Juan José Conforto: «Venir de un pueblo no limita, enseña a aprovechar cada oportunidad»
Gaditano de 24 años y con una brillante trayectoria académica, Juan José Conforto, natural de Jimena, acaba de iniciar una nueva etapa en la Universidad de Nueva York, donde cursa un máster en Derecho Corporativo y Sostenibilidad gracias a una de las prestigiosas becas de posgrado en el extranjero de la Fundación “la Caixa”. Su historia es una de esas que reconcilian con la idea de que el esfuerzo, la constancia y el amor por aprender pueden abrir todas las puertas. «Venir de un pueblo pequeño no te limita. Te enseña a aprovechar cada oportunidad».
Juan José creció en un entorno marcado por la fortaleza y el ejemplo. «Mi madre ha sido siempre mi referente —cuenta—. Sacó adelante a mi familia en circunstancias muy difíciles. Mi padre falleció cuando yo tenía dos años y ella se quedó sola con nosotros. Volvimos a Jimena, donde estaba la familia materna y allí he crecido», explica con una mezcla humildad y determinación.
Estudió en el colegio público de Jimena y en el instituto del pueblo. «Siempre digo que soy producto de la educación pública, con sus deficiencias, sí, pero también con sus virtudes. Hay que alabar que funcione, que permita que chicos y chicas como yo podamos salir adelante».
Desde pequeño tuvo claro que los estudios serían su camino: «Siempre he sido muy responsable y he sacado sobresalientes. Sabía que la forma de ganarme la vida sería a través del esfuerzo y del estudio». Pero su reflexión no se queda en la anécdota personal. «En los pueblos, uno de los problemas que tenemos los jóvenes es la falta de referentes profesionales. En lo personal yo sí los he tenido, empezando por mi madre. Pero en lo profesional es más complicado. Por eso me gusta pensar que este tipo de historias pueden servir a otros jóvenes para ver que hay oportunidades fuera de su casa o de su pueblo».
A los 18 años, Juan José se marchó a Madrid para estudiar Derecho y Estudios Internacionales en la Universidad Carlos III, una institución pública que, según explica, «me abrió el mundo». Allí participó en debates, seminarios y programas de intercambio. «Todo empezó casi de casualidad —recuerda—. En primero de bachillerato el director del instituto nos propuso ir tres días a un debate a la Carlos III. Fui con seis compañeros de Jimena y me encantó. Cuando volví, le dije a mi madre que quería estudiar allí». Su etapa universitaria estuvo marcada por la excelencia y la curiosidad. Realizó estancias en la Universidad de Berkeley (California) y en Bruselas, dos experiencias que reforzaron su vocación internacional. «Al principio quería ser diplomático, pero con el tiempo me di cuenta de que mi camino estaba en la abogacía, especialmente en el ámbito de la sostenibilidad corporativa», explica.
Otra de sus claves ha sido la formación en idiomas. «El inglés es fundamental», afirma. «Y creo que es una de las grandes carencias que tenemos en los colegios públicos. Mi madre siempre me inculcó que tenía que aprenderlo, así que desde pequeño estuve en academias. Me saqué el B2 con 15 años y el C1 con 18, antes de llegar a la universidad. Luego estudié también francés hasta alcanzar un buen nivel». Sus palabras están cargadas de conciencia y de realismo. «No todo el mundo tiene las mismas facilidades. Pero si algo aprendí en casa es que cuando uno quiere algo de verdad, lo busca y lo trabaja. Mis padres me enseñaron que el esfuerzo siempre acaba teniendo recompensa».


La beca de la Fundación ‘la Caixa’ ha sido «una oportunidad que te cambia la vida». El proceso de selección es exigente y competitivo: «Cada año se presentan más de mil solicitudes y solo conceden unas cien para todas las disciplinas. Pasas por una primera criba con cartas de recomendación y un ensayo personal, y luego por una entrevista con un comité de expertos que te examinan a fondo. Es un proceso muy serio», explica.
El día que recibió la noticia lo recuerda como uno de los más emocionantes de su vida. «Sabía la fecha exacta en la que salían los resultados y quise vivirlo en casa. Cogí un tren de Madrid a Algeciras para que me recogiera mi madre. En mitad del viaje, justo entrando en la estación de Ronda, me conecté y vi en la pantalla que me habían concedido la beca. Me puse a llorar en el tren y la gente pensaba que me pasaba algo. Pero no, estaba celebrando que me habían dado la beca».
Esa emoción se mezcla con una profunda gratitud. «Yo vengo de una familia muy humilde. En la vida habría podido permitirme estudiar aquí. La beca te abre un horizonte nuevo, te permite soñar en grande. No es solo dinero; es una confianza inmensa en ti. La Fundación ‘la Caixa’ invierte en personas, te apoya y cree en ti de una manera que pocas instituciones hacen».
El máster que cursa en Nueva York se centra en la sostenibilidad de las empresas, un campo que considera clave para el futuro. «Quiero dedicarme a eso, a ayudar a que las compañías sean más responsables con el planeta y con las personas. La transición verde no es una opción: es una necesidad», sostiene.
Aunque hoy vive en Estados Unidos, tiene claro que su futuro pasa por volver a casa. «Volveré a España, volveré a Cádiz. No sé si será justo después del máster o un poco más tarde, pero seguro que volveré», afirma con convicción.
