Esther Ferrer, en París
Esther Ferrer, en París - JUAN PEDRO QUIÑONERO

Esther Ferrer, ángel de la guarda

Ha ido sobreviviendo a la resurrección y muerte de todas las vanguardias, con la gracia de un ángel (laico) que toca todas las cosas iluminadas por su mirada

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Desde el grupo ZAJ a las bienales venecianas, pasando por todas las insumisiones, actos de sabotaje, revelaciones, misterios y provocaciones, hasta terminar subiendo a los cielos del premio Velázquez, Esther Ferrer ha ido sobreviviendo a la resurrección y muerte de todas las vanguardias, con la gracia de un ángel (laico) que toca todas las cosas iluminadas por su mirada. En la Pamplona de los legendarios Encuentros de arte de vanguardia, la Esther Ferrer de ZAJ oficiaba de hada madrina de las insumisiones de la época, a la sombra tutelar de John Cage y los cabarets dadaístas de un Zúrich difunto.

Con el paso del tiempo, Esther ha transitado dejando su huella por todos los caminos abiertos, cerrados, proscritos, mancillados o sembrados con la gracia de sus impertinencias.

Las escuelas y las vanguardias pasan, se devoran las unas a las otras. Queda Esther Ferrer, a la que siempre es fácil encontrar en el corazón de una manifestación de negros que protestan contra el comportamiento policial de Manuel Valls, en el corazón de manifestaciones de señoritas de los más peregrinos sexos pidiendo guerra o marcha a grito pelado, en el corazón de las galerías o exposiciones donde alguien presenta una locura artística digna de mejor suerte.

Dicho de otro modo: Esther Ferrer no solo está viva y coleando. Sigue dando guerra en todos los frentes de todas las guerras donde los Immortales (la infame turba de las cosas de eso que en otro tiempo se llamaba el espíritu) siguen resistiendo contra los Titanes (los ejércitos imperiales de las técnicas desalmadas que están desertizando espiritualmente el planeta). Ya decía. Cosas de ángeles de la guardia, o divinidades tutelares de una tierra amenazada por la desertización. Ese es el combate de fondo de Esther Ferrer, tras las apariencias de la señora disfrazada de artista premiada por un Velázquez que comenzó ganando Ramón Gaya, un resistente de otro tipo. No menos heroico, en los mismos frentes donde solo luchan los héroes capaces de defender causas perdidas.

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