La calle del Bisbe, situada en el antiguo barrio judío de Barcelona
La calle del Bisbe, situada en el antiguo barrio judío de Barcelona - yolanda cardo

Poder, sexo y corrupción en la Barcelona medieval

Miquel Esteve sigue la pista de los primeros banqueros en su novela histórica «El fin de los secretos»

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"Es un momento claro de la historia en que las finanzas y la política se maridan. Los hombres de negocios de Barcelona se hacen con el poder político para poder blindar sus cuentas de resultados", explica Miquel Esteve. Suena muy actual, pero no. El autor se refiere al siglo XIV, escenario de su libro "El fin de los secretos" (Ediciones B). Poder, dinero, sexo, ambición y corrupción tejen una historia ambientada en la Barcelona de los primeros banqueros por la que desfilan personajes reales y ficticios.

"Barcelona era entonces una ciudad convulsa, insegura, ahogada por el recinto de viejas murallas, cosmopolita, endeudada públicamente por las guerras entre Aragón y Castilla y la devastadora peste, dislocada por la lucha de poder entre el rey y la propia ciudad, con una judería que hacía negocios en el corazón de la ciudad (el Call), y una Iglesia que imponía una autoridad moral y estaba exenta de obligaciones terrenales pero tenía todos los derechos", explica el autor.

En su investigación, Esteve encontró a la familia Gualbes, "un linaje de comerciantes y cambistas que dominó la ciudad cerca de 80 años en el período bajo medieval y no tienen ni una sola calle en la ciudad de Barcelona dedicada". Pertenecían a los denominados “ciudadanos honrados”, una preburguesía que "para afianzar sus negocios entró en la política municipal para hacerse con las leyes y usos de la ciudad".

Los Gualbes tenían miembros en el Consejo de Ciento de la ciudad, mesas de cambio privadas, administradores en la Mesa de Cambio de la ciudad instalada en la Llotja (el primer gran banco público de Europa) y consiguieron la propiedad de dos de los tres burdeles oficiales de la ciudad de Barcelona.

El arranque de la novela es impactante: el 10 de noviembre de 1360, el cambista de la ciudad de Barcelona Francesc Castelló es degollado encima de su mesa de cambios acusado de insolvencia. "Las leyes de la ciudad y la corona de Aragón para con los cambistas eran así de severas. Paradójicamente hoy los banqueros han cometido fraudes enormes quedando impunes… Me sumergí en el periodo y descubrí que el cambista había sido el chivo expiatorio de una gran crisis financiera que afectó este período bajo medieval en la ciudad de Barcelona y que afectaba de forma también directa al responsable de las finanzas municipales, el clavario de la ciudad. Una crisis, por otro lado, muy parecida a la actual, con unos resultados también bien parecidos y unas recetas económicas también muy similares".

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