Los profesionales trabajan con la familia, no solo con los niños, para que todos aporten a la terapia y se pueda reconducir la conducta. :: L. V.
CÁDIZ

«Hay que educar a los padres para que ayuden a sus hijos»

Crecen los problemas de conducta entre los menores, que precisan de un mayor control en los hogares

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Educar a los padres para que puedan educar a sus hijos. Esa es la receta para superar un trastorno de conducta que siguen muchos profesionales. El psicólogo infantil Ramón Piñeiro atiende a diario este tipo de problemas en su consulta. Desde hace varios años ofrece asesoramiento profesional en el centro Psicología y Logopedia de Cádiz y ha visto crecer el número de familias que piden ayuda para superar un trastorno de conducta de sus hijos. «Prácticamente el 70% de los casos que atendemos son por este motivo y todo indica que el problema se extiende».

El experto señala que los niños «llegan con una conducta negativista y desafiante hacia sus padres». La edad de los pequeños no ha dejado de bajar y si antes la mayor incidencia se situaba entre los diez y los doce años, ahora aparece en escolares de entre cuatro y seis.

La labor de los psicólogos infantiles continúa a partir del diagnóstico médico. Piñeiro resalta que «la terapia se suele hacer en familia y se trabaja mucho con los padres». La conducta de los menores es, en ocasiones, un reflejo de lo que viven en casa, por lo que hay que eliminar ese factor de riesgo. «Trabajamos con ellos hasta que vemos que pueden continuar solos con sus hijos -indica el psicólogo- pero eso no significa que la terapia termine ahí, ellos tienen que seguir la labor con los niños».

Las técnicas que utilizan son de modificación de la conducta, especialmente la que mezcla psicología cognitiva y conductual. Cuenta Piñeiro que «enseñan estrategias a los padres para que las apliquen en casa y se hace seguimiento de los avances en las consultas posteriores».

Entre las conductas a modificar, lo más habitual es procurar que «coman en la mesa, usen los cubiertos, asearse a diario o que no griten». Y a la hora de planteárselo al pequeño, «hay que transmitirle conceptos claros, no pedirles que sean bueno o que se porten bien, porque ellos no pueden comprenderlo».

Tiempo de terapia

El tiempo que dura una terapia puede variar en cada caso, pero por lo general la media oscila entre tres y cuatro meses. «Es lo propio del programa», señala Ramón Piñeiro. «Hay casos es los que es necesario estar más encima y una mayor supervisión», indica. Eso no significa que en tres meses el problema esté superado, ya que «son los padres los que tienen que continuar trabajando con ellos y no volver a los hábitos anteriores».

En todo el proceso es importante la estrategia comunicativa. En el hogar se cometen errores como ceder ante los gritos. «Si el padre grita, el niño seguirá gritando», aclara el experto. El aprendizaje puede durar años.

Otro de los aspectos que presentan las familias que recibe es la sobreprotección. «Eso ocasiona un efecto contrario a lo que se espera», indica. Los menores se confían y, por lo general, el más protector resulta siendo también el más débil, con lo que pierde la autoridad ante el menor que se aprovecha de la situación. En los casos más extremos, puede ser víctima incluso de maltrato por parte del niño.

Por desgracia, «esto es una situación que empieza a ser recurrente». En este caso, explica que se ha pasado de «un sistema autoritario a un libertinaje muy permisivo, en el que los menores tienen prácticamente de todo. Los padres no saben poner límites ni corregir al niño, que por naturaleza es egoísta y debe aprender una serie de normas de conducta». Y ofrece un consejo: «establecer un sistema de recompensas, que sepan que no lo tienen todo con solo pedirlo».