Cádiz CF

Entre risas y bromas, un intento de suicidio

El excadista Cherno Samba recuerda en un libro su paso por el club gaditano, donde creía que iba a ser feliz...

Samba, en su casa de Cádiz, con el libro de Ronaldo en la mesita de estar. l. v.

Alfonso Carbonell

Muchos jóvenes cadistas ni lo recordarán y otros ni le pondrán cara puesto que ni jugó a las órdenes de Víctor Espárrago en la temporada en la que el Cádiz CF ascendió a Primera en Chapín. Eso sí, el jugador de origen africano nacido en Gambia y con pasaporte inglés -de hecho, fue internacional en categorías inferiores- se hizo querer gracias a su carácter jovial y siempre bondadoso. Samba sólo repartía sonrisas de puertas para fuera, pero por dentro estaba hecho un solar. Así lo ha contado recientemente en un artículo que ha escrito el exfutbolista en la revista

Samba, posando para una entrevista.

'FourFourTwo'.

Alberto Benito, entonces director deportivo de ese exitoso Cádiz CF, lo descubrió en la Championschip Manager, una competición que significó el trampolín al abismo del bueno de Cherno. Ese torneo «permanecerá conmigo por el resto de mi vida. Probablemente fui el internacional juvenil de Inglaterra más famoso en el país en algún momento, pero necesitaba a alguien en mi caso porque era superior a todos los demás en mi grupo de edad. Cuando fracasó una gran mudanza a Liverpool, me derrumbé en el piso de mi cocina y lloré hasta que no me quedó nada. Mi apetito se había ido. Cuando fui a España en 2004, sentí que había fallado en mi propio país. Fue entonces cuando la depresión se apoderó de mí. No quería estar más aquí. Quería acabar con todo», escribe.

Ya en Cádiz, parece que el panorama le iba a cambiar y que por fin volvería a ser feliz. «Fiché por el Cádiz de la Segunda División española. Era el sueño de cualquier joven: mi apartamento daba a la playa, hacía buen tiempo, buena comida y el estilo de fútbol me gustaba . Me pagaban bien y fue un momento fascinante para dar ese paso», recuerda con gratitud un jugador que estuvo entrenando todo aqel año a la vera de los Pavoni, De Quintana, Fleurquin, Armando, Oli, Varela, Velázquez y tantos otros. Sin embargo, la diferencia de edad, el idioma y las distintas aficiones de un vestuario tan hetereogéneo como aquel no le resultaron fácil de llevar.

Samba, con Nenad y Enrique, en un gimnasio cercano a Carranza. l. v.

Samba se refugió en el corazón cálido de tres compañeros de vestuario que se volcaron para que su adaptación no fuera el infierno que finalmente fue. El hoy secretario técnico del Cádiz CF, Enrique Ortiz, era uno de ellos. El de Azuaga, que había llegado medio año antes al club, se encontraba en los inicios de una carrera inolvidable en el Cádiz CF. Junto al extremeño y Samba estaba el colombiano Julián de la Cuesta, que también se esforzó en que el joven disfrutase del día a día en el club cadista. Y como no, Nenad Mirosavljevic, que renqueaba con el castellano como el inglés y no sabía decir que no a ninguna propuesta que se le hiciera con tal de agradar. Un buen ejemplo de ello fue una foto que le realizó un medio deportivo en el que posaba con los mismos comics de Mortadelo del que poco después abominó y que incluso el club tuvo que hacer un comunicado pidiendo a la prensa que no se denominase como al personaje de Francisco Ibáñez. Así eran ellos, alegres y complacientes.

Y es que tampoco era raro ver a Samba acudir a actos del club en los que se requería la presencia de algún futbolista del club. Y claro, esas cosas no suelen ser fáciles de conseguir en un gremio tan afamado como el de los futbolistas y por eso mismo no era raro ver cada dos por tres en colegios, charlas, programas, hospitales o cabalgatas de Reyes organizadas por peñas o colegios. Y para allá que se mandaba a Samba, que a pesar de no jugar un solo minuto en Liga, era el chico de los recados para que el club pudiese 'cumplir' con las peticiones de colegios, peñas, centros médicos o cualquier otro colectivo.

Por su color de piel, en Navidad estaba cantado que Samba sólo tenía una sonrisa en la cara para enfundarse el traje de rey Baltasar , como en una ocasión que acompañó al entrenador Manolo Rueda y a su compañero Alejandro Varela al colegio Domingo Savio.

De Baltasar, con Manolo Rueda y Alejandro Varela. l. v.

De hecho, parece que fue hasta Navidad cuando Cherno se sintió estar bien en Cádiz tal y como cuenta en su artículo. «Pero después, de tres a seis meses, comencé a sentirme aislado, herido y estaba pensando en volver a Liverpool nuevamente. Sudaba por la noche y no podía dormir. Cuando finalmente lo hice, tuve pesadillas. Estaba viendo a mis compañeros de Inglaterra jugar semana tras semana en la Premier League y pensé que había fallado en mi propio país. Seguía siendo un habitual de Inglaterra Sub-19 y esperaba irme con ellos. Se sentía como mi club, igual que Millwall en mis primeros años allí».

La vida se le torcía a Samba y aprovechando el mercado de invierno, y viendo que no tenía opciones alguna de jugar en un Cádiz CF que estaba en estado de gracia, intentó salir sin fortuna y dándose de bruces con una depresión que se le volvía a aparecer. Y esta vez, solo, muy solo. «Fue entonces cuando la depresión se apoderó de mí, el deporte me estaba enterrando vivo. Estaba tan amargado con la vida. ¿Por qué no podía ir al club que quería? En el transcurso de algunas semanas, iba a la sala de fisioterapia y tomaba tantas tabletas como pudiera . Me sentí desesperado. Un día tomé una sobredosis para intentar acabar con mi vida. No quería estar

Samba salió en la revista del ascenso de LA VOZ: l. v.

más aquí. Fue horrible», cuenta.

Esa experiencia tan negra le sirvió para escribir un libro. «La mayoría de la gente se enteró de mi intento de suicidio cuando escribí mi libro, porque interioricé todo. No hablaría con nadie. Me volví extremadamente bueno en disfrazar lo que estaba pasando dentro de mí , pero me dolía. Hacer el libro fue mi terapia. Finalmente lo dejé ir, y una vez que comencé a abrirme, no pude parar. Era como si me hubieran quitado el mundo de encima. Me sentí listo para hablar sobre todos esos tiempos y experiencias oscuras».

Tras su paso por el Cádiz CF, probó fortuna en el Málaga B, donde tampoco destacó. Y de la Costa del Sol regreso a su país para jugar en el Plymouth Argyle FC (Inglaterra) y Wrexham FC (Inglaterra). después jugó en el FC Haka (Finlandia), Panetolikos FC (Grecia) y FK Tønsberg (Noruega).

Samba estuvo estudiando castellano en Cádiz. l. v.

A lo largo de su carrera futbolística, Samba ha podido ver muchas cosas que no le han gustado, como su relación con las marcas al comienzo de su carrera. «Sentí que me estaba convirtiendo en una mercancía. Fui patrocinado por Nike, así que mis compañeros querían que fuera a Nike Town y les comprara lo que quisieran. Los agentes eran peores: recuerdo que uno les ofreció a mi mamá y a mi papá 50.000 libras esterlinas solo para cuidarme. Eso sigue siendo mucho dinero ahora, pero en aquellos días era algo serio. Mi papá no entendió: estaba pensando, 'Espera, deberíamos pagarte para que cuides de nuestro hijo y sus intereses, no tú pagándonos a nosotros'. Estaba ganando alrededor de mil dólares al mes, así que fácilmente podría haber tomado el dinero, pero es un hombre de principios y pensó que era una traición para mí si aceptaba».

Al igual que el fútbol se lo dio todo, también se lo quitó, pero Samba solo tiene palabras de agradecimiento a un deporte que lo sacó de muchos mundos más negros. «Todos los días, tenían que sacarme del campo a rastras. Puede que solo hayan sido unos meses, pero mi tía y mi tío jugaron un papel importante en mi infancia, cuidándome mientras mis padres estaban fuera. Hasta el día de hoy, todavía trato de cuidarlos. El fútbol me mantuvo alejado de las calles . Hubo otras influencias, incluso de mis compañeros que decían: '¿Por qué te vas a jugar al fútbol? ¿Por qué no vienes a pasar el rato? Me apegué al fútbol, afortunadamente, por mis padres: mi padre era muy estricto y sabía que no debía ponerme del lado equivocado», recuerda sobre sus inicios en la carta escrita para el medio deportivo.

Samba no se enfundó la elástica amarilla, pero seguro que dejó huella en todo aquel que lo trató . Y ahora, la cuenta.

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