Efectivos policiales entraron hoy en la sede de la SGAE
Efectivos policiales entraron hoy en la sede de la SGAE - EFE

Los socios claman contra la SGAE: «Nosotros nos sacrificamos y ellos nos estafan. Hace falta mano dura»

Miembros de la entidad manifiestan su desprecio ante la «organización criminal» acusada de fraude en los derechos de autor

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Las 18 detenciones de socios de la SGAE -la entidad más importante de gestión de derechos de autor en España- que la UDEV (unidad dedicada a la delincuencia especializada y la violencia) ha llevado a cabo y los arrestos de trabajadores de distintas cadenas de televisión autonómicas, no han pasado desapercibidos entre los socios de la institución. Obedecen a la trama de «la rueda» de las televisiones, una red fraudulenta para el cobro de derechos de autor relacionados con la música emitida en televisión.

Las reacciones de los socios de la entidad están lejos de ser condescendientes. Un miembro de una conocida banda de rock española opina que en la SGAE «no debería haber ni un solo músico, ni dramaturgos, ni nada». Él opina que la institución debería estar formada por personas «imparciales». «Y, si no, acuérdate de lo que sucedió con Teddy Bautista», dice, en alusión a la trama de corrupción bautizada como «Operación Saga» que sacudió los cimientos de la SGAE hace unos años. «Nosotros hacemos viajes en verano y en invierno, nos rompemos la cabeza componiendo, y ahora ves que te están estafando. Hace falta mano dura», clama el artista, que cree que lo que más daño haría a los responsables es «quitarles el dinero que se han llevado».

Un compositor, que tilda su posición de «muy crítica» con la gestión reciente de la SGAE, se muestra completamente contrariado con la situación. «Han creado una auténtica trama de corrupción», manifiesta, «impotente» al observar cómo la entidad que debiera ser su salvaguarda encierra casos como el que ahora se investiga.

El que fuera presidente de la SGAE entre mayo de 2012 y julio de 2013, Antón Reixa, ha manifestado a EFE que las cifras recaudadas podían ascender hasta los 50 millones de euros. Su persistencia en señalar este tipo de prácticas, dice, «le costó el puesto» en su último año al frente de la institución, cuando escribió una carta describiendo el funcionamiento del sistema.

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