Francesc Carreras, premio Mariano de Cavia, en su despacho
Francesc Carreras, premio Mariano de Cavia, en su despacho - Inés Baucells

Premio Mariano de CaviaFrancesc de Carreras: «El populismo cree que el poder de la calle es superior al de la ley o el Derecho»

Recibe el galardón por «Populismo contra democracia», un artículo donde advierte de que el objetivo de Podemos es «ocupar el Estado»

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De pequeño leyó ABC por mediación de su padre, de joven idealizó los Premios Mariano de Cavia y de adulto ha tenido la suerte de recibirlo. Francesc de Carreras (Barcelona, 1943) desayunó ayer con una llamada que lo incluía en el palmarés de este galardón. Se lo debe en parte a «Populismo contra democracia», un artículo escrito en El País, donde trazó nítidamente la línea que separa un Estado de Derecho de un país mal gobernado.

—El texto tuvo mucha repercusión en su día pero, ¿esperaba que lo premiaran?

—El ABC lo traía mi padre a casa. Desde pequeñito, a finales de los 50, leía el periódico y tenía el Premio Mariano de Cavia como idealizado. Desde que era muy pequeñito.

Nunca en la vida pensé que yo podría alcanzar un honor de este tipo. Estoy muy contento, aunque tengo que decir que es inmerecido, por supuesto.

—Hace un año de aquel artículo, ¿se ha confirmado su diagnóstico?

Cuando Podemos habla de democracia radical está hablando de un sistema que arrincona la división de poderes

—Sí, yo si tuviera que escribir el artículo ahora diría esas cosas y alguna más. ¿Por qué? Porque basta con ver todos los cambios que ha introducido Podemos en su discurso. Hace dos años se presentaron a las elecciones europeas como antisistemas, defendiendo la salida de Europa, el no pagar la deuda pública... También decían que Syriza era el modelo a imitar y ahora se presentan como socialdemócratas, casi como el ala renovadora del PSOE. Yo creo que no hay que hacer caso de lo que dice el populismo porque lo único que quiere es llegar al poder y, una vez desde el poder, hacer los cambios que a ellos les convengan. Cambios que nunca serán los que han dicho antes de llegar al poder.

—¿Cómo ve las próximas elecciones?

—No habrá excesivos cambios con respecto a las anteriores.

—¿Sería España un país peor con el PSOE en tercera posición?

—Sin duda. El populismo se está disfrazando ahora de socialdemocracia. A la vez se une con todos los nacionalistas catalanes, gallegos y vascos... Una amalgama de este tipo, un partido populista de amplio espectro en el sistema de partidos español es una interferencia que pone en cuestión la misma concepción de la democracia. Cuando Podemos habla de democracia radical está hablando de un sistema que arrincona la división de poderes y el Estado de Derecho. Confían más en la democracia directa que en la democracia representativa.

—¿Cuánto nos jugamos el 26-J?

—Pienso que nos jugamos mucho. Cuando en un país se incrusta una fuerza populista puede hacerlo de forma efímera. Pero otras veces se enquista. Hitler y Mussolini fueron modelos de populismo. José Antonio Primo de Rivera también. La ideología falangista entre 1934 y 1936 es un modelo de populismo. A veces es efímero, y el país lo supera, y otras veces no.

—Decía en su artículo que son necesarias algunas correcciones en el sistema, ¿cuáles serían?

—Los sistemas populistas siempre surgen cuando hay debilidad en el sistema político y razones para criticarlo. Y en el caso español, la democracia ha caído en lo que podemos llamar partitocracia: un sistema endogámico controlado por los partidos que no solo controlan el Parlamento, sino los organismos que deben controlar al Parlamento. Ahí, lo que debe hacer la democracia española es regenerarse, que los partidos no invadan esferas que no tienen que invadir.

—¿Habría nacido Podemos con un crecimiento estable y una tasa de paro del 10%?

El «No nos representan» era un sentimiento que se expresaba en los sondeos, y Podemos se aprovechó

—Seguro que no. Seguro que no (repite). Seguro que no en el sentido de que el populismo siempre surge en momentos de crisis. En el caso español, tenían razón en la crítica. El «No nos representan» era un sentimiento que se expresaba en los sondeos, y Podemos se aprovechó. Y lo mismo hicieron los independentistas catalanes. No porque de pronto fueran independentistas, que lo eran desde hacía mucho, sino porque vieron que era «su momento». Hasta que los partidos constitucionalistas no se pongan las pilas, esto será un caldo de cultivo clarísimo para el populismo.

—Hay quien sostiene que el populismo le ha venido bien al PP para polarizar el debate.

—Esta estrategia creo que es defendible. No sé si es real o no, pero no es la primera vez que el Partido Popular utiliza esta estrategia. Ya la utilizaron en otros momentos como a finales de los 90, sobre todo. Por eso no es descartable que esto sea así. No tengo pruebas, pero es muy posible que lo hayan querido así para debilitar al PSOE y potenciar a Podemos.

—¿Cuál sería el camino más corto para acabar con el populismo? ¿Una economía saneada o instituciones fuertes?

—Yo creo que las dos cosas, pero empezando por lo más sencillo y por lo que depende de nosotros: instituciones fuertes. Esto lo podemos hacer ya nosotros. La economía, aunque ha mejorado mucho, no depende de los ciudadanos españoles.

—Como profesor de Derecho Constitucional, ¿qué le parece que desde la Generalitat defiendan que no hay por qué respetar ciertas sentencias?

—Eso va contra el Estado de Derecho y está contra la democracia, obviamente. Desgraciadamente esto empezó hace unos cuantos años, cuando se organizó una manifestación contra el Tribunal Constitucional. Y no una manifestación cualquiera, sino una manifestación convocada por el entonces presidente de la Generalitat, que no venía de un partido nacionalista, sino que era José Montilla, del PSOE. En resumen, esto son posiciones de no respeto a la democracia, de no respeto a la voluntad popular. Es un elemento típico en el populismo: creer que el poder de la calle es superior al poder de la ley y el Derecho.

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