Espectáculo

«Cádiz es un buen sitio para la creatividad y la magia, como ir a comer al Manteca»

El incombustible Juan Tamariz es uno de los organizadores del ciclo ‘Lunas mágicas’ que se desarrolla durante este mes en la sala El Pelícano

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Hacer una entrevista a un personaje por el que se siente indiferencia o, incluso, antipatía, supone para el periodista un número sencillo. Sólo tiene que esbozar una sonrisa, parecer amable, tirar un poco de oficio y, tantatachán, escrita queda. Hacerla a quien se admira es más difícil: uno siente que se verán las orejas del conejo en su chistera de preguntas, que al serrar la caja de la ironía producirá algún corte o que, negro sobre blanco, todos se darán cuenta del truco. Por eso entrevistar a Juan Tamariz es tan difícil y quizá por eso él, con artes de ilusionista, hace que parezca lo más fácil del mundo. Este mes de julio se le puede ver en el Pelícano dentro del ciclo ‘Lunas mágicas’, que pretende acercar la magia de cerca a los gaditanos con otros ilusionistas de la provincia como Juan Luis Rubiales y Ramón Gómez, así como con la mago colombiana Consuelo Lorgia.

Este lunes, Tamariz, hará una actuación en solitario. Pero fuera del escenario uno se lo puede encontrar, con su invisible violín, paseando por las calles de la Bahía, donde pasa el verano desde hace décadas.

–¿En qué consiste la iniciativa de 'Las Lunas mágicas'?

–Es darle forma a la idea que buscar un lugar acogedor, como el Pelícano, con no más de 40 o 45 personas, para poder transmitir la magia de cerca, que es la que tiene una interrelación más fuerte y en la que todos los espectadores pueden participar. En este tipo de encuentros que tenemos el público siente los movimientos y la respiración del mago, y el mago la siente la voz de los demás, sus miradas, su desconfianza. Siempre he creído en la magia de cerca. Si haces un espectáculo para 1.000 personas en grandes teatros todo es distinto, no puedo hacer los números que a mí más me gustan. Queríamos traer esta magia a Cádiz y, ¿qué mejor sitio que El Pelícano?

–Pero con independencia de este ciclo, usted tiene una gran relación con Cádiz.

–Muchísima. Yo nací en Madrid y a los pocos meses me trajeron a esta tierra, porque mis padres venían mucho a Rota. Me contaron que, siendo un bebé, me dio colitis muy fuerte y el médico no creía que sobreviviera, dijo que estaba muy débil y no había nada que hacer. Pero mis padres me estuvieron dando agua toda la noche y, cuando llegó el médico al día siguiente dijo que yo había resucitado. Así que suelo decir que he renacido en Rota. Además, mi madre es de Algeciras.

–Y de adulto también se le ha visto mucho por la capital

– Yo he tenido en Cádiz casa siempre desde los años 90. Pero como necesitaba un sitio grande para recibir a magos de fuera, me vine a San Fernando, aunque estoy yendo y viniendo constantemente a Cádiz. A mi casa llega el aire de Camarón. A lo largo del año, estoy mucho en la provincia. Desde siempre, trato de tener vacaciones como un escolar y los tres meses de verano los paso aquí. Les llamo vacaciones porque no estoy de un avión a otro, aunque en la provincia es donde más trabajo de pensamiento y de creatividad. Me reúno aquí con mis amigos magos y discutimos y realizamos sesiones creativas.... Algunas consisten en ir al Manteca y al Tío de la Tiza, que también tienen su magia.

Tamariz, en plena actuación en El Pelícano.
Tamariz, en plena actuación en El Pelícano.

–En el ciclo de 'Lunas Mágicas' hay dos magos de Cádiz, Juan Luis Rubiales y Ramón Gómez ¿es ésta una buena provincia para la magia?

–Sin duda. Y no sólo porque en la provincia, y en Andalucía en general, haya un gran número de magos. También hasta aquí llegan magos de todo el mundo para quedarse porque esta tierra tiene algo especial para la magia»

–¿Ha cambiado mucho la reacción del público desde que empezó usted en los años 60?

–En España, mucho. Sobre todo porque antes era un espectáculo menor, era un mero entretenimiento y ahora se le trata como a un arte más. Cuando yo empezaba a hacer magia en los años 60, muchos espectadores reaccionaban con cierto desprecio ante el ilusionista. Ahora no existe ese menosprecio; en el mundo cultural está muy bien considerada la magia, se la valora en lo que es: una disciplina para dar felicidad.

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