Un manifestante gesticula ante un grupo de policías a las puertas del Parlamento de Atenas. :: AP
Economia

Grecia se sume en el caos

El ataque con cócteles molotov a un banco se salda con tres muertos en una jornada de huelga general en el país heleno; La manifestación contra el plan de austeridad del Gobierno degenera en una guerrilla urbana

ATENAS. Actualizado: Guardar
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Dos mujeres, una de ellas embarazada de cuatro meses, según los medios griegos, y un hombre murieron ayer de forma cruel y estúpida en su puesto de trabajo, un banco del centro de Atenas, durante los violentos disturbios que acarreó la huelga general.

Tras una pacífica manifestación multitudinaria contra el plan de austeridad del Gobierno se desataron incidentes y un grupo de encapuchados arrojó contra la oficina cócteles molotov que originaron rápidamente un incendio. Los empleados, una veintena, huyeron a los dos pisos superiores del edificio atrapados por las llamas, pero tres de ellos murieron por asfixia. Una persona que logró saltar por un balcón resultó herida y el resto fueron rescatados por los bomberos. Hubo cuatro intoxicados por humo.

También fueron incendiados dos edificios oficiales y se registraron más incidentes en Salónica, Patras y Ioanina. En Atenas el balance fue de 29 policías y 15 civiles heridos. A mediodía las calles del centro de la capital eran un campo de batalla, con paredes arrancadas de cuajo para obtener piedras, y picaban los ojos de los gases lacrimógenos. La Policía, que decretó el estado de alarma general, arrestó después a cuatro personas, presuntamente implicadas en el ataque. El primer ministro, Georgios Papandreu, condenó las «acciones homicidas (...), consecuencia de la violencia descontrolada y la irresponsabilidad política». «Tres familias viven hoy un drama injusto y sin motivo», dijo. Los tres muertos han añadido aún más dramatismo al difícil momento que vive Grecia.

Papandreu se siente asediado y ayer repitió que no hay elección a su plan de choque. Alegó que «es hora de defender el país y la democracia, hemos tomado una decisión difícil y responsable para salvar el país». El suceso ocurrió en el número 23 de la avenida Stadiou, sede de una sucursal del banco Marfin Egnatia, propiedad del magnate Andreas Vgenopoulos, de quien se rumorea un posible salto a la política como nuevo líder. Tras la tragedia el lugar fue escenario de una situación surrealista, que da idea de la tensión que se vive en Grecia, acumulada desde la muerte de un chico de 15 años por disparos de la Policía en diciembre de 2008. Medio millar de manifestantes rodeó el edificio, mientras los bomberos trabajaban escoltados por agentes antidisturbios, porque querían comprobar la veracidad de las noticias y ver los cadáveres con sus propios ojos. Entre el núcleo más aguerrido de los jóvenes que protestaban, de ideología izquierdista, anarquista o antiglobalización, o todo junto, circulaban teorías de la conspiración sobre un hipotético montaje del Gobierno para desacreditar las movilizaciones. Por desgracia la tragedia era auténtica y ofreció una prueba de hasta dónde puede degenerar el descontento social. Y es sólo el principio, ante los futuros recortes de salarios, de pagas extras y de pensiones, subida de impuestos y reducción de gasto público que se avecinan, además de una previsible ola de despidos. Los griegos perderán, de media, un 30% de poder adquisitivo. La huelga general, iniciada ya el martes por los funcionarios, es la cuarta del año, la tercera en mes y medio y la primera contra el Gobierno desde que anunció el nuevo plan de austeridad.

Rencor social

Según los sondeos, la mayoría de los griegos comprende lo delicado de la situación, pero hay un rencor social muy envenenado hacia los políticos, los bancos y, dicho así en general, los ricos.

Se considera que se han lucrado estos años y ahora no van a apretarse el cinturón como los demás. «Los ricos también tienen que pagar la crisis» era ayer uno de los lemas de la manifestación que recorrió el centro de Atenas, entre 25.000 y 100.000 personas en función de las fuentes. Fue la mayor de las últimas movilizaciones. Hablando con electricistas, profesores o funcionarios sus sueldos rondaban los mil euros, y se los van a bajar. También a los propios policías atacados por la multitud, que cobran 1.200 euros y perderán 200.

Las jornadas de protesta en Atenas suelen ser muy salvajes, y la de ayer no fue una excepción. Los edificios públicos cerrados y los transportes pararon el país, pero en realidad era una huelga a la griega, pues llevan dos décadas de protestas diarias y no son drásticas.

En Atenas reinaba la normalidad por la mañana con todas las tiendas abiertas, salvo en las calles por donde pasaba la manifestación. Precisamente el caso del banco asaltado es extraño, pues era de los pocos locales abiertos. Ya antes de lo ocurrido parecía una temeridad. Enfrente, una gran tienda de Zara estaba blindada, preparada para lo peor, y hasta los hoteles se habían acorazado, dejando abiertas sólo puertas secundarias. Las filas de manifestantes que llevaban auténticos garrotes convertidos en banderas, así como las máscaras antigás, indicaban que habría enfrentamientos.

Al final iban vestidos de negro y encapuchados los Koukoulofori, el grupo anarquista más agresivo. La marcha, naturalmente, era popular y pacífica, pero como mandaba el guión llegó la hora de la violencia al término del recorrido, en la plaza Syntagma, donde se halla el Parlamento y hoy se aprueba el plan de choque. Aquí los ataques corrieron a cargo de obreros del sector eléctrico y portuario.

Los agentes de policía que acordonaban el edificio respondieron con cargas y gases lacrimógenos, mientras les lanzaban cascotes y cócteles molotov. Luego empezaron los destrozos en escaparates, contenedores y papeleras. Simultáneamente, más de un millar de Koukoulofori iban arrasando las calles del centro hasta que ocurrió el terrible episodio del incendio en la avenida Stadiou. Anoche se esperaban más incidentes en el barrio de Exarquia, el más conflictivo, y hoy hay una nueva manifestación.