MUJERES PIONERAS

La soldado estanquera que fue la primera mujer infante de Marina

Disfrazada de hombre, Ana María de Soto luchó en la Armada durante cinco años, de 1793 a 1798, después se le concedió la licencia vitalicia de un estanco

Parte del Museo Naval de San Fernando dedicada a la figura de Ana María de Soto, primera mujer infante de Marina. Antonio Vázquez

Verónica Sánchez

Pelo castaño rizado, ojos azules, uniforme blanco y azul con las bocamangas rojas. El retrato de una mujer con uniforme de la Infantería de Marina del siglo XVIII se yergue en un rincón de la sala dedicada a este cuerpo de la Armada en el Museo Naval de SanFernando. Fue realizado hace poco, en 2018, por la profesora de Bellas Artes de la Universidad de Elche Amparo Alepuz. Es un retrato imaginario, siguiendo las descripciones que encontró durante su investigación la directora técnica del museo isleño, Dra. Alicia Vallina. Y representa a la primera mujer infante de Marina, Ana María de Soto y Alhama . Junto al mismo, en una vitrina, los facsímiles de los certificados de nacimiento y defunción de esta pionera.

Hija de Tomás de Soto y de María Gertrudis de Alhama, Ana María nació el 16 de agosto de 1775 en la localidad cordobesa de Aguilar de la Frontera. A los 18 años, en 1793, se alistó como soldado en la sexta compañía del undécimo batallón de Infantería de Marina. Y lo hizo haciéndose pasar por hombre , bajo el nombre de Antonio María de Soto. «Probablemente pasarían por los pueblos representantes del ejército para alistar voluntarios y ella, de familia humilde, decidió enrolarse para tener un trabajo y poder cobrar un sueldo», explica Alicia Vallina, al tiempo que especifica que, hasta donde ella ha podido investigar, Ana María de Soto tuvo, al menos, un hermano.

Retrato de Ana María de Soto. A.V.

En enero de 1794 Antonio María de Soto (nombre masculino que utilizó la infante de Marina) ya aparece embarcado en el libro de guarniciones de la fragata ‘Nuestra Señora de las Mercedes’ (hundida por los ingleses en 1804) y, posteriormente, en la ‘Balbina’, la ‘Santa Dorotea’ y la fragata ‘Matilde’, acabando su vida militar donde comenzó, en la ‘Mercedes’. Esta mujer también participó en los ataques de Bañols, la defensa de Rosas, en la defensa de Cádiz y en la batalla del cabo de San Vicente, que supone la derrota española contra los ingleses. Además, Ana María de Soto era granadera , «y a los militares que ocupaban ese puesto se les presuponía un valor especial, por el riesgo que corrían», ya que éstos eran soldados escogidos, que luchaban siempre en primera línea abriendo paso a los fusileros con sus granadas.

Pensión vitalicia por su heroicidad

En 1798 se descubre que en realidad Antonio María de Soto era Ana María, una mujer. No está muy claro cómo se supo y, de hecho, la directora técnica del Museo Naval de San Fernando e investigadora sobre la figura de la primera mujer Infante de Marina, asegura que cree «posiblemente pudiera haberse descubierto la verdadera identidad de Ana María de Soto durante el periodo de los cinco años que estuvo en el cuerpo de Infantería de Marina, pero, con la escasez que había entonces de dotación, quizá no pudo desvelarse». Tanto es así que, lejos de castigarla, se le expidió licencia de retiro con el grado y el sueldo de sargento primero , concedido por el rey Carlos IV, y dos reales diarios de pensión, en atención a la heroicidad demostrada durante la lucha.

Que Ana María de Soto no era una mujer común para su época es evidente, pero más se pone de manifiesto al conocer que no dudó en reclamar su pensión durante los meses que dejó de cobrarla, ni en entrar en pleito con su padre , tras pedirle éste que le mantuviese al morir su madre. Y es que, como señala Alicia Vallina, «Gertrudis de Alhama había muerto sin realizar testamento y su esposo reclamaba a su hija que le otorgara una pensión y devolviera las ropas de su madre, que había cogido del domicilio familiar después del fallecimiento de ésta».

En 1799 se le otorgó licencia de estanco en Montilla (Córdoba), de la que Ana María disfrutaría ininterrumpidamente hasta su muerte, ocurrida el 4 de diciembre de 1833, a la edad de 58 años. No sé casó ni tuvo hijos. En su testamento, fechado 14 días antes de su muerte, nombró como heredera universal a Antonia Pérez de Luque, «de estado soltera, que he criado y tengo en mi compañía desde el año 1804, asistiéndome con el más extraordinario esmero y vigilancia».

La soldado estanquera, como se la conoció en su época, que fue la primera «valiente por tierra y por mar» , lema de la Infantería de Marina española.

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