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La soga regresa con la Liga

Sergio respiró en Vigo, pero el impresentable 'ko' en Copa lo vuelve a subir al patíbulo

Sergio pide explicaciones en el banquillo de Balaídos.
Alfonso Carbonell

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'Un encuentro que nunca debió jugarse deja eliminado de la Copa del Rey a un Cádiz sin oficio ni beneficio'. Hasta ahí, el titular. A partir de aquí, sus consecuencias.

Había tomado aire Sergio en Balaídos. La buena imagen de su equipo en la primera mitad después de la calamitosa que dejó sobre el césped de Son Moix le hizo salir airoso de lo que era en toda regla un ultimátum generalizado. Una derrota ante un Celta en descenso, unida a la triste imagen ante el Mallorca, lo dejaban al borde del precipicio. Y él es el primero que lo asume. Hace ya unas semanas confesó en público que los números del Cádiz «eran de descenso». Y por tanto, de destitución. Pues bien, el arbitraje que penalizó notablemente al Cádiz en Vigo le servía a Sergio para exponer un temor real, su cargo. Desde la moderación y la humildad que se le caracteriza expresó en la sala de prensa de Balaídos lo que era más que una amenaza. «Nos están midiendo de una manera distinta a los demás. Nos están metiendo un estigma de faltas, de que perdemos tiempo... Entonces la sensación es que la vara de medir al Cádiz y al resto es distinta. ¿Por qué es eso? No me gusta esa sensación. El árbitro debe ser juez, debe ser objetivo y ver lo que pita. Me da un poquito de rabia. El árbitro tiene que tener en cuenta que a mí me pueden echar. Por alguna acción determinante en la que no están acertados me pueden echar y puedo perder mi trabajo. Nosotros nos jugamos la vida y ellos su prestigio, es lógico, pero nos jugamos nuestro puesto con la familia detrás y todo lo que eso significa. Eso lo tiene que tener en cuenta». Sus palabras pesan oro y hay que tenerlas muy en cuenta para conocer lo que se cuece dentro de una personalidad y un carácter que cala a las primeras de cambio.

Quizás por ello, o no, su presidente salió al paso de estas declaraciones esa misma noche del partido en Balaídos en la típica 'tournet' radiofónica que suele hacer Vizcaíno cada vez que se siente en la obligación de salir a defender a su club. Por eso mismo, en El Larguero de la Cadena Ser, el mandatario sevillano mandaba un mensaje de calma y confianza a su entrenador, al que había escuchado previamente. «Dice que le podía haber echado si perdía el equipo, aunque no es cierto», precisó el máximo responsable del club.

Y es verdad. Manuel Vizcaíno ha demostrado con hechos que no es partidario de hacer cambios en el banquillo así por así. A Cervera lo mantuvo y no fueron pocas las malas rachas que se pasaron con el señor de las gafas al frente del equipo. Y más cerca, también mantuvo a Sergio al inicio de la campaña pasada cuando el Cádiz había perdido los primeros cinco encuentros sin haber metido un solo gol hasta que llegó la sexta jornada y la milagrosa victoria en Pucela que salvaba la cabeza de Sergio. Porque también en aquella situación ha pasado una cosa muy parecida a la actual. Fue el mismo Sergio el que tanto pública como privadamente confesaba que era consciente de que una derrota ante el Valladolid lo dejaba sin trabajo. Al final, se ganó y Vizcaíno no tuvo que salir al paso de esas palabras porque el once amarillo comenzó a encarrilar la situación. Sin embargo, pasado el tiempo, también el presidente cadista comentaba cada vez que salía esa conversación que no, que por mucho que lo dijese Sergio, él no tenía pensado echarlo en ese momento.

Pero ya se sabe, el fútbol es cambiante y volátil y lo que hoy es negro mañana en blanco. Y sí, la sensación otra vez es que con la vuelta de la Liga la soga regresa y Sergio se vuelve a subir en el mismo patíbulo del que se bajó en Vigo.

La esperpéntica derrota ante un colista de tres categorías inferiores ha hecho un daño feroz a la imagen del equipo. Y también del entrenador. Porque si en Vigo dieron la cara por él los titulares, todo lo contrario ha ocurrido con los suplentes ante un recién ascendido a Segunda RFEF. Esa es la sensación que impera y esa sensación es letal para cualquier entrenador.

Por eso, se vuelve a repetir la escena de esta semana atrás aunque sin que se vayan a jugar tan de seguido como se jugaron los encuentros ante Mallorca y Celta, ambos acabados en tablas de salvación para Sergio. ¿Qué pasó para que se llegase a esa situación de ultimátum? Pues algo muy parecido a lo ocurrido el pasado jueves en Aranda de Duero. El equipo seguía sin convencer a nadie, no ganaba ni gana desde el 1 de septiembre, pero además de todo ello llegó el duelo de infausto recuerdo en Getafe, donde se pierde ante un rival que juega toda la segunda parte con uno menos. Como es fácil de imaginar, el entorno se convierte en un volcán y el debate de la destitución de Sergio se pone sobre la mesa de cara a los dos encuentros claves ante rivales directos. Pues bien, sin un juego para tirar cohetes, lo cierto es que el último empate en Vigo le da crédito a Sergio, que ve como la distancia con el descenso sigue estando controlada. Se recupera la paz, se achican las críticas y se afronta con calma el trámite de la copa cuando... ¡el equipo vuelve a explotar!

Toda la tranquilidad ganada por el empate en Vigo salta por los aires y la soga que se quedó aparcada en Balaídos se recupera para los dos siguientes envites del equipo ante el Osasuna en Carranza y Las Palmas en el Gran Canaria, donde de caer ante el once navarro podría estar el futuro de Sergio González al frente del Cádiz.

El fútbol da muchas vueltas, pero la voltereta ante el Arandina han puesto a poner en un brete a un entrenador que se la vuelve a jugar.

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