprender, hoy, la «mecánica intelectual» del cerebro de un criminal de Estado.

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