Amantes y despilfarro en la corte de Luis XIV en Versalles

Se cumplen 352 años de la primera gran fiesta del «Rey Sol», en la que gastó altas sumas de dinero y en presencia de su amante

Madrid Actualizado: Guardar
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El 7 de mayo de 1664, el rey francés Luis XIV celebró la primera gran fiesta en los jardines de Versalles, que se llamó «Los placeres de la isla encantada». Fue un derroche de medios del monarca, con el que inició la fama de las grandes celebraciones del palacio más conocido del barroco.

El «Rey Sol» celebró la fiesta, que duró siete días, oficialmente en honor a su madre, Ana de Austria, y a su mujer, la reina María Teresa. Pero el rey, entregado a veces en exceso a sus pasiones, la organizó también para su amante en aquel momento, madeimoselle de La Vallière. Se dice que de ella estuvo enamorado y tuvieron cuatro hijos; claro que, el monarca tuvo más amantes.

No obstante, el trasfondo político de la fiesta es innegable. Luis XIV llevaba solo cuatro años gobernando en solitario. Fue rey desde los cinco años. Su padre murió de manera inesperada y su madre reinó como regente con el cardenal Mazarino, que ejerció de valido hasta su muerte, en 1660. Era el gran momento del joven monarca, 1664 fue el año en que demostró al mundo su poder, que desde entonces ejercería en solitario.

Los días grandes de la fiesta fueron los tres primeros, en los que hubo desfiles escenificando el tema central del festejo: cómo los caballeros de Roger (interpretado por Luis XIV) escapan del palacio de la maga Alcina. Asistieron cerca de 600 nobles a contemplar diferentes escenificaciones, juegos, ballets de Jean-Baptiste Lully y obras de Molière.

El resto de días, los asistentes se entretuvieron con diferentes juegos nobiliarios, entre ellos, una lotería cuyo primer premio, casualmente, fue para la reina María Teresa. También se representó en estos últimos días la obra «Casamiento a la fuerza» de Molière, lo que quizás fue una mofa privada con su amante.

Un gran palacio para controlar la corte

El plan de Luis XVI era trasladar todo el poder a Versalles, una pequeña población a pocos kilómetros de París. Hasta entonces, los reyes franceses habían vivido entre varias residencias palaciegas. El monarca trasladó toda su corte a Versalles en 1682, pero desde 1660, el «Rey Sol» ya comenzó a pasar la mayor parte de su tiempo allí. Era un pabellón de caza con jardín que Luis XIII comenzó a construir para el recreo, y que su sucesor convirtió, década a década, en palacio y residencia oficial de la corte.

El palacio fue la gran ambición de Luis XIV. Podía controlar todos los resortes del Estado desde un único lugar. Era una forma de escenificación del poder: él era el centro y todo giraba a su alrededor. Versalles se convirtió en el lugar al que todos debían acudir para reunirse con el monarca, e incluso algunos debían permanecer allí largas temporadas. El rey se atrajo la corte a su residencia, donde tenía controlados a todos; amigos y enemigos; mujeres, y amantes.

También era un lugar donde Luis XIV se encontraba a salvo. Entre 1648 y 1653, durante la regencia de su madre Ana de Austria, se produjo en Francia la sublevación de la Fronda, una serie de insurrecciones que pusieron en jaque a la corona, y fue especialmente traumática para un rey de 9 años. Lejos de los tumultos y el bullicio de la ciudad, en Versalles Luis XIV lo controlaba todo. Estaba a salvo del peligro.

Luis XIV y sus amantes

El rey ejercía también el poder absoluto sobre su mujer y sus amantes. En el enorme Versalles Luis XIV era inalcanzable en un entramado de habitaciones y salas a través de las que se llega, poco a poco, al monarca. Él controlaba cómo todos accedían a él, y quién estaba en cada parte del palacio. El espionaje y las intrigas cortesanas se adaptaron a este nuevo escenario. De estos temas trata la novela histórica recién publicada de Elizabeth Massie, «Versalles: el sueño de un rey», en la que María de Austria trata de mantener a Luis XIV de su parte.

Aunque tenía la posibilidad de crear un mecanismo en el que mantener a sus amantes en diferentes partes del palacio, prefería exhibirlas juntas sin ningún tipo de pudor. No siempre fue así, hasta 1664 mantuvo a la reina María Teresa en París, pero en ese año se plegó a las súplicas de su esposa de llevarla a Versalles. La cercanía, sin embargo, no evitó que Luis XIV tuviera varias amantes e hijos con alguna de ellas, de hecho, las exhibió más conforme pasaron los años.

El palacio era una estructura cerrada o abierta según quisiera el rey. Todos veían lo que el monarca quería que vieran, y escondía lo que no. Elegió, desde bien joven, no esconder a sus amantes e incluso dedicarles pomposas fiestas.

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