REPORTAJE

El éxodo de cada verano

Alcalá del Valle se queda prácticamente vacío ya que sus habitantes se van a la campiña francesa para la recolección de frutas

CARLOS CHERBUY

No cuenta con más de 5.000 habitantes y sin embargo cada agosto suele llamar la atención de toda España. Televisiones, radios y medios impresos se acercan a la localidad, se ponen en contacto con sus habitantes y llenan sus espacios con las historias de los vecinos de Alcalá del Valle. Un pequeño pueblo situado casi al límite de las fronteras gaditanas, pero que suele ser el que más temporeros aporta a la campiña francesa durante la temporada de recogida de diferentes productos como la uva o la manzana.

Más de un millar se marchan cada verano en busca de trabajo ante las mejores condiciones laborales y económicas que ofrecen los campos galos. Si se tiene en cuenta que este año volverán a ser unos 15.000 los españoles que se marchen a Francia para los trabajos de recolección, que de ellos hay 7.000 que son andaluces y resulta que aproximadamente unos 1.500 son gaditanos, se observa el motivo de por qué cada agosto Alcalá del Valle se convierte en el epicentro de las informaciones sobre la vendimia francesa.

Lo que para ellos es algo normal y habitual, pasa a ser un apartado que reseñar para el resto de España, algo a lo que también se están acostumbrando porque desde hace tiempos se encuentran con que además de hacer las maletas, entre sus llamadas para encuentros de despedidas entre amigos y familiares se encuentran la de los medios de comunicación.

La historia de Alcalá del Valle ya es inseparable a la de la campiña francesa. Desde hace décadas, los alcalareños han acudido en busca de mejorar su situación económica y ante la falta de trabajos y oportunidades que existen no solo en el municipio, sino que prácticamente en toda la provincia. Es por ello que en el pueblo hay generaciones enteras (abuelos, padres y nietos) que cuentan la misma historia, pero con matices porque los tiempos han cambiado y mucho en muy poco tiempo.

«Yo recuerdo que antes iban muchas personas que apenas sabían leer y escribir y entonces me llamaban para que lo hiciera por ellos. Y a lo mejor durante un fin de semana unas tres o cuatro horas las dedicaba leyendo cartas de familiares o escribiéndolas para tranquilizar a las personas que se quedaban en el pueblo. Era un momento algo incómodo porque en algunos casos te metía en sus intimidades y a veces para escribir decían aquello de ‘pon lo que veas’, que se está bien y esas cosas. Ahora eso sí, se tardaba una semana en recibir noticias y ahora otra semana en que llegara la respuesta».

Francisco Ponce fue por primera vez en 1978, el próximo año cumplirá cuarenta años acudiendo al campo de Francia para su sustento. Regresa de los recuerdos para explicar cómo ahora todo es menos complicado en este sentido, que hay incluso wifi en los cortijos en los que se hospedan los españoles y con el móvil, con las tablets y los portátiles la comunicación no solo es instantánea, sino que hasta se pueden ver.

Lo que no cambia es la necesidad de tener que salir para poder ganarse el jornal. Ni eso ni el sabor amargo que queda en la boca de aquellos que parten hacia Francia. Lo tienen desde días antes de irse y lo mantienen allí. Da igual el tiempo que pase. «Es algo a lo que uno no se acostumbra por más que pasa el tiempo. A veces me dicen eso de que uno ya está más acostumbrado, pero lo cierto es que cuesta siempre».

De padres a hijos

Y hay un dolor que todavía escuece más que dejar a la familia y es precisamente tener que ver cómo ellos también tienen que salir en busca de su sustento. Porque sí, porque en 40 años habrán cambiado muchas cosas, algunas muy rápido, pero no. Ésa de marcharse para buscar trabajo no cambia. Pasa de padres a hijos. «Y eso duele sobre todo porque ahora tenemos una generación muy preparada, que al final tiene que salir también a buscarse la vida y en lo que no ha estudiado».

Es algo que dice con la voz un poco más rota, porque sí, este año también le acompaña su hija Isabel a recoger manzanas. Diplomada en Magisterio, con otra licenciatura en Psicopedagogía y un máster en Educación Especial. Pues a pesar de todo ello también está haciendo las maletas para volverse a ir. Su padre lo hará antes (sale hoy ya para tenerlo todo preparado cuando llegue el resto de la cuadrilla, que es te año vuelven a ser unos 60), ella se marchará con el resto en un autobús el próximo miércoles.

En estos momentos hay una palabra que tiene en mente y que repite en varias ocasiones. No es otra que «frustración». Es lo que siente por tener que volver a salir y hacerlo para trabajar en unas tareas muy diferentes de las que se lleva años preparando. Salió por primera vez cuando comenzó Magisterio para sufragar sus gastos y desde entonces son ya varias las campañas que lo ha hecho. Y eso que ya ha trabajado como maestra de la Junta de Andalucía, mientras sigue formándose en idiomas, pero debido a los recortes y los cambios en el sistema educativo, el periodo de trabajo ha sido mínimo, un par de meses. Estos cambios educativos hacen que aún tenga la incertidumbre sobre si trabajará en el siguiente curso escolar, por lo que, una vez más aprovecha la oportunidad de trabajar en el campo en Francia.

Es una circunstancia que se repite en la mayoría de familias del pueblo. Y todos los padres y madres que se ven en esta situación repiten que no quieren ver a sus hijos en la misma situación, pero sin embargo ahora se van con ellos. Es el caso de Macareno que va de un lado para otro según la época. En muchas ocasiones solo para en casa el tiempo justo para arreglar los papeles y volverse a marchar. Recoger aceitunas, manzanas y así puede seguir. El año pasado fue la primera vez que él acompañó Borja, su hijo. «Hombre, para mí es una alegría tenerlo a mi lado pero a la vez es una pena porque es tenerlo sufriendo con unas condiciones duras de trabajo. Yo le voy a apoyar y ayudar en todo lo que pueda y si coge este camino ahí estaremos para hacerlo más liviano, pero la verdad es que yo no quiero y espero poder evitarlo».

Espera que su hijo pueda abrirse camino en el mundo del diseño y la moda, pero mientras tanto debe acompañarlo para poder ganar dinero y hacer frente a los gastos. Como todos al tratar este tema habla de la realidad del pueblo, de la falta de trabajo en Alcalá del Valle y cómo a pesar de los intentos para que la gente no se vaya, tienen que coger sus maletas. «Lo están intentando, incluso ahora se han realizado plantaciones de Estevia, pero por el momento no queda otra que buscar el futuro lejos».

Y lejos se van. En este caso hacia Les Barthes, una comuna francesa, situada en el departamento de Midi-Pyrénées. Allí trabajarán en Les Granges, una finca de 125 hectáreas. Todo está muy controlado y legalizado y se paga a razón de 9,76 euros la hora (hasta las 35 horas semanales), igual que los franceses. Después, dependiendo de los tramos, se abonará un porcentaje mayor, por ejemplo, hasta las 43 horas se paga un 25% más la hora. Es decir, que lo habitual es sacar sobre unos 1.800 euros al mes.

Lo que les ocurre a muchos es que van encadenando un trabajo tras y otro y vienen y van de una zona. De recoger albaricoque a marcharse para la uva. José Manuel Vázquez lleva 30 años así y él se va ahora, cuando hace unos días llegó su hija, la mayor. La pequeña se queda con la familia. «Todo el monte no es orégano y resulta muy duro. Pero el pueblo está hecho de otra madera. Los que no han disfrutado de sus hijos lo hacen ahora de sus nietos, no queda otra. Es una pena, pero es así. Hay mucha gente qué piensa que es más sencillo, que vas, echas tus horas y vuelves con dinero, pero no es así, porque todo es muchos más complicado».

Francisco Ponce sabe de ello y es que él es el encargado de la cuadrilla, que se reparte junto a su hermano, y habla como en muchas ocasiones tiene que hacer de psicólogo, ya que los días pasan factura. «Somos 60 personas conviviendo y cada uno con la cabeza en las cosas que ha dejado aquí. Se hace muy duro y siempre hay momentos difíciles. Pero bueno, lo cierto es que se superan y se sale adelante. No queda otra, pero no es una vida sencilla».

Los que llevan gran parte de su vida trabajando así lo saben y por eso quieren evitar que sus hijos sigan sus pasos, aunque por el momento es inevitable. Cádiz es la provincia con mayor desempleo a nivel nacional, los trabajos con muy precarios y las condiciones laborales y económicas son mejores en Francia.

Según los cálculos de Comisiones Obreras (CC.OO) entre 15 y 20 días de campaña, los jornaleros percibirán 1.400-1.600 euros, en función de su categoría, convenio colectivo y horas extra (muchos trabajan «a destajo» para conseguir el mayor salario posible en la temporada). Estas remuneraciones están lejos de los 600 euros que estos mismos trabajadores obtendrían en puestos similares en España, «siempre y cuando les den de alta», en referencia a la elevada economía sumergida que detectan en el campo. En cuanto a las estadísticas hay que resaltar que el 90 % de las personas que «repiten» en la vendimia son hombres de 30 a 45 años, con estudios primarios y experiencia previa en la recogida; el 5 % son mujeres que trabajan en «logística» de la cuadrilla -compras, limpieza, higiene y comida- y no en el campo.

El sindicato detalla que, entre quienes demandan por primera vez un empleo en la recolección, el 85 % tiene entre 30 y 60 años y estudios primarios; un 15 % son universitarios menores de 30 años, con conocimientos de idiomas y sin experiencia agraria.

Como se puede comprobar el sueldo duplica y en ocasiones triplica a lo que un jornalero puede conseguir en España, con unas condiciones laborales mejores. Es el principal motivo por el que se marchan y los alcalareños muestran cada año su fortaleza en busca de un futuro mejor. Como cada agosto el pueblo se queda casi vacío por los que se van como temporeros a la campiña francesa. Así llevan desde hace décadas y así lo volverán a hacer el año que viene, porque a pesar de los datos, estadísticas y previsiones de mejora económica en España, existe una demanda creciente de personas que buscan integrarse en una cuadrilla para marcharse a Francia y mejorar su situación.

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