Toros

Toros en Sanlúcar: Rotundo triunfo de Roca Rey en una tarde de buen toreo de Morante

La plaza de toros de Sanlúcar registra el lleno para ver a tres estrellas del toreo como colofón a su Feria de la Manzanilla

Roca Rey sale por la puerta del triunfo en Sanlúcar. Francis JIménez

José Reyes

Una vez más, la primaveral Feria de la Manzanilla sanluqueña reunía un cerrado cartel con tres figuras consagradas del toreo actual. Morante, Roca Rey y Pablo Aguado , cada uno con su particular estilo, con su personalidad, con su forma de entender y expresar la tauromaquia, pero con el denominador común de ser líderes del escalafón y de generar un número elevado de partidarios. Y frente a ellos, la vacada gaditana de Santiago Domecq, que tan buenas tardes de toros ha propiciado en las últimas temporadas pero que en su reciente comparecencia en el coso jerezano tan decepcionante resultó tanto su juego como su presentación. Algo mejor resultó la corrida de hoy, donde destacó la casta del quinto y el buen juego de algunos toros.

Con un nutrido ramillete de enjundiosas verónicas, rematadas con primorosa media, recibió Morante al toro que abría plaza, animal que tras tomar dos leves varas traseras quedó con una embestida suave, noblona y larga. Morante, que en el entretanto había vuelto a ensayar la verónica en un quite de lances exquisitos, asió la pañosa para sacar a su enemigo al tercio con bellos dobones en genuflexa actitud, donde apuntó cinco naturales consecutivos de sublime inspiración. El toro, aunque pronto y dócil, carecía de la necesaria humillación, pero ello no constituyó óbice para que el de La Puebla embriagara a la concurrencia con hondura y con estética, con majestuosos muletazos de seda y menta, de vivo color y de fragancia. Una estocada en todo lo alto puso fin a este capítulo que tuvo sabor de buen toreo.

Una incómoda embestida cruzada de su segundo oponente impidió a Morante estirarse de capa en su saludo inicial. Se sucedieron los tercios de manera tediosa y laboriosa y el burel arribó al definitivo y de muerte con un recorrido escueto y sin humillación en sus acometidas, nada aptas para el lucimiento. El artista de La Puebla mostró mucho empeño y derrochó abnegado esfuerzo para extraer, al menos, un excelso goteo de pintureros pasajes. Unos toreros pases por alto a dos manos en el epílogo de la faena sirvieron de prólogo a una media estocada baja y tendida, al que hubo de sumar cuatro golpes de verduguillo.

Verónicas, chicuelinas y revoleras constituyeron el variado repertorio capotero con el que Roca Rey recibió a su primer oponente, conjunto que tuvo su continuidad en el quite por nuevas y ajustadísimas chicuelinas y tafalleras. Tras una extraordinaria lidia de Javier Ambel y lucidos pares de Antonio Chacón y Paco Algaba en el tercio de banderillas, el diestro peruano enmudeció a la concurrencia con estoicos, hieráticos pases por alto de escalofriante quietud. Mucho motor, prontitud y humillación derrochaba el toro en su encendida embestida, a la que Roca Rey respondió con voluntad, entrega y ganas de agradar en una faena algo desigual en el nivel artístico.Circulares, circulares invertidos y alardes de valor en cercanías enaltecieron al público y hasta provocaron una aparatosa voltereta, de la que el espada volvió a la cara del toro con renovado valor y arrebato. Un buen volapié puso fin a esta espectacular actuación.

No encontró la brillantez Roca Rey en su saludo capotero al quinto de la suelta, al que ni pudo lancear a gusto ni halló condiciones para el quite. Volvió a lucirse Javier Ambel, esta vez con las banderillas, y el toro llegó a la muleta del peruano con una embestida viva y vibrante, exigente y brava. Andrés le plantó cara en recia lid con un trasteo en el que poco a poco se fue imponiendo a la casta de su enemigo, al que, sin embargo, no llegó a convertir en estética y plasticidad la emoción que transmitía. Bernardinas finales de gran exposición y una perfecta ejecución del volapié le volvieron a valer los máximos trofeos.

Midió la verónica con suavidad Pablo Aguado por el buen pitón izquierdo que el toro ya le mostró de salida. Después de un liviano castigo en el caballo y un raudo episodio rehiletero, donde el astado pareció renquear de los tercios traseros, el matador sevillano intentó el toreo en redondo, el que hubo de aguantar probaturas y coladas de la res. Pero ésta evidenciaba problemas de tracción que convertían en muy breve su viaje. Sin rematar series macizas, Aguado sí consiguió pasajes de cierto lucimiento cuando toreó al natural. Seis pinchazos y tres descabellos necesitó para despachar al animal.

Lució donosura el templado toreo capotero de Aguado al recibir al bonito castaño que cerraba plaza, animal que tomó con bravura la única vara que recibió. Grandiosos pasajes escribió el sevillano con la muleta, en un toreo poderoso, decidido y con altas cotas de estética. Se arrebató en redondo, se gustó al natural y abrochaba las tandas con hondos y sentidos pases de pecho. Aprovechó al máximo lo que el buen toro le ofrecía y hasta mostró esa gracia natural con la que sabe interpretar el toreo en una faena lograda y redonda. Con un pinchazo, una estocada desprendida y un golpe de descabello puso fin al festejo.

FICHA:

Se lidiaron seis ejemplares de Santiago Domecq, desiguales de presencia y juego. Destacaron el encastado quinto y el segundo, al que se le dio la vuelta al ruedo.

Morante de la Puebla: De grosella y azabache. Dos orejas y ovación.

Roca Rey: De espuma de mar y oro. Dos orejas y rabo y dos orejas y rabo.

Pablo Aguado: De azul cobalto y oro. Ovación tras aviso y ovación tras aviso.

Plaza de toros de Sanlúcar. Lleno de no hay billetes.

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