Andrés Amorós

Morante, un caso aparte

«En momentos como los actuales, en los que la Fiesta recibe tantos ataques, es preciso reivindicar su valor como arte. Para ello, es un argumento clarísimo el toreo de Morante de la Puebla»

Andrés Amorós
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En la larga y muy grata deliberación que ha precedido al fallo del Premio Taurino de ABC, este año, todos los componentes del Jurado han coincidido, más allá de sus preferencias, en que Morante de la Puebla representa, ahora mismo, un caso aparte: es un diestro absolutamente singular, en su personalidad y en su estilo, que no responde a los criterios válidos para los demás toreros.

Su temporada no ha tenido regularidad, ha alternado las tardes luminosas con las oscuras. (Así ha sucedido, en la historia de la tauromaquia, a los diestros de su línea). Por eso, levanta pasiones, tiene una legión de admiradores que lo siguen de plaza en plaza y protagoniza escenas insólitas.

Ejemplo claro: apostó por torear cinco tardes en Sevilla, después de dos años de ausencia.

En el último de los ocho toros que mató en la Feria de Abril, «Dudosito», de Núñez del Cuvillo, realizó una faena de ensueño: los naturales a cámara lenta enloquecieron a un grupo de jóvenes, que lo llevaron a hombros por las calles del Arenal hasta su hotel, como antes se estilaba, en las grandes tardes.

Un clamor semejante levantó en Campo Pequeno, en Lisboa, con tres vueltas al ruedo (una, a hombros). Hace muy poco, sorprendió al público de la Plaza de México (y, por la televisión, a los aficionados españoles) con un trasteo pleno de inventiva, originalidad y detalles de añeja torería, dentro de la gran línea del toreo sevillano. A su vuelta a casa, un grupo de partidarios lo recibieron, entusiasmados, en el aeropuerto.

Son imágenes únicas, propias de un torero originalísimo. El Jurado de ABC lo ha valorado como lidiador clásico y puro, que supo sobreponerse a una situación muy dura, en Sevilla. Y algo decisivo: en momentos como los actuales, en los que la Fiesta recibe tantos ataques, es preciso reivindicar su valor como arte. Para ello, es un argumento clarísimo el toreo de Morante de la Puebla.

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