Un enorme e invisible objeto oscuro está haciendo agujeros en nuestra galaxia

Nunca hasta ahora se había descubierto algo similar. El misterioso impactador ha abierto una brecha en una gran corriente de estrellas

Una corriente estelar alrededor de la galaxia NGC 5907 R Jay Gabany (Blackbird Observatory) - collaboration; D.Martínez-Delgado(IAC, MPIA), J.Peñarrubia (U.Victoria) I. Trujillo (IAC) S.Majewski (U.Virginia), M.Pohlen (Cardiff)
José Manuel Nieves

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Un equipo de astrónomos del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, dirigidos por la investigadora Ana Bonaca, acaba de hacer público un descubrimiento escalofriante: una enorme «bala» oscura, oculta a nuestra vista, está haciendo auténticos estragos aquí mismo, dentro de nuestra galaxia. El misterioso objeto, que tiene una masa estimada de un millón de soles, no ha sido localizado directamente, pero ha podido ser identificado gracias a los «agujeros» que ha abierto en la corriente estelar más larga de la Vía Láctea, conocida como GD-1.

El hallazgo fue presentado por Bonaca durante la conferencia anual de la American Physical Society , celebrada hace apenas unos días en la ciudad de Denver. « Se trata de una bala muy densa de algo », dijo la astrónoma durante su presentación. Pero no sabemos de qué.

Las corrientes estelares son largas líneas de estrellas que se mueven juntas a través de la galaxia. Se suelen formar a partir de cúmulos globulares (densos «paquetes de estrellas» de formas redondedas) que chocaron en algún momento contra la Vía Láctea y que se «estiraron» debido a las enormes fuerzas gravitatorias de la galaxia, que las obligó a adoptar una forma lineal.

Normalmente, estas líneas de estrellas suelen ser continuas y sin interrupciones bruscas. De hecho, el único «agujero» que esperaban ver los astrónomos en esta corriente estelar se encuentra en el punto en que estaba el cúmulo globular antes de que la gravedad empezara a estirarlo y sus estrellas a alejarse en direcciones opuestas.

Arriba, aspecto real de la corriente estelar GD-1 en la actualidad. Debajo, aspecto de GD-1 debería tener tras el impacto de un gran objeto según los modelos informáticos. Ambos coinciden casi exactamente New Astrophysical Probes of Dark Matter, Ana Bonaca/GAIA

Pero Bonaca descubrió que GD-1 tiene un segundo agujero. Se trata de una brecha de bordes irregulares (que la investigadora bautizó como «el espolón de GD-1» ), y es como si algo enorme hubiera atravesado la corriente hace no demasiado tiempo justo en ese punto, arrastrando cientos de estrellas hacia su estela con su enorme gravedad. Según Bonaca, GD-1 fue alcanzada por esa gran bala invisible. ¿Pero qué fue exactamente lo que agujereó esa corriente estelar?

«No podemos compararlo con ningún objeto luminoso que hayamos visto -explicó Bonaca a la revista Live Science-. Es mucho más masivo que una estrella... algo así como un millón de veces la masa del Sol , de modo que, simplemente, no existen estrellas con esa masa. Podemos descartar eso. Y si fuera un agujero negro, sería un agujero negro supermasivo similar al que hay en el centro de la galaxia ».

¿Un segundo agujero negro supermasivo?

La existencia de un segundo agujero negro supermasivo en la Vía Láctea no sería del todo imposible. Pero si así fuera deberíamos estar viendo algún signo de su existencia, como los enormes y brillantes chorros de radiación emitidos por los discos de materiales que rodean a estos auténticos «monstruos» espaciales. Y no ha sido así. De hecho, hasta ahora no se ha encontrado ninguna galaxia grande con dos agujeros negros supermasivos en su interior.

Así pues, sin grandes objetos brillantes alejándose de GD-1, y sin prueba alguna de un segundo agujero negro supermasivo en la Vía Láctea, la única opción lógica que queda es que el objeto sea un gran «grumo» de materia oscura . Aunque eso, matiza Bonaca, no significa por fuerza que el misterioso impactador esté realmente hecho de materia oscura.

«Podría ser -explica la investigadora- que el objeto que golpeó a GD-1 fuera, después de todo, un objeto luminoso (hecho de materia ordinaria) que desapareció en alguna parte y que esté ocultándose en algún lugar de la galaxia».

Aunque eso, debido a su gran tamaño, parece altamente improbable. «Sabemos -prosigue Bonaca- que tiene entre 30 y 65 años luz de ancho , más o menos el tamaño de un cúmulo globular». Demasiado grande, pues, para ocultarse.

¿Rápido y pequeño o lento y grande?

Lo cierto es que los investigadores no saben cómo de rápido se estaba moviendo el objeto durante el impacto. Según Bonaca, en efecto, podría haberse movido muy rápido y no ser tan masivo (como una bala), o mucho más lentamente y ser, en cambio, muy masivo (como un martillo). Y sin tener eso datos resulta casi imposible saber dónde puede haberse metido el misterioso impactador después del «destrozo».

A pesar de la incertidumbre, sin embargo, la posibilidad de que sea un fragmento de materia oscura resulta tentadora . Porque nadie hasta ahora ha sido capaz de detectar materia oscura y los científicos, sencillamente, no saben lo que es esa misteriosa sustancia. Lo que sí sabemos es que el Universo parece comportarse como si la materia luminosa (la que sí podenos ver y que forma las estrellas y las galaxias) fuera apenas una pequeña parte de lo que hay «ahí fuera». Las galaxias, por ejemplo, permanecen unidas porque tienen algo muy pesado dentro, aparte de las estrellas visibles. Algo que aún no hemos sido capaces de descubrir, a pesar de décadas de esfuerzo.

Y ahora, esta densa bola hecha de algo invisible que se mueve a sus anchas por la galaxia y que atraviesa corrientes estelares podría proporcionar a los físicos un tipo nuevo y diferente de evidencia de que la materia oscura existe de verdad . Y no solo eso, sino que sugeriría que la materia oscura es «grumosa», y no contínua, exactamente igual que la materia ordinaria, que se agrupa para formar planetas y estrellas. De este modo, la materia oscura podría estar repartida en «trozos» irregulares repartidos por las galaxias.

Sea como fuere, de lo que no cabe duda es de que el descubrimiento de Bonaca es único en su género. Nadie, hasta ahora, había conseguido identificar algo así . Próximamente la investigadora publicará sus resultados en una revista científica.

Para realizar su trabajo, la investigadora se basó en los datos de la misión europea Gaia , cuyo objetivo es situar a miles de millones de estrellas de nuestra galaxia en un mapa tridimensional en el que también se aprecian sus movimientos. Gaia, en efecto, proporcionó el catálogo más preciso que existe sobre las estrellas que forman GD-1. Y eso fue lo que permitió a Bonaca localizar el inesperado agujero en la corriente estelar.

Ahora, la investigadora quiere buscar más «agujeros» en la galaxia, más lugares en los que algo grande e invisible parezca estar golpeando estrellas a su paso. La meta, eventualmente, sería la de conseguir un mapa en el que aparezcan todos los fragmentos de materia oscura que hay en la Vía Láctea.

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