El infinito, un concepto de origen hindú que se puede observar en el cielo

Desde hace 300 años este concepto es representado con la lemniscata, un ocho tumbado. Para algunos, el origen de este símbolo está en la omega minúscula, la última letra del alfabeto griego, como metáfora del fin

La trayectoria del Sol a lo largo de todo el año, el analema, describe en la Tierra una forma de lemniscata Jailbird

PEDRO GARGANTILLA

El empleo de la simbología es tan antiguo como la humanidad y, además, no deja de crecer. ¿Cuántos símbolos vemos todos los días? ¿Miles? ¿Millones? Desde las señales de tráfico hasta las palabras, pasando por los emoticonos, los números, los logotipos…

Detrás de cada uno de los símbolos hay una historia y, como en el caso del infinito, muchas veces fascinante.

De entrada es difícil tener noción de la inmensidad del infinito. ¿Hasta dónde llega? ¿Dónde se ubica exactamente? En sí mismo es una oda al vacío, a la incertidumbre.

El «inventor» del infinito

Es probable que mucha gente desconozca que la figura que hemos adoptado para representar al infinito se denomina lemniscata –del latín lemniscus , cinta-. Con ese vocablo también se denominaba la divisa que acompañaba a las coronas y las palmas que se entregaban a los atletas vencedores de las antiguas olimpiadas, como recompensa honorífica.

Los primeros en aproximarse conceptualmente al infinito fueron los matemáticos hindúes –conocedores del cero– al intentar dividir un número cualquiera (n) entre cero. Si tenemos un objeto de unas dimensiones determinadas y lo dividimos en trozos más pequeños cada vez obtendremos una cantidad mayor de trozos, si estamos muy próximos a dividir por cero, el resultado será infinitos trozos .

El primero en representar al «ocho volteado» como símbolo de infinito fue un inglés del siglo XVII, John Wallis (1616-1703), que durante mucho tiempo fue el jefe criptógrafo del parlamento inglés. El símbolo apareció en su obra «De sectionibus conicis» (1655). Desde entonces no ha dejado de acompañarnos.

Como Wallis no explicó los motivos que le habían llevado a la elección de este grafismo, durante los siglos posteriores científicos desocupados esgrimieron las más abigarradas teorías. Una de las que más adeptos tiene defiende que la inspiración estuvo en la omega minúscula , la última letra del alfabeto griego, como metáfora del fin .

Un ocho en el cielo

Entre marzo de 2013 y marzo de 2014 dos físicos polacos –Maciej Zapiór y Lukasz Fakfrowski- se dedicaron a capturar tomas de un minuto de cielo, tres veces al día, desde Wroclaw (Polonia). El experimento lo realizaron con una cámara estenopeica, un dispositivo que se usa para registrar eclipses solares.

Al final del año pudieron observar que el Sol describía una curva llamada analema que es muy similar a la de una lemniscata . Este dibujo se produce porque el eje de rotación de la Tierra es oblicuo –componente del eje mayor- y porque la velocidad de traslación de nuestro planeta alrededor del sol no es constante –componente transversal-.

La posición más alta corresponde al solsticio de verano y la más baja al de invierno, mientras que el «nudo» o intersección de las líneas se relaciona con la posición solar durante los equinoccios de primavera y otoño.

Todos los planetas tienen su analema pero ninguno tiene la misma forma, el único que adopta una forma de infinito es el nuestro . Así por ejemplo, el analema de Marte, observado desde este planeta, tiene la grafía de una lágrima.

¡Que maravillosa es la conexión entre arte y naturaleza! En fin, como diría Buzz Lightyear: «Hasta el infinito y más allá…».

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación .

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