“Es una gota de agua, pero ayudará a estos niños a vivir con dignidad”

Antonio Barrones, de la asociación Siloé, regresa a Mozambique cada año para ayudar en la formación y la educación de este humilde orfanato en Munhava

"Somos una gota de agua, pero en nuestra burbujita sí que hemos notado cambios". Antonio Barrones y la asociación Siloé de Jerez representan esa máxima de que 'un grano no hace granero, pero ayuda al compañero'. Van a cumplir dos décadas bajando al sur, a África, a Mozambique. Uno de los países más pobres del mundo, maltratado, vapuleado, explotado y masacrado. Allí donde nada es casi todo y algo es mucho.

En 2004 iniciaron esta aventura con la construcción de un orfanato en el barrio de Munhava, en los suburbios de la ciudad de Beira. 19 años después, aterrizan para proseguir su labor de cooperación en un lugar al que ahora pueden llamar hogar.

Con Antonio, enfermero del SAS, viaja su compañera Esther Pozo y se le sumarán dos dentistas: José Manuel Visuerte, del Distrito de Atención Primaria Bahía de Cádiz-La Janda, y José Antonio Cortés, del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla. Durante estas semanas desarrollarán una labor de atención pero sobre todo de formación. "La educación es clave para que estas personas puedan vivir, con mejor salud y con dignidad", comenta Antonio. "No tendría sentido empezar a vacunar, eso debe ser un programa a nivel nacional. Nosotros vamos formando a gente porque la base es la educación. Un individuo, un grupo, formados, se desarrollan mejor a todos los niveles".

Comparten su experiencia, enseñanzas y consejos con aquellos interesados en convertirse en profesionales sanitarios o quienes ya ejercen en esta área, donde sólo hay un centro de salud para un núcleo de 120.000 habitantes. Pero sobre todo ofrecen lecciones básicas asumidas en nuestro primer mundo y sin embargo con deficiencias en estos márgenes. "Son cosas básicas. La higiene en las bocas y las manos, la maternal, pequeños detalles con los que conseguimos grandes resultados". El objetivo general de este proyecto es contribuir a atenuar la situación de analfabetismo y falta de profesionalización de la población.

Han llegado "con poca ropa y menos objetos personales", pero cargados de ilusión, esperanza, y material educativo y sanitario. Impartirán cursos, talleres, conversaciones. Son conscientes de que en su limitado radio de acción se aprecia una enorme recompensa. "El entorno, el barrio, está prácticamente igual que hace 20 años. Sólo se nota mucho más tráfico, mientras que en la ciudad, entre la miseria, han surgido nuevos edificios y sobre todo tiendas y comercio. En nuestro centro de acogida, empezamos con 90 niños, algunos de entre 3 y 4 años. Ahora, nos llegan fotografías de que algunos de ellos, con una pequeña ayuda, lograron la formación completa, tienen su puesto de trabajo, nos mandan imágenes con sus uniformes de enfermeros y lo han conseguido".

"Aquí los niños gozan de educación y cuidado, y si lo aprovechan bien, vivirán con dignidad", reflexiona Barrones.

Desde 2004, la asociación Siloé ha estado presente en Mozambique, con el triste paréntesis obligado tanto por la pandemia del covid como por el paso de un ciclón arrasador. Fue hace 19 años cuando conocieron las necesidades de esta zona, los problemas de tantos niños abandonados y con el SIDA haciendo estragos, y por ello decidieron intervenir. Gracias a la financiación ganada a través de un concurso levantaron el orfanato y desde entonces actúan con el apoyo tanto de los padrinos y madrinas de la entidad como de la colaboración de entidades públicas y privadas. "Mi deseo es que alguna vez podamos tener la tranquilidad de que este centro se financie sin problemas a través de los padrinos", pues hay años en los que conseguir esta financiación (de 4.000 a 6.000 euros mensuales) se convierte en una odisea.

Antonio seguirá volviendo, cada año, a Mozambique, mientras "aguanten  la ilusión, las ganas, y sobre todo las fuerzas". Lo dice convencido de que el relevo generacional está asegurado, que muchos que le acompañan en este camino, al dar sus primeros pasos, entienden la necesidad y la gratificación. "Cada año va llegando gente nueva y lo notan, lo puedo ver en sus ojos: es un granito de arena, pero ese apoyo permitirá que muchos niños puedan vivir con dignidad".

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