Ig Nobel

La temperatura de los testículos de los carteros gana el premio de ciencia insólita

Una máquina para cambiar pañales, los animales que hacen caca cúbica y las bacterias que hay en el dinero también fueron galardonados en la parodia de los Nobel

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Se superan en cada edición. Los disparatados Ig Nobel , unos premios creados por la revista de humor científico «Annals of Improbable Research» (Anales de la Investigación Improbable), fueron entregados el pasado jueves en una peculiar ceremonia en la Universidad de Harvard en Cambridge (EE.UU.). Esta parodia de los Nobel, en la que reputados laureados reales entregan los galardones de broma, reconoce las investigaciones más insólitas del año, aquellas que «primero hacen reír y después hacen pensar». [Estos son los de Ig Nobel 2018].

Es difícil elegir cuál de los diez estudios premiados en esta ocasión es el más inaudito, pero probablemente se lleve la palma el otorgado en la categoría de anatomía . Los investigadores franceses realizaron varios experimentos con grupos de hombres vestidos y desnudos para conocer si existen diferencias de temperatura entre ambos lados del escroto. En una de las pruebas participaron once carteros, que pasan bastante tiempo de pie, y en otra, once conductores de autobús, obligados a estar sentados ante el volante.

Una vez medidas las temperaturas de las partes nobles de los voluntarios (cada dos minutos con sondas conectadas), el equipo llegó a la conclusión de que el lado izquierdo está más caliente que el derecho. Una diferencia térmica que podría contribuir a la asimetría en los órganos genitales masculinos. Uno de los autores, Roger Mieusset, experto en medicina reproductiva, ya demostró su ingenio en el pasado: es el inventor de un «calzoncillo térmico» que se puede usar como anticonceptivo bajo ciertas condiciones.

Otra cosa que se toca y no es muy higiénica: el dinero. El Ig Nobel de economía fue a parar a dos científicos holandeses y uno turco que descubrieron que los billetes, a los que nadie hace ascos, son una gran fuente de transmisión de bacterias. En el mismo terreno de cosas sucias, el iraní Iman Farahbakhsh destacó en ingeniería por inventar una máquina que cambia los pañales. Para los interesados, fue patentada hace un año en Estados Unidos.

Siguiendo con la infancia, cinco japoneses se hicieron con el anti Nobel de química por medir el volumen de saliva producida diariamente por un niño de cinco años. Uno de ellos asistió a la ceremonia en Boston junto con sus hijos adultos, que participaron en el estudio hace 25 años.

Caca cúbica

Patricia Yang y David Hu, del Instituto de Tecnología de Georgia en Atlanta, que ya habían ganado un Ig Nobel en 2015 por su «ley de orinar», que establece que todos los mamíferos vacían sus vejigas en unos 21 segundos, ganaron en física por descubrir cómo los wombats, unos marsupiales nativos de Australia, hacen caca cúbica , algo único en el mundo animal.

El galardón de psicología fue a parar al alemán Fritz Strack, quien observó que sostener un lápiz en la boca nos hace sonreír forzosamente, pero no nos vuelve más felices. Por su parte, el de educación médica se lo llevó una técnica de entrenamiento con perros para capacitar a cirujanos. Y el de biología , el hallazgo de que las cucarachas magnetizadas muertas se comportan de manera diferente a las vivas. Un estudio que mide el placer de rascarse una picazón mereció el de la Paz .

Los ganadores de estos premios gamberros no reciben dinero y pasan pronto al olvido sin influir en la ciencia. Pero eso sí, disfrutan de un buen rato y se llevan a su casa un diploma firmado por varios Nobel de verdad y, algo menos valioso pero mucho más práctico, un vaso de cartón con un cepillo de dientes.

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