Los «vientres de alquiler» eran una práctica común en la Antigua Roma

Semanas antes de concebir a la criatura, la amiga o familiar que había accedido a quedarse embarazada se mudaba a la casa de la pareja estéril para estar al cuidado de sus médicos personales

Relieve romano con la imagen de una comadrona asistiendo a una mujer en el parto. Wellcome Collection Gallery

Manuel Garrido Agudiez

La incapacidad de engendrar retoños de una pareja de nobles tenía remedio en la Antigua Roma . Y la amistad era la principal baza. Si los recién casados comprobaban no sin tristeza que uno de los dos cónyuges era estéril, arrancaban a algún amigo íntimo o familiar con más hijos el compromiso de ceder el próximo «nasciturus» a la pareja infértil. ¿El único aliciente? El juramento de la amistad eterna y, más importante, el estímulo de los regalos desinteresados. Como una casa en la playa , por ejemplo.

Semanas antes de concebir a la criatura, la amiga o familiar que había accedido a alquilar su vientre se mudaba a la casa de los beneficiados para estar al cuidado de sus médicos personales.

«Daba a luz allí y, al nacer, el bebé era inmediatamente adoptado por la segunda pareja , renunciando los progenitores biológicos a él para siempre», apunta Paco Álvarez, el autor de «Somos Romanos» , que, más que un ensayo de la Antigua Roma, es un estudio de genética. Por las verdades que arroja.

Los «vientres de alquiler» eran una práctica extendida entre los nobles de la Antigua Roma . Entre otras cosas, porque había que costearles a los hijos varones la carrera política. Un lujo al alcance de pocos. «Las parejas que tenían dos hijos, rara vez podían darle a los dos la posibilidad de hacer carrera política». Para los más prolíficos no era el fin del mundo, les quedaba el consuelo interesado de sus amigos estériles.

Álvarez, con su risa de Lazarillo de Tormes tras el teléfono, lo escenifica de la siguiente forma: «Llamas a tu mejor amigo y le dices: "Oye mira, mi mujer no se está quedando embarazada y vosotros ya tenéis dos hijos... ¿no os importaría que el siguiente hijo que tengáis sea nuestro?"». El humor que nunca falte .

En esos «vientres de alquiler», en su versión más primitiva, residía la mayor prueba de amistad entre romanos. No era una especie de paritorio donde los atributos de los niños se elegían a la carta a costa de profanar la maternidad de las mujeres que alquilan su vientre al mejor postor por necesidad , casi nunca altruismo. Como ahora.

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