Toros en Sanlúcar

El temple de Hermoso de Mendoza y el arrebato de Roca Rey en los toros de Sanlúcar

Ambos salen a hombros en la corrida mixta que casi llenó los tendidos de la plaza

Roca Rey Archivo

Pepe Reyes

El capítulo taurino de la Feria de la Manzanila quedó configurado este año con el anuncio de una corrida mixta , en la que se daban cita dos auténticas figuras de la tauromaquia actual. Por un lado, Pablo Hermoso de Mendoza , máximo exponente de la consumación técnica del toreo a caballo, por otro, el peruano Roca Rey , torrente arrollador de nueva savia juvenil que tantos logros tiene ya en su haber y que tan relanzado viene de sus recientes triunfos isidriles. Por lo que el coqueto y vetusto coso de El Pino vio sus tendidos repletos de aficionados, ávidos disfrutar con la singular belleza y genuina emoción que rejoneador y torero pudieran ofrecer. Y para que nada faltara, Bohórquez por partida doble y Cuvillos por partida cuádruple conformaban el elenco ganadero, tan del gusto de los actuantes.

Pablo Hermoso de Mendoza mostró su natural elegancia, temple y armonía al detener la codiciosa embestida inicial del murubeño que abrió plaza. Fiel a la escogida estirpe de su procedencia, el ejemplar de Bohórquez mostró una acometida pausada, noble y uniforme durante toda su lidia. No obstante, no sobrado de fuerzas ni de poder, pronto se vendría abajo,lo que obligó al rejoneador navarro a apurar mucho en los cites y entrar con osadía en su jurisdicción.Resuelto todo con milimétrica precisión, el tercio rehiletero resultó variado, completo y muy del gusto del respetable. Tras acertar con el toricida rejón, se le concedieron las dos primeras orejas del festejo. El cuarto toro fue un ejemplar acarnerado y carifosco, cual fiel rama que a su tronco de Murube sale, pero carente de todo atisbo de casta y de poder. Aún así, Hurtado de Mendoza insistió en el esfuerzo, dejó venir a la res, lució a la cabalgadura e hizo cuanto pudo para agradar a los tendidos. Volvió a acertar con el rejón de muerte y se le concedió un nuevo trofeo.

Con solvencia y sin apreturas recibió Roca Rey al segundo de la suelta, al que veroniqueó cargando la suerte con el capote y quitó después por airosas saltilleras. Con la pierna flexionada inició el trasteo de muleta, planteado sobre la mano derecha en los medios. El animal, un colorado noblón, cuya exigua casta fue disminuyendo a medida que los rigores de la lidia le exigían mayor perseverancia y raza en sus acometidas, sólo permitió al peruano el dibujo salteado de algún muletazo inspirado. Con una portentosa ejecución del volapié puso fin al primer capítulo de su actuación. Más humillador pero de corte viaje, el tercero de la tarde tampoco permitió al joven diestro estirarse en su saludo capotero. Apretó el toro en banderillas y apuró en tablas a Juan José Trujillo, quien verificó la suerte con gran exposición y soltura. Poseía el toro un punto de casta, con la que desbordó al inicio de la faena a Roca Rey, hasta el punto de provocar sendos desarmes casi consecutivos. Otro más, cuando ensayaba el toreo al natural, vino a dejar claro que el de Cuvillo necesitaba mano firme, muleta firme y mucho temple. Unas bernadinas finales, de sobresalto y exposición, consiguieron, por la épica, lo que no alcanzaron sus pases anteriores por el toreo. Cerró el episodio con una estocada trasera y obtendría su segundo trofeo.

La pausada y sosa embestida del quinto fue saludada por Roca Rey con alegres chicuelinas, antes de que el burel perdiera con estrépito las manos al salir del caballo. Con un quite por delantales, rematado con media, cerró su actividad capotera ante este ejemplar. Muy templado y con boyante condición llegó el toro al último tercio, circunstancia que fue aprovechada por el diestro para componer una faena compacta, en la que se sucedieron tandas de derechazos y naturales con actitud poderosa y relajada. Labor que caló en el público, donde un acalorado e irreflexivo sector llegó a solicitar el indulto, mientras el toro buscaba cobijo en tablas. Demora al entrar a matar que le valieron al peruano dos pinchazos previos a la estocada. Con larga cambiada y un ramillete de verónicas recibió el torero al sexto, armónico ejemplar que carecía de humillación en sus embestidas. Apretó en varas y le realizó un templado quite por verónicas el sobresaliente José Caraballo. Arribó el de Cuvillo al tercio de muerte Con buen son en su tracción, nobleza y largura, sobre todo por el pitón derecho,lo que fue aprovechado por el diestro peruano para plasmar una esforzada faena que presentó evidentes altibajos estéticos. Pronto vendría a menos el animal y el trasteo hubo de buscar su epílogo en el manojo de ceñidas manoletinas. Con una estocada y dos golpes de descabello puso el peruano rúbrica al festejo .

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