El monumento barbateño, dejado a su suerte tras su restauración.
El monumento barbateño, dejado a su suerte tras su restauración. - M. ALMAGRO
PATRIMONIO

San Ambrosio, la joya visigoda olvidada

La ermita, declarada BIC y un ejemplar único en Andalucía, languidece entre la maleza, los expolios y el abandono

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Todo empieza atravesando un estrecho sendero en cuesta. A los lados, unos cuantos árboles que delgados, altos y desnudos resisten en este espectral paraje digno de una fantasía de terror de Tim Burton. La contradicción es evidente. El vallado, el poco que queda y no se han llevado, separa la diferencia entre la vitalidad del verde que regala el parque natural de la Breña, y el gris solitario que parece anunciar un olvido. Aquí se escucha todo, porque, precisamente, no se oye nada. Unas vacas retintas son la única compañía. Unos pasos más y al final de un pequeño trecho aparece a duras penas, entre vegetaciones y malas hierbas crecidas, toda una joya visigoda: la ermita de San Ambrosio se erige con la poca dignidad que le han dejado hacerlo.

Este monumento paleocristiano del siglo VII resiste a sus heridas, a pesar de que hace tiempo todas las administraciones parece que se olvidaron de curarlas, sin tener en cuenta que se trata de uno de los pocos templos de arquitectura visigoda que se conservan en Andalucía.

Aún así, cubierta de cicatrices, te invita todavía a levantar la mirada aunque, con cierta precaución para no tropezar o pisotear la villa romana sobre la que se asienta, también escondida y postergada bajo jaramagos y espinos. La maleza está por todos lados, por el suelo y por los muros. Ahí se abre paso peligrosamente entre sus sillares. Sin orden. Sin control. Justo éste es uno de los problemas más graves que hay que superar para seguir conservando la ermita. La natural y espontánea crecida de la vegetación puede causar graves destrozos e incluso el derrumbe de algunas de sus partes más castigadas, lo que ya sí que tendría una escapatoria más difícil.

Parte de la villa romana tapada por la vegetación.
Parte de la villa romana tapada por la vegetación. - M. ALMAGRO

El templo de San Ambrosio tiene una gran validez histórica. Su construcción fue anterior a la llegada de los árabes a España aunque más tarde sufriría nuevas reformas que son las más visibles en su edificación actual. Su origen se sitúa en la época romana, como atestigua los restos de la villa sobre la que se asienta. Sobre ella se levantó posteriormente la ermita paleocristiana en el siglo VII. Reformas visigóticas y mudéjares completaron su estructura.

Según el estudio citado sobre el patrimonio barbateño, la ermita se estructura mediante cuatro arcos fajones apuntados de ladrillo. Éstos sostenían la hoy desaparecida cubierta a dos aguas con techumbre de tejas sobre vigas de madera y tablazón. Los cuatro arcos descansan en ocho columnas adosadas a los muros, que se rematan con cimacios y nacelas, salvo las dos más cercanas al ábside, que lo hacen con capiteles de orden compuesto, posiblemente de origen romano.

En el atrio se puede ver una puerta gótica y sobre ella el escudo del obispo Pedro Fernández de Solís. Ya en el interior, destaca el armazón metálico que se puso para consolidar los arcos y que resiste a pesar del abandono. Y en la capilla lateral se puede disfrutar de una bóveda gótico-mudéjar, una joya que ya se encargó de fastidiar un grafitero sin escrúpulos y con todavía menos cultura.

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