La punta de flecha debería haberle matado, pero su hueso consiguió «regenerare» a su alrededor
La punta de flecha debería haberle matado, pero su hueso consiguió «regenerare» a su alrededor - Live Science

El increíble guerrero escita que sobrevivió misteriosamente a una herida mortal

Un grupo de arqueólogos se pregunta cómo es posible que un hombre de la Edad del Hierro pudiese vivir toda su vida con la punta de una flecha clavada en su vértebra

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Los libros de Historia nos hablan horrores de la vida de los guerreros hace 3.000 años. No se equivocan, pues su existencia se debatía constantemente con la muerte, la cual le podía llegar al atravesado por un hierro o por culpa de alguna que otra enfermedad mal curada. Sin embargo, algunos combatientes como el que fue encontrado hace menos de un mes en una tumba en Kazajstán demuestran que, sin duda, los que se daban de mandobles por entonces eran tipos duros a los que costaba mandar al otro barrio.

Así lo demuestran, tal y como afirma la versión digital de la revista especializada « Live Science», los restos de este soldado de la Edad del Bronce, los cuales han permitido establecer que vivió una buena parte de su vida con una punta de flecha incrustada en su vértebra (una herida que, en la mayoría de los casos, provocaría la muerte).

Al parecer, el hombre se resistió de tal forma a abandonar este mundo que, finalmente, el hueso en el que se había clavado el arma terminó configurándose de nuevo alrededor de la punta de metal.

«El individuo que hemos encontrado tuvo mucha suerte. Es difícil recuperarse de una herida vertebral si se dañan los principales vasos sanguíneos, eso habría dado lugar a una muerte inmediata», explica Svetlana Svyatko, encargada de la excavación e investigadora en la escuela de geografía, arqueología y paleontología de la Universidad Queen (en el norte de Irlanda). Por otro lado, la experta ha señalado que los restos estarían fechados entre los siglos VIII y VI a.C.

Un guerrero de élite

En primer lugar, los arqueólogos han podido determinar que este combatiente formaba parte del pueblo escita, una población de nómadas que destacaba por su ferocidad y por habitar las estepas de Eurasia Central desde el siglo VIII a.C. hasta, aproximadamente, el II d. C. Así lo ha corroborado Arman Beisenov, jefe del departamento de arqueología prehistórica en el Instituto de Arqueología de Kazajstán. Por su parte, Svyatko ha señalado que los restos pertenecen a un hombre de entre 25 y 45 años de edad qye contaba con una altura aproximada de 1,74 (una estatura considerable si se considera que los miembros de su pueblo no solían medir más de 1.65 metros).

Los objetos hallados en su tumba indican además que el individuo era un combatiente. A su vez, un análisis de sus restos (principalmente los huesos inferiores de la pierna, las costillas y una vértebra) ha dejado a la vista una punta de flecha fabricada con cobre, estaño y trazas de plomo y hierro enquistada en su vértebra. Aunque no está claro cuánto tiempo logró sobrevivir después de recibir el impacto, sí se ha podido determinar que el objeto (de unos 5,6 centímetros de largo) hizo una herida profunda en el sujeto aunque -increíblemente- no le mató.

La tumba fue hallada en una excavación de un famoso cementerio de esta civilización que fue descubierto en 2009. Desde ese momento, en el lugar se han hallado más de 200 joyas, 30.000 adornos más pequeños, y no pocos restos humanos en un Kurgan (una construcción funeraria de la época que, desgraciadamente, ya había sido saqueada con anterioridad).

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