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El bisabuelo de Google

'El Redactor General' recogía lo más relevante de la Prensa del DoceEl editor de este periódico hizo el negocio de su vida con la fórmula, entre las protestas de los diario plagiados

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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¿Qué tienen en común la pareja formada por el judío Larry Page y el ruso Sergey Brin, los fundadores de Google, con Pedro Daza de Guzmán, editor de 'El Redactor General'? Pues que ambos compartían la misma visión de negocio: para qué gastar dinero en periodistas y colaboradores cuando se puede copiar lo mejor de cada publicación.

A eso se dedicaba, sobre todo, este periódico, uno de los más interesantes de la época, según Ramón Solís aunque no el más popular, ni de lejos. 'El Redactor General', fundado por Dazia de Guzmán (al que apodaban 'Gafas') era uno de las decenas de periódicos que surgieron en Cádiz en la época de las Cortes.

No es que antes de que se reunieran los diputados en Cádiz no hubiera Prensa, pero sí es cierto que el periodismo -tal y como lo conocemos hoy- surgió aquí, como un instrumento de crítica al poder y no un mero transmisor de datos. Es lógico que así fuera teniendo en cuenta que la libertad de imprenta nació en la Isla de León y que la democracia, entendida como el sistema político por el que se rigen unos ciudadanos, con una Constitución, también tiene su origen en tierras gaditanas.

'El Redactor General', como muchos otros, no duró mucho tiempo. El primer número salió el 15 de junio de 1811 y el último, el 31 de diciembre de 1813. Es cierto que reproducía los mejores artículos que habían publicado otros: 'El Conciso', 'El Diario Mercantil', 'El Diario de la Tarde'... Para Dazia, se trataba de una cuestión de objetividad. Por aquella época los periódicos recogían la opinión exclusiva de su fundador (más incluso de lo que sucede hoy en día) y por eso se enzarzaban en polémicas, algunas de carácter personal, llegando a los insultos y las humillaciones. Dazia consideraba que hacer un resumen de lo mejor de cada periódico era lo mejor para hacer llegar a los lectores lo más interesante. Además, era un negocio redondo. Es obvio que su llegada al mercado no fue recibida con alegría. 'El Diario Mercantil' dice que 'El Redactor' será la ruina de los demás. 'El Conciso' también lo ataca, pero las peores críticas llegan del bando servil (conservador), que directamente lo califican de «estercolero de Cádiz».

Pero tampoco es que Daza provocara la caída de los demás. No se puede decir que a 'El Conciso', por ejemplo, (el más popular de la época) le fuera mal. Llegó a hacer tiradas de 2.000 ejemplares lo que era mucho no sólo para la población que tenía entonces la ciudad, sino también contando con los que sabían leer, que no llegaban ni a un 10%. 'El Conciso' era el periódico de izquierdas de la época. Tomando las oportunas licencias, sería el equivalente a la filosofía que hoy tiene 'Público'. Los había mucho más kamikazes, como 'La Abeja', que se apuntó la primera exclusiva (scoop, como dicen ahora los modernos) al revelar que las Cortes habían debatido otorgar el mando supremo del ejército español al duque de Wellington. 'La Abeja' publicó la noticia de estas sesiones secretas, con la consiguiente indignación de los diputados. La sorpresa fue aún mayor cuando José Mexía Lequerica, diputado por Quito, reconoció que él era el autor del artículo y que Bartolomé José Gallardo, que en teoría era el redactor, era una simple tapadera.

Oficio de bohemios

En aquella época, aunque el periodismo ya se consideraba un oficio, no había por supuesto estudios específicos. Era muy frecuente que los propios diputados colaboraran con artículos, aunque por lo general, lo escribía el propio editor. También que se firmaran con seudónimos o iniciales. Ya por entonces, sin embargo, algunos periodistas tenían fama de bohemios (reputación que se ha mantenido hasta hoy). Un ejemplo: En una de las frecuentes broncas entre periódicos el Diario Mercantil publica un texto del padre Alvarado en el que se imagina acudiendo a los funerales de 'El Conciso'. En el artículo se ridiculiza a dos de los periodistas del famoso diario porque uno escribe versos y el otro toca la guitarra.

Llama la atención que las broncas más frecuentes fueran entre los propios periódicos y no con las 'fuentes' y objetos de la noticia: los políticos. Ramón Solís recuerda que «los hombres de las Cortes, puros, honrados y libres de pecado político alguno, no temían a los periodistas; supieron admitir el diálogo y reconocer la eficacia de la ayuda de la prensa».

Los ataques más furibundos procedían de algunos sectores de la Iglesia y del bando servil. Aquellos que tenían trapos sucios que ocultar fueron los que se indignaban con más frecuencia.

Censura y cárcel

Es verdad que había mucha publicación exaltada, pero también que muchos tuvieron que pagar con la cárcel (y posteriormente, con la vida, cuando llegó la reacción absolutista) el estreno de estas nuevas libertades de prensa. Entre los que se pasaron un tiempo a la sombra figura el editor de 'El Robespierre Español, amigo de las leyes o cuestiones atrevidas de España', Pedro Pascasio Fernández Sardino. De esta cabecera podían decirse muchas cosas, pero no que su nombre llamara a engaños. Cuando su editor dio con sus huesos en la cárcel , es su mujer, Carmen Silva, la que se hace cargo del sucesor de este periódico: llamado 'El Robespierre español'.

Es curioso que aunque los liberales enseguida se manifestaron contra lo que aparecía en las páginas del 'Robespierre', pidieron que las suspensiones de periódicos y detenciones de periodistas se efectuaran al menos, cuando hubiera lugar, mediante trámites legales y no con maneras arbitrarias.