Sin estrenar. Los pisos de la nueva comandancia tienen lista de espera de 150 personas. :: ÓSCAR CHAMORRO
CÁDIZ

Las familias de la Guardia Civil viven entre puntales pese a tener los nuevos pisos acabados

Las viviendas de Astilleros están terminadas desde hace seis meses, pero la constructora aún no las ha entregado

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Ya por fuera la manzana de las antiguas viviendas de Guardia Civil, en San Severiano, no ofrece un buen aspecto: balcones apuntalados y redes que tratan de atajar la caída de cascotes. Pero dentro el panorama ya es desolador. Puertas carcomidas, palomas muertas, en el suelo y enredadas en las redes que cubren las cornisas, paredes desconchadas, suciedad, persianas y cristales rotos con trozos de cartón pegados para tapar los agujeros... Podría ser un poblado chabolista, pero son los pisos que la Benemérita tiene para alojar a los miembros del cuerpo en Cádiz.

La mayoría de las 120 viviendas están ya vacías. Muchos han optado por irse ante las condiciones de habitabilidad que tienen. Por no tener, no tienen ni agua corriente al uso. Hay unos grandes depósitos en las azoteas de los edificios que surten las viviendas... cuando las surten, porque hay duchas que tienen un hilito de agua y lavadoras que tardan tres horas en hacer una colada.

Dentro el mutismo es evidente. Para empezar, no hay presidente de la comunidad de vecinos, porque no son dueños de las casas (la propiedad es de la Dirección General de la Guardia Civil, es decir, del Ministerio del Interior). Además, en el cuerpo manda la discreción. Quien se decide a hablar, lo hace amparado por el anonimato y advierte: «Aquí nadie te va a contar nada».

Viejas escaleras

Tampoco es muy necesario, a la vista de las deficiencias que pueden observarse a pie de calle. Las casas, de hasta cinco pisos de alturas, tienen escaleras angostas y viejas y hay que subirlas a pie, porque no hay ascensor. Muchos de los pisos llevan tanto tiempo cerrados que no se pueden ni cerrar las ventanas. Algunos albergan auténticos palomares. «Son ratas voladoras», dice uno de los residentes.

Los vecinos, las familias (entre 40 y 50 están ocupadas) llevan meses, años esperando las nuevas viviendas de la Guardia Civil, en el barrio de Astilleros. Están prácticamente terminadas, desde el pasado mes de noviembre, pero la constructora, Acciona, no ha entregado las llaves. Fuentes de la Guardia Civil corroboraron que existen problemas burocráticos. Lo cierto es que medio año después, el aparcamiento está ya ocupado, pero las persianas siguen abajo.

Y además ha sido una obra que no ha tenido más que problemas. A los retrasos acumulados antes de empezar el proyecto, se sumaron los parones provocados por conflictos laborales entre los trabajadores y la empresa. Los obreros se quejaron ante diferentes administraciones, en varias ocasiones, por impagos. Además, ha habido cambios en el diseño de las viviendas. «Todo es política», sostiene uno de los vecinos, que aventura que las casas se entregarán en la próxima campaña electoral.

Y eso que no sólo las decenas de familias que viven en el antiguo cuartel tienen prisa por mudarse. Hay cerca de un centenar de familias de la Benemérita en lista de espera. No es de extrañar. Se trata de pisos nuevos, situados junto a las actuales dependencias de la Guardia Civil y muy bien comunicados con todas las partes de la ciudad.

La operación no es sólo importante para las 80 familias que ocuparán estas viviendas, sino para la ciudad en general. Una vez que quede vacío el antiguo cuartel, se derribarán los pisos para reordenar la zona, construir nuevas VPO y prolongar la avenida de Huelva, que recogerá el tráfico del segundo puente, hacia la avenida Juan Carlos I. Será la nueva e importantísima transversal que tratará de desahogar el flujo de tráfico que circulará por la avenida de Las Cortes, rumbo al casco antiguo.

Para ello será también necesario demoler dos edificios que dan a la calle Cooperativa y otros dos a Juan Carlos I. Hace unos meses ya comenzaron las negociaciones con estos vecinos, a los que se realojaría en esas nuevas viviendas protegidas. Todo un puzzle urbano, cuyo traslado a la realidad a buen seguro se prolongará durante unos años más.