No me provoquen
Actualizado: GuardarY miren ustedes que con esto del verano, de los niños bronceados que juegan en la orilla, con esto de las noches cortas y la conversación larga, con esto del tiempo que pasa lentamente, me había hecho el firme propósito de no criticar. Me había hecho el propósito de que todo me pareciera correcto, de sonreír -como mi ciudad- ante cualquier adversidad, de no sofocarme por nada. Me había hecho, incluso, el propósito de hablar bien de la programación del Pemán y de justificar la presencia de Ángela Carrasco por aquello del que tuvo y retuvo, guardó para la vejez; iba a defender el videoclub de la playa como alternativa a los desaparecidos cines de verano y pensaba decir que me parecía estupenda la idea. Me había hecho el propósito firme de no alterarme porque el primer día de rebajas ya se me iban los ojos detrás de la ropa de otoño, de no alterarme porque no existe la talla cuarenta, ni porque ya tengo comprados los uniformes para el curso que viene, ni porque todos me hacían en Valencia con el Papa, ni porque mi calle vuelve a estar abierta.
Lo digo en serio. Este verano iba a ser buena. Pensaba decir que la Regata del Cincuentenario me parecía un acierto, con un programa maravilloso y divertidísimo, que la marca de Cádiz está tan lograda como el logotipo del bicentenario, que la leyenda del pebetero me parece bueno, algo me habría parecido cuando me había hecho el propósito de no hablar mal de nadie ni de nada. Pensaba, incluso, decir que lo de la adoración nocturna cultural era una gran iniciativa a pesar de que incluye las bibliotecas -qué manía con los libros, como si alguien fuera a leer a las bibliotecas-. Había hecho el propósito de irme fuera para no ver las barbacoas del trofeo y así no caer en la tentación de criticarlas, había pensado defender el comercio tradicional -ese que te despacha pronto y ligero, a veces incluso antes de pedirles nada- había pensado defender la hostelería gaditana, disculpar a la movida, comentar lo maravilloso y moderno que resultan los patines de la Policía, hablar de La Caleta, de las puestas de sol, de lo bien que sonreímos No sé. Pensaba ser políticamente muy correcta.
Y van ustedes y me provocan. Porque no me negarán que lo de la candidatura de Cádiz como Patrimonio de la Humanidad no son ganas de provocar. ¿En qué cabeza cabe que tengamos la más mínima posibilidad de conseguir la denominación? Pero ni como ciudad histórica, ni como ciudad artística ni como ciudad constitucional, ni como nada. Que lo de la Constitución fue tan circunstancial como el niño que nace un taxi, y no por eso el taxista pide que declaren a su vehículo paritorio de la humanidad. Que ya nos han dicho por activa y por pasiva que no. No me tiren de la lengua, no me provoquen, que no todo es fachada, que la Unesco también conoce nuestra marca y sonríe.