Un ordenador detecta el uso de palabras fuera del Diccionario

La informática ayuda a enriquecer el registro de voces estudiadas por los académicos

Los avances tecnológicos han modificado el rastreo y análisis de la lengua española ABC
Bruno Pardo Porto

Esta funcionalidad es sólo para registrados

En uno de los pasillos de la sede de la Real Academia Española (RAE), un mueble nos recuerda el paso del tiempo. Se trata de un archivador de madera con cientos de casilleros ordenados alfabéticamente y con una palabra en la tapa que los identifica. Es el registro físico de las entradas del Diccionario . Dentro, en octavillas de papel, se recogen todas sus acepciones y la primera vez que se utilizaron. «Amoniaco, 1606», reza la primera ficha que encontramos al azar. Tan solo contemplando la primera letra del abecedario ya comprendemos la magnitud del idioma. Hoy, claro, todo eso está digitalizado.

Elena Zamora , directora técnica del Diccionario de la Lengua Española (DLE), todavía recuerda cuando no existía el Corpes XXI y los usos de las palabras se descubrían de forma «analógica». «Sabías que una palabra estaba en una obra en concreto, pero de repente te dabas cuenta de que esa obra estaba formada por siete tomos. Entonces los abrías y buscabas leyendo en vertical», relata.

Ahora, desde su ordenador, Zamora introduce el término que quiere analizar y esa gran base de datos le señala cómo, cuándo y dónde se utilizó (y utiliza) esa palabra. Además, lo hace cotejando miles de fuentes distintas, desde publicaciones académicas hasta la prensa diaria, y del ámbito tanto español como americano. Es otra historia, otra velocidad.

Esta herramienta no solo le permite rastrear palabras, sino también descubrir voces que se están usando y que todavía no aparecen en el Diccionario. Así llegó la propuesta, que acaba de ser aprobada, de «audiolibro». «Elaboramos listas de términos que no están registrados, después los analizamos para valorar su introducción en el Diccionario de la RAE », explica. Ocurrió lo mismo con el adjetivo «calefactable».

Un nuevo ritmo

En efecto, la tecnología ha modificado los ritmos del Diccionario y no para de enriquecerlo. Esta misma semana se produjo la primera presentación anual de las modificaciones de su versión digital, que ya antecede al papel y marca la senda que este ha de seguir. De esta manera, las revisiones de la Academia se convierten en anuales (y actuales). Antes, cuando mandaba el libro de tapa dura, se producían con una frecuencia mucho más baja: la edición vigente del diccionario data de 2014 y la anterior es de 2001. «Palabras que se pudieron aprobar en 2003 tuvieron que esperar a 2014», explica Darío Villanueva , director de la RAE. En ese lapso, apunta, se realizaron cuatro revisiones del diccionario, pero no se dieron a conocer como ahora.

«Los plazos se están acortando», afirma. De hecho, la Academia acaba de crear una nueva comisión especializada dedicada a los neologismos, en la que él mismo participa. Desde ahí intentan dar respuesta a la lluvia de nuevos términos introducidos por los avances de la tecnología, entre otros ámbitos. Aunque Villanueva insiste en que los procesos de selección de las palabras tienen un sentido y que estos necesitan bastante tiempo, también admite las ventajas de poder actualizar con mayor frecuencia el Diccionario. Así, defiende el director de la RAE , puede responderse de forma más inmediata a las nuevas dudas del idioma y promover un uso más racional de este. Sin embargo, parece difícil que una palabra tarde menos de un año en introducirse en el Diccionario, que es lo que tardó la exigente «posverdad» en tener su propia entrada.

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