La fachada principal es un lienzo de grafitis hace años. :: FRANCIS JIMÉNEZ
infraestructuras

Puerto América: 20 años de nada

El edificio de la Punta de San Felipe cumple dos décadas de abandono totalEl 19 de marzo de 1992 se inauguró de forma provisional para Mundo Vela y a finales de aquel abril quedó totalmente desocupado hasta hoy

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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«Será como unos Juegos Olímpicos multiplicados por diez». Y se quedó tan pancho. José Roldán, director del Consorcio Mundo Vela 92, creado en 1989 por la Diputación Provincial para organizar los Campeonatos del Mundo, tres años después, en varias categorías olímpicas de regatas, dejó esa frase para las traicioneras hemerotecas en el 'Abc' del 17 de mayo de 1991. Se le hacía una entrevista en la que se anunciaba lo que sería el evento.

Era una prueba deportiva de alcance mundial, que presentaría a Cádiz como el mejor campo de regatas de Europa, que aliaba institucionalmente a la Junta, los ayuntamientos de Chipiona, Sanlúcar, Rota, El Puerto, Puerto Real, San Fernando, Chiclana y Cádiz.

Una cita que dejaría una herencia de infraestructuras fantásticas que se transformarían en herramientas para crear riqueza, empleo, para ofrecer servicios turísticos y consolidar recintos deportivos en los que nuestros niños entrenaran para crecer sanos y felices. Las palabras de José Roldán, que ahora no tienen un pase como casi todo lo publicado en cualquier ámbito hace unos años, se referían a la repercusión y a los equipamientos que dejaría el evento, comparables, a su criterio, a los de Barcelona 92, que estaba en el horizonte y la mente de todos por entonces.

La joya, tirada, de la corona

Entre la herencia que Cádiz recibía de la cita estaba Puerto América. El edificio, en la explanada de la Punta de San Felipe más lejana a la ciudad, en suelo ganado al mar, era contigua al puerto deportivo del Club Náutico de la capital y estaba llamado a convertirse en un gigantesco centro dedicado a la vela. El Ayuntamiento, entonces bajo la dirección del socialista Carlos Díaz, recibió en 1990 una concesión por 25 años sobre la parcela de 9.400 metros cuadrados, que contaba con un edificio de cuatro alturas con una extensión construida de 7.000. Un presunto palacio consagrado a los deportes del mar.

El 19 de marzo de 1992 se inauguraba formal y parcialmente. Un Manuel Chaves con mata de flequillo, más joven aunque algo más grueso. Un Felipe de Borbón, participante regio en las pruebas, con aspecto juvenil, que aún no conocía siquiera a Eva Sanumm, aparecen en las fotos junto a las autoridades locales y provinciales.

La Ciudad del Mar (nombre pomposo y oficial que pronto cayó en desuso frente al coloquial Puerto América) lucía limpio y ordenado, aunque precipitadamente abierto. Más de 20 hangares se llenaron de barquitos y velámenes. Las 14 salas del recinto quedaron abiertas para posibles reuniones de técnicos y jueces, para ruedas de prensa condenadas a ser minoritarias.

La mitad de esas habitaciones, acondicionadas a la última tecnología de entonces (enchufes, línea telefónica y línea informática fija) quedaron siquiera sin usarse una sola vez. Grandes salas vacías, alfombradas con teca traída del lejano oriente, un toque de distinción en el diseño del arquitecto Rafael Otero para las salas mayores que ni una vez llegaron a abrirse.

Terrazas, cafetería-restaurante y comedor acristalados, sobre una atalaya que permitía observar toda la Bahía de Cádiz si la luz dejaba abrir los ojos. Una zona social y hostelera que apenas sumaría un millar de visitantes durante los 15 días de actividad que tuvo.

Porque con el final de marzo de 1992, llegó el final de Mundo Vela. En abril, comenzaron a llevarse las cosas, la mitad del recinto que había tenido actividad (una parte ni siquiera podía usarse por no estar terminada) se fue vaciando. Empezaron las promesas, las especulaciones, las dudas. ¿Qué hacemos ahora con ésto? se escuchó antes de que comenzara el verano de 1992. Cuando está a punto de comenzar el de 2012, la casilla de la respuesta sigue en blanco. Han transcurrido cinco olimpiadas, es decir, 20 años, dos décadas, cuatro lustros, y todo sigue como se quedó pero con el peso del deterioro y el abandono.

Pintadas, roturas, óxido, jaramagos, graffitis, destrozos, desperfectos y mierda por doquier. Los años fueron pasando, todo se fue poniendo viejo como dice la canción del trovador. Cambió el signo político del Ayuntamiento, se fueron sucediendo los consejeros, los presidentes de la Diputación, al cabo, hasta el de la Junta cambió.

La Diputación de Cádiz, presidida por Francisco González Cabaña (PSOE), disolvió ya en el siglo XXI el Consorcio Mundo Vela. Por supuesto, según la hemeroteca de 2004 entre críticas y denuncias de melodía clásica, un estándar imperecedero: «Supuestos impagos a proveedores, deudas desorbitadas, despilfarro, chanchullos contables, facturas infladas, viajes y gastos injustificados e inexplicables, además de una desorganización permanente» dejó dicho la ya por entonces diputada provincial del PP Patricia Ybarra.

La lista de los planes muertos

Durante la década de los 90 y la primera de los 2000, un desfile incesante de proyectos fallidos, de ideas más o menos confesables: un magnate mexicano (y uno griego) haciendo visitas secretas para un hotel, la posible sede de Puertos de Andalucía, un acuarium que no llegó... Todo al traste. Cada vez con menos reflejo en los medios las propuestas porque, como la gente, cada vez creen menos en una solución, se han acostumbrado al desperdicio, al monumento al abandono. 20 años se cumplen de que se cortó la cinta. Queda inaugurado este olvido, este despilfarro, esta historia de lo que iba a hacerse y no se hizo.

En junio de 2010, cuando el fracaso colectivo, de todos los partidos y varias instituciones cumplía 18 años, hubo un amago. La alcaldesa admitió en público la evidencia de que la zona estaba «muerta» y utilizó una paliativa primera persona del plural para asumir que «nunca hemos encontrado el camino» para darle uso a una zona de ubicación privilegiada en una ciudad sin suelo.

Tras casi 18 años de quejas cruzadas, trabas burocrácticas y planes empresariales o institucionales frustrados, el edificio abandonado parecía resucitar. Había una esperanza para dar vida lúdica, administrativa, turística, comercial o deportiva al recinto. Tres de las administraciones implicadas en la construcción y frustrada explotación del inmueble y su entorno se ponían de acuerdo, al fin. Era junio de 2010. La consejera de Obras Públicas y Vivienda, Rosa Aguilar; Teófila Martínez; y el presidente de la Autoridad Portuaria Bahía (APBC), Rafael Barra, firmaban un protocolo de colaboración. La consejera se hizo ministra pocos meses después y todo se paralizó (capítulo 1.874). La concesión realizada desde la Autoridad Portuaria al Ayuntamiento expira en 2015. Si no se ha producido avance en 20 años, qué mas da esperar tres.

La historia se quedó, en 2010, con esa publicitada reunión tripartita, en crear, otra vez, un consorcio (o sociedad mercantil) en un plazo de seis meses. Han pasado 24 y nada. El Ayuntamiento, en un acuerdo plenario de noviembre, lo recordó y metió prisa. Pero ahora toca esperar al nuevo consejero.

Mientras, la Ciudad del Mar y su entorno, Puerto América, celebran este mes un 20 cumpleaños en el que, por no haber, ya no habrá ni velas.