«Sin título», 1934, de Edward Steichen
«Sin título», 1934, de Edward Steichen - EDWARD STEICHEN

El arte, inspiración inagotable para la fotografía de moda

El Museo Thyssen exhibe 62 imágenes de grandes maestros, rescatadas de los archivos de «Vogue»

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Fotografía, moda y pintura comparten muchos vasos comunicantes, pero nunca se habían cruzado tan estrechamente como en la nueva propuesta expositiva del Museo Thyssen. Su comisaria, Debra Smith, lleva catorce años trabajando en el archivo de la revista «Vogue», una de las biblias que dictan los cánones de lo que debemos lucir y lo que no. Y, aunque comenta que no resulta fácil que las fotografías de moda entren en los museos, sabía que el proyecto que tenía entre manos era distinto y podía encajar a la perfección en las salas del Thyssen, que ya ha coqueteado con la moda y el lujo en las muestras de Givenchy, Cartier o la fallida exposición de Mario Testino.

Smith se dio cuenta, buceando entre miles de instantáneas, que la pintura había sido una fuente de inspiración para muchas de ellas, más evidente en unas, más sutil en otras.

Así, Erwin Blumenfeld –el artista que se suicidó autoprovocándose un paro cardiaco subiendo y bajando sin parar las escaleras de la Plaza de España de Roma– retrata en 1945 a una modelo que recrea con todo lujo de detalles a uno de los iconos de la Historia del Arte: «La joven de la perla», de Vermeer. Más libre, la versión que hizo del mismo cuadro, 68 años después, otro Erwin, apellidado Olaf.

También muy fieles al lienzo original, Grant Cornett, evocando el único bodegón conocido de Caravaggio, o Michael Thompson en el retrato que hizo en 2000 a la top Carmen Kass como la «Santa Isabel», de Zurbarán. Un guiño a este artista, al que el Thyssen dedica en la planta superior una monográfica. Costará más al público advertir otras huellas, pero ahí radica parte del juego. La maravillosa «Ofelia» de Millais inspiró a generaciones de artistas. Así, ejerció de musa para fotógrafos como Mert Alas & Marcus Piggott (su particular heroína romántica es Rooney Mara) y Tim Walker, uno de los mejor representados en la exposición y también uno de los más interesantes. Fue ayudante de Avedon y es autor de imágenes icónicas como «Árbol con vestidos-lámpara». Además, firma un vídeo que se proyecta en la muestra, con su musa, Tilda Swinton, como protagonista. «Investiga muchísimo antes de hacer sus fotografías, pero apenas las retoca –advierte la comisaria–, todo lo contrario a Annie Leibovitz, que utiliza mucho photoshop».

Grandes maestros

La reina Annie está presente en la muestra solo con una instantánea de grupo tomada en la estancia de María Antonieta en Versalles. Una imagen para la que, según Debra Smith, pudo inspirarse en otra fotografía que cuelga en la pared de enfrente, firmada por uno de los grandes de la historia de la fotografía de moda: Cecil Beaton. Y hablando de maestros, los hay por doquier en la muestra: del clásico y elegante Edward Steichen –retrata en 1934 una silueta de mujer semejando una bella escultura– al impecable Horst (inmortalizó el vestuario de Dalí para el ballet «Bacchanale», de Massine); de William Klein a Patrick Demarchelier, de Irving Penn a Peter Lindbergh, de Mario Testino al menos conocido Nick Knight, cuyos experimentos resultan espectaculares. Representa la perfecta simbiosis entre fotografía y pintura: flores que se derriten ante nuestros ojos y vestidos que parecen pintados al óleo más que tejidos. El arte corre por las venas de muchos de estos fotógrafos: estudiaron Bellas Artes y venden sus obras en prestigiosas galerías. La comisaria reconoce que no ha sido fácil lidiar con tanto ego: modelos que reclaman permisos, fotógrafos, editores de moda... «Todos se ven importantes».

La exposición, patrocinada por Bulgari, se estructura siguiendo los géneros clásicos de la pintura: retratos, paisajes, naturalezas muertas, interiores... Un bodegón retratado por Lindbergh parece salido del pincel de Cézanne, otro de Roversi nos recuerda a un paisaje de Monet. Escenas de playa fotografiadas por Demarchelier que bien podría haber pintado Sorolla, junto a unas casi irreconocibles Claudia Schiffer y Kate Moss en sendas imágenes de Camilla Akrans y Glen Luchford, respectivamente, inspiradas en las melancólicas escenas de Edward Hopper: mujeres solitarias, ensimismadas, en habitaciones de hotel, de las que queremos conocer sus historias de principio a fin. «El gran masturbador», de Dalí, se halla flotando en «La última frontera», de Steven Klein; lo mismo que Magritte en una imagen surrealista de Clifford Coffin.

Pero no solo los géneros pictóricos están presentes en estas bellísimas instantáneas; también las composiciones, el dramatismo y teatralidad del Barroco, el claroscuro de Rembrandt y Caravaggio, la luz de los impresionistas... El montaje se completa con dos impresionantes vestidos: uno de la última colección de Valentino, que parece salido de las paletas de Renoir y de Monet, y otro espectacular, «Queen Orchid» –valorado en 360.000 dólares, trabajaron en él 45 personas durante dos años–, de la diseñadora china Guo Pei (la misma que vistió a Rihanna en la última gala del MET con aquel modelo imposible), que se exhibe junto al retrato que Irving Penn hizo de Cate Blanchett como una genial Isabel I de Inglaterra.

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