COAC 2019

Kike Remolino: “En mi grúa he levantado muchos pasodobles”

El autor ha conformado un grupo galáctico con 'La luz de Cádiz': "Quiero competir con las mismas armas, y si alguien falla, que sea yo"

Por  9:30 h.

Mirada fija en la manzanilla mientras juguetea con la cucharilla. Tensión a pocas horas del debut, su rostro refleja perfectamente el huracán de sensaciones que se le acumulan fruto del nerviosismo. Kike no engaña a nadie, no puede. Este obrero del Carnaval, hecho a sí mismo a través de las fórmulas del repiqueteo constante y el ensayo-error, se ha labrado su figura a golpe de constancia. Mientras el panteón carnavalero recoge figuras míticas como Martínez Ares, Juan Carlos Aragón o Tino Tovar, el gaditano criado en San Antonio batalla con un grupo colosal y un estilo de calle, de barrio, de Cádiz.

 

Trabajador de astilleros, “en esa grúa se han levantado muchos pasodobles”, al Remolino se le iluminan los ojos con ‘La luz de Cádiz’, su comparsa, que se encenderá esta misma noche de viernes. “Queremos conquistar por todos los sentidos. Es una idea muy bonita. Como el año pasado, apostamos por la línea noble pero quiero ser más contundente. Me faltó eso, me equivoqué en ciertos momentos pese a que tenga fama de concursero”.

 

Atendía a la demanda del Love y sus veteranos para participar en ‘Los cachitopan’, pero reconoce que “ahora me siento más a gusto en la comparsa, me salen las ideas con mayor fluidez. La chirigota desgasta más, te obliga a estar trabajando de manera intensa cada día de Concurso. Acababa agotadísimo mentalmente”. Sin embargo, empieza septiembre “y tropiezo con los mismos errores. Mi vicio es el Carnaval”.

 

Los jilgueros, el Piojo y el Pellejo

 

Ha formado una agrupación que no tiene nada que envidiar a las más grandes. Cuenta con las voces más representativas de la fiesta, las de Tony el Piojo y Paco Pellejo, “los jilgueros, como yo los llamo”. Los convence “por amistad. Ya que me meto en esto, quiero jugar con las mismas armas, y que si no cuaja, el fallo sea mío”. Quiebra tópicos sobre la dificultad de domar las ansias de protagonismo. “Yo no doy ni una voz. Por ejemplo, esos dos jilgueros son carne de ensayo. Han echado los dientes en los cuartos, se han criado allí y les encanta. Se les ha utilizado de una manera pero tienen una garganta privilegiada”. Apunta que su referencia “son las comparsas de Antonio Martín de finales de los 80 y principios de los 90, con MacGregor, Perico Ramos… me gusta que suene así”.

 

Guarda un excelente recuerdo de ‘Los campaneros’, “que creo objetivamente debió estar en la final”, sin desmerecer a los autores con los que se enfrentó. “Para mí es un orgullo pelear con esos monstruos. Es toda una satisfacción. Es cierto que yo no tengo el nombre de ellos, pero es algo que no me preocupa”. De ellos, le fascina de Ares “su versatilidad. No hay comparsa que haga que se parezca a otra. Y de Juan Carlos Aragón, al igual que del Chapa, me encanta como en dos frases pueden decir lo que a mí me cuesta un pasodoble y a otros hasta un repertorio entero”. La ausencia de Tino Tovar abre un hueco “aunque a mí me gusta todo. Escucho a Fran Quintana, a los niños sin nombre, a las niñas de Romero Bey… y me echo a temblar”.

 

Y ahí sigue, cavilando, dándole vueltas al coco “porque este es mi vicio. Todo lo que hago es resultado de lo que escucho, aprendiendo de los errores y trabajando las virtudes. Es mi pasión e intento superarme. Y si me vienen a visitar las musas, que me cojan con la guitarra en la mano”.