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Bob Dylan, el poeta que renovó la música americana

La Academia Sueca reconoce la enorme influencia de este moderno bardo en la cultura popular

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No por esperada ha dejado de causar sorpresa, e incluso polémica, la concesión del premio Nobel de Literatura a Bob Dylan (Duluth, 1941). Las redes sociales ardían en comentarios a favor y en contra. El motivo esgrimido por la Academia Sueca es "por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción". Lo cierto es que la obra de este cantautor sobrepasa con holgura las lindes de la música popular. Con el único acompañamiento de una guitarra, una armónica y unas cuerdas vocales bastante limitadas se convirtió a principios de los sesenta en la voz de una generación. Millones de jóvenes se vieron reflejados en las palabras de aquel personaje menudo y de aspecto frágil, que sacaba sus argumentos de los periódicos, de sus romances y de la Biblia.

Después renegó de esta condición de portavoz, y se acompañó una banda de rock & roll. Pero su poesía no perdió fuerza. Siguió componiendo canciones enormes que fueron versionadas por músicos de todo el mundo, sabedores de que su cancionero es el más importante del siglo XX.

Inmenso legado

Ha publicado 36 álbumes de estudio y diez en directo. No todos son obras maestras, pero el cómputo general es más propio de un superhéroe. Cada lanzamiento de sus "Bootleg Series", recuperaciones de grabaciones perdidas, es un acontecimiento musical de primera magnitud. Solo ha publicado dos libros, el irregular "Tarántula" (1971), monólogo interior de escritura irreflexiva escrito entre 1965 y 1966; y el magnífico "Crónicas. Volumen 1" (2004), una autobiografía escrita con gran maestría. Además, las recopilaciones de las letras de sus canciones tienen vida propia más allá de la música que las envuelve.

Posee doce premios Grammy y seis Grammy Hall of Fame, un Oscar a la mejor canción en 2000, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2007, un Pulitzer en 2008, y pertenece desde 1990 a la Orden de las Artes y las Letras francesa. Ahora el Nobel. Como alguien comentaba en Twitter, solo falta que le den el Balón de Oro

Un músico errante

Todos esto lo ha ganado un músico vagabundo que llegó a Nueva York en 1961 tras dejar sus estudios de arte en la Universidad de Minnesota, lugar donde cambió su nombre real, Robert Allen Zimmerman, por el de Bob Dylan. En el viento flotaba la llamada de Jack Kerouac. Aquel joven estaba fascinado por Woody Guthrie, a quien visitaba en el hospital psiquiático de Nueva Jersey. Aunque en realidad en su cabeza ya burbujeaba toda la gran música americana: el folk, el blues, el R&B, el gospel, el country... Odetta, The Carter Family, Pete Seeger, Hank Williams, Leadbelly, la música celta de The Clancy Brothers... y los poemas de Robert Burns, Walt Whitman, Allen Ginsberg, T. S. Eliot, Dylan Thomas...

Los cafés del Greenwich Village fueron testigos de sus primeros recitales, mientras dormía allí donde alguien le acogiera. Conoció a Suze Rotolo, la mujer que le introdujo en los círculos progresistas, y no tardó mucho en llamar la atención. Un artículo de Robert Shelton en "The New York Times" mueve la curiosidad del sello Columbia. El productor John Hammond acude a ver a aquel fenómeno en directo y lo contrata. La joven promesa graba su primer álbum, de título homónimo, que solo contenía dos canciones originales. Aún no sentía preparado para dar el gran salto que sí daría con "The Freewheelin’ Bob Dylan", publicado en mayo de 1963 y que tendría tanto impacto porque, hasta ese momento, lo normal era que los músicos de folk se limitaran a hacer arreglos de composiciones tradicionales. Sus letras hablaban de lo que estaba ocurriendo en ese momento, no en la época de la recesión. Contiene, además de otras canciones extraordinarias, tres himnos imperecederos: "Blowin’ in the Wind", "Masters of War" y "A Hard Rain’s a-Gonna Fall". Ahora es él el autor al que acuden otros muchos artistas para hacer sus versiones. Con este disco, Dylan comenzó a cambiar la historia de la música popular para siempre.

Es el personaje al que todos buscan para apoyar su causa, condición confirmada por sus siguientes títulos, "The Times They Are a-Changin’" y "Another Side of Bob Dylan", de 1964. Cada uno de sus trabajos es recibido como la voz del último profeta. Los mismos Beatles se dan cuenta de que ya no vale con hablar de sus ganas de agarrar la mano de su chica.

Con "Bringing It All Back Home" (1964) empieza a cambiar de registro, ya que incluye por primera vez instrumentos eléctricos. La historia es conocida: ante unos atónitos espectadores, la música de Dylan atrona en el Festival de Newport de julio de 1965. Pete Seeger está a punto de ir a por un hacha para acabar con aquel alboroto producido por el hasta ese momento, gran baluarte del sonido acústico. Pero ya no había vuelta atrás. El de Duluth lanza otros dos discos, "Highway 61 Revisited" (1965) y "Blonde on Blonde" (1966) que dan forma a una trilogía imponente.

Dylan quiere ser una estrella del rock y no un líder de masas. Entonces llega su accidente de motocicleta, en julio de 1966, que le sirve para desaparecer por un tiempo, reflexionar y ensayar con su legendario grupo, The Band. A su vuelta hay más metamorfosis. Siempre a la contra, lanza un disco de folk-country, "John Wesley Harding" (1967), en plena fiebre psicodélica, al que sigue "Nashville Skyline" (1969).

Desde entonces ha sido un músico impredecible. En los setenta dejó grandes obras, como "Blood on the Tracks" (1974) y "Street Legal" (1978) junto a otras más prescindibles. Desconcertó a propios y extraños con su conversión al cristianismo, y cuando parecía que su genio no daba más de sí, empezó a sacar discos enormes como "Time Out of Mind" (1997) o "Love and Theft" (2001). Sus siguientes trabajos mantuvieron un excelente nivel, pero volvía a dar la sorpresa primero lanzando un álbum de canciones navideñas, "Christmas in the Heart" (2009), y luego haciendo revisión de las canciones cantadas por Sinatra, "Shadows in the Night" (2015) y "Fallen Angels" (2016), en los que su voz crepuscular impregna estos temas de una magia extraña y magnética.

Desde 1988 está embarcado en su "Never Ending Tour", transformando su propio repertorio en directo hasta hacerlo casi irreconocible. Sigue siendo un músico vagabundo, alguien que nunca mira por el retrovisor, un poeta esquivo que no solo ha escrito una de las páginas más hermosas de la cultura popular de todos los tiempos, sino que encima le ha puesto música.

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