El arte de la diplomacia decimonónica a ojos de un estudiante de bachillerato

Alfonso Goizueta Alfaro, de 18 años, publica «Limitando el Poder», un libro sobre la revolución de la diplomacia occidental a finales del siglo XIX

Alfonso Goizueta Alfaro ABC
CÉSAR CERVERA

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Pocos jóvenes de 18 años tienen inquietudes sobre cómo cambió el mundo diplomático entre 1871 y 1939, cuando los aristócratas fueron sustituidos al frente de las embajadas por políticos profesionales. Años en los que Otto von Bismarck y otros genios de la sutileza hicieron y deshicieron fronteras entre las bambalinas internacionales. Porque, a decir verdad, la geopolítica decimonónica ha gozado siempre de escasa popularidad entre los adolescentes. La de Alfonso Goizueta Alfaro (Madrid, 1999), autor del libro « Limitando el Poder: 1871-1939 » (Clarín Ediciones), es una asombrosa excepción.

Portada del «Limitando el Poder» ABC

Durante un año, este joven estudiante compatibilizó las asignaturas de bachillerato en el British Council School con la redacción de un libro sobre «la caída de un sistema diplomático que duraba desde 1814 y fue arrasado por la Primera Guerra Mundial». Como explica el autor en una entrevista a ABC, hasta entonces la diplomacia había sido un arte que el pueblo no comprendía: «Cuando digo que los políticos sustituyeron a los aristócratas es, esencialmente, una metáfora de que los viejos imperios que venían decayendo desde el siglo XVIII desaparecieron en esas fechas».

En esa fase de transición en la que «se limitó el poder» –término utilizado por el norteamericano Henry Kissinger en otro contexto– brilló por encima del resto un genio alemán procedente de las ruinas del Antiguo Régimen. El hombre que orquestó la unificación alemana, Otto von Bismarck, se aprovechó como nadie de un periodo de «anarquía diplomática» tras la Guerra de Crimea , para reemplazar el viejo sistema del Congreso de Viena, el que puso final a las guerras napoleónicas, por uno propiamente «bismarckiano». «Bismarck supo aprovecharse de la anarquía, pero también vio sus amenazas. Intentó establecer su propio sistema hasta 1890, cuando la cúpula del Imperio alemán precipitó a Europa de nuevo hacia otra anarquía».

De aquellos polvos vinieron los lodos. También en geopolítica. La ruptura del sistema de equilibrios ideado por Bismarck condujo al mundo, como si se tratara de la presa de todo un océano, hacia el desastre de las Primera y la Segunda Guerra Mundial. El factor humano fue clave. «Lo que llevó a Guillermo II a la Weltpolitik (la política responsable de la crisis diplomáticas que precedió a la Primera Guerra Mundial), no fue sino la hibris de un hombre que creía que podía crear un imperio colonial como el de su abuela, la Reina Victoria de Inglaterra», considera Goizueta Alfaro, que junto a este estudio ha escrito ya una novela corta y diversos artículos históricos. La ambición personal de su monarca invocó este conflicto, caso aparte fue la Segunda Guerra Mundial , entre otras cosas porque Hitler fue una causa en sí: «La contienda surgió por falta de consenso entre los Aliados en el Tratado de Versalles (1919). Los franceses no confiaban en que fuera suficiente para contener a los alemanes, mientras que los británicos creían que habían sido demasiado duros», aprecia el joven, dando como resultado el abismo mundial.

Alfonso Goizueta Alfaro espera dedicarse en el futuro al arte de Talleyrand, Lord Salisbury y otros genios de la sutileza, porque «la diplomacia es el remedio para los problemas del mundo». «La diplomacia actual tiene grandes fracasos, pero también muchos éxitos. La Unión Europea es, en mi opinión, el mayor éxito desde las Naciones Unidas , pues logró que Europa, un continente cuya historia era la guerra constante, se haya convertido en una región de paz y democracia», afirma.

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