«La dacha», obra pintada por Gilles Aillaud, Eduardo Arroyo, Francis Biras, Lucio Fanti, Fabio y Nicky Rieti
«La dacha», obra pintada por Gilles Aillaud, Eduardo Arroyo, Francis Biras, Lucio Fanti, Fabio y Nicky Rieti - ABC

La Casa del Lector explora las relaciones entre arte y literatura

San Jerónimo, homenajeado en una exposición con el sello de Eduardo Arroyo

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Es el patrón de los escritores y los traductores. No es de estrañar, pues, que la Casa del Lector le rinda un homenaje a san Jerónimo, que vivió cinco años como un eremita, fue secretario de un Papa y durante 25 años estuvo traduciendo la Biblia al latín. Toda una vida dedicada al conocimiento. Este santo es el eje central en torno al que gira la exposición «La oficina de san Jerónimo». Sus comisarios, el pintor Eduardo Arroyo y Fabienne Di Rocco, abordan en esta muestra, en la que llevan trabajando tres años y medio, las estrechas relaciones entre arte y literatura.

El recorrido arranca con una sala en la que cuelgan 17 retratos del santo, pintados por artistas como Guido Reni, Van Dyck y Murillo.

Ni rastro, sin embargo, del «San Jerónimo» de Georges de La Tour que César Antonio Molina, siendo en 2005 director del Instituto Cervantes, ayudó a «descubrir» –y hasta trasladar en su propio coche–en su antigua sede del Palacio de la Trinidad y hoy forma parte de la colección del Prado. Este museo ha cedido para la exposición media docena de lienzos.

No abandonamos el desierto donde expió sus pecados san Jerónimo, pues el siguiente capítulo de esta historia nos lleva a una novela breve de Balzac, «Una pasión en el desierto». La original trama (los amoríos de un soldado de Napoleón con una pantera) inspiró a tres artistas a emprender una aventura colectiva: pintar al alimón, en verano de 1964, una serie de 13 lienzos. Eduardo Arroyo, Gilles Aillaud y Antonio Recalcati tenían libertad para, si a alguno no le gustaba lo que estaba haciendo el otro, borrarlo y empezar de nuevo. Las obras se exhiben enjauladas. Le preguntamos a Arroyo si también enjaularía hoy a muchos artistas:«Parecería el Metro en hora punta», dice sonriendo pícaramente. A quienes a buen seguro no enjaularía son tres artistas figurativos a los que admira mucho y que cuentan con espacio propio en la exposición. Se trata de Carlos García-Alix, Sergio Sanz y Rafael Cidoncha. Entre los retratos de este último vemos al omnipresente Mario Vargas Llosa, que últimamente lo mismo cuelga en museos que ilustra portadas de las revistas del corazón. En este caso, a su lado no aparece Isabel Preysler sino el mismísimo Cervantes.

Otro insigne estilita

La muestra no se limita a pintura y literatura. También están presentes otros géneros, como la fotografía y el cine. Un gran espacio está dedicado a otro estilita, san Simeón, quien estuvo décadas aupado a una columna de 20 metros. Como san Jerónimo, también él desafió el sentido de las palabras. En el centro de la sala, rodeado de 150 funambulescas fotografías (en todas ellas hay un personaje que no toca la tierra con ambos pies), se ha recreado una columna con cuatro pantallas en lo alto y una en el suelo, desde la que poetas recitarán sus versos.

Cuando esto no sucede es Ramón Gómez de la Serna quien toma la palabra en un monólogo, «El orador», rodado en 1928 en el Retiro. Al fondo de la sala, un enorme lienzo, de 2 por 4 metros, titulado «La dacha». Es una obra colectiva pintada en 1969 por seis artistas: Eduardo Arroyo, Gilles Aillaud, Francis Biras, Lucio Fanti, Fabio y Nicky Rieti. En ella aparece Louis Althusser dudanso si entrar en la dacha de Claude Lévi-Strauss, donde se hallan reunidos otros personajes ilustres: Jacques Lacan, Michel Foucault y Roland Barthes. El lienzo se ha expuesto en contadas ocasiones. «El retrato de Dorian Grey» –«el libro más excepcional que he leído en mi vida», dice Arroyo–, protagonizado por un cuadro viviente, está presente en la muestra con la proyección de una película, basada en la genial novela de Oscar Wilde, dirigida por Albert Lewin en 1945.

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