Montaje del antes y después de la resina aplicada indebidamente a la barba rota de la máscara de oro
Montaje del antes y después de la resina aplicada indebidamente a la barba rota de la máscara de oro - abc

El daño irreparable a la máscara de oro de Tutankamón se produjo el pasado octubre

El ministro de Antigüedades fue informado y visitó el museo el 17 de noviembre. Ayer negaba en televisión cualquier problema

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Egipto trata hoy de digerir el escándalo por la mala restauración de la obra emblemática del imperio faraónico: la máscara de oro de Tutankamón, que ha sufrido daños irreparables. Según ha podido saber ABC de fuentes del Museo Arqueológico de Egipto, el accidente en el que se rompió la barba de la máscara ocurrió el pasado mes de octubre, y dio paso a una serie de errores en la gestión de un patrimonio tan importante impropio de ese museo y que hacen dudar hoy sobre la seguridad del legado histórico del país del Nilo. Uno de los más graves es que las autoridades, a estas alturas, siguen negando el caso, aunque conocen los hechos.

Todo ocurrió en octubre, cuando un empleado abrió la vitrina de exposición de la máscara de oro del Rey Tut para cambiar una bombilla.

Según conservadores del museo que quieren permanecen en el anonimato, primero ocurrió un desgraciado accidente. Una mala manipulación al mover la pieza -de oro con incrustaciones de lapislázuli y otras piedras y unos 10 kilos de peso- hizo que la barba se desprendiera.

350 kilos por cm2

Pero lo peor fue, según las citadas fuentes, que se decidió tomar medidas urgentes para reparar el daño sin supervisión científica y esas medidas han tenido consecuencias irreparables en la pieza, con la curvatura excesiva del ensamblaje natural y perfecto que unía la barba y la barbilla. El causante del desastre decidió al día siguiente pegar la pieza fijándola, en lugar de enviarla al taller de restauración para tratar de arreglar la pestaña en la parte superior de la barba que se introduce en la barbilla del faraón y con la que hasta ahora quedaba fija. En las fotografías de la máscara se observaba hasta ahora cómo encajaba a la perfección. Pero debido a la prisa o la preocupación ante el escándalo que se avecinaba, decidió pegarla de manera irreversible. Y eligió el peor pegamento del mundo -por ser el más resistente- para este cometido: resina epoxi. Siempre según las mismas fuentes.

No hay otro adhesivo comparable. Se denomina pegamento estructural o de ingeniería. Pega casi todo tipo de materiales con gran consistencia y se utiliza en la construcción de aviones, automóviles, bicicletas, esquíes... Resiste una tracción de 350 kilogramos por cm². Ahora, según se observa en las fotos que ayer dieron la vuelta al mundo, el Rey Tut tiene la barba pegada de tal forma que no podría desprendérsele ni con una tracción de media tonelada. Entre la barba y la barbilla se observa, en lugar de la fina sombra del mecanismo original, una línea clara de resina que rellena los huecos. Y peor aún: arañazos en la capa de oro que rodea la barba producidos, según los conservadores denunciantes, porque se retiraron las rebabas con papel de lija.

El ministro de Antigüedades, Mamdouh Eldamaty, fue informado a finales de octubre de 2014 por cinco conservadores que le sugirieron que informara a la prensa. De hecho, el ministro visitó el museo el pasado 17 de noviembre y los cinco fueron reprendidos por ello y trasladados como castigo. Se impuso el miedo a represalias, pero al final, el escándalo ha visto la luz.

Anoche, en la televisión egipcia, según pudo confirmar ABC hablando con arqueólogos de ese país, el ministro de Antigüedades, Mamdouh Eldamaty, afirmaba que la máscara no ha sufrido daño alguno, apoyando las afirmaciones del director del Museo Arqueológico que dijo que desde octubre pasado, fecha de su incorporación, la pieza está en perfectas condiciones.

Otro misterio

El misterio está servido, una vez más, en torno al faraón más famoso de la historia, al rey niño de la XVIII dinastía que rigió los destinos del país del Nilo tan solo desde los 9 hasta los 18 años. Su muerte, imprevista, ha sido otro enigma hasta que la momia de Tutankamón fue sometida a la lupa de la medicina nuclear del siglo XXI. Padecía, según recuerda Esther Pons, egiptóloga del Museo Arqueológico Nacional, malaria, una deformidad ósea y las consecuencias en la rodilla de la caída de un carro.

Se hizo famoso porque Howard Carter halló su tumba, la primera que se encontraba «casi» sin expoliar después de 34 siglos, en 1922. La máscara era la almendra que rodeaba la cabeza de la momia, envuelta en sucesivos sarcófagos, uno dentro de otro, y después en un ataúd. A pesar de parciales saqueos poco después de su muerte, que se llevaron hasta el 60% de algunos arcones de joyas y objetos pequeños, el tesoro hallado en la tumba de este faraón «menor» deslumbró al mundo y desató la fiebre por la arqueología en el siglo XX. Carter tardó 10 años en catalogar y desmontar sus tesoros para poder sacarlos de la tumba (por lo estrecho de la puerta del enterramiento KV62).

Pese al gusto de la cultura popular por las maldiciones faraónicas, no existió ninguna asociada al faraón niño. Salvo, ahora, por esta desgraciada restauración que ha puesto de actualidad la pieza egipcia más famosa del mundo, la máscara de oro de Tutankamón, por un motivo tan triste.

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