Sociedad

«Hubo gladiadores tan populares como Messi o Cristiano Ronaldo hoy»

El escritor italiano Simone Sarasso recrea en 'Colosseum' la edad de oro de unos combates que «no siempre a muerte y en los que hubo mujeres»

MADRID. Actualizado: Guardar
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Nadie verá gladiadoras en una película de romanos. Pero las hubo. «Peleaban entre ellas o contra enanos, que Roma no consideraba seres humanos, en combates tan exóticos como apreciados por el público». Lo explica Simone Sarasso (Novara, 1978), escritor, profesor y guionista que ha encontrado una veta en las novelas de gladiadores. Triunfó con 'Invictus', su primera incursión en el género, y un exitazo que quiere repetir con 'Colosseum. Sangre en la arena' (Planeta). Recrea «con más emociones que datos pero mucho rigor» la edad dorada de los gladiadores, de los que rescata las figuras míticas de Vero y Prisco, obligados a enfrentarse en el año 80 de nuestra era en la apertura del imponente Coliseo romano alzado por Tito «como símbolo de su enorme poder y para explotar la política de pan y circo».

«Fueron dos de los más famosos gladiadores y los conocemos gracias a Marcial, el primer cronista deportivo de la historia. En 'De Spectaculis' habla de ellos, y nos ha legado mejores testimonios sobre los combates que movilizaban masas», explica Sarasso. «La fama de algunos grandes gladiadores de la época dorada sería pareja a las de astros del fútbol actual como Cristiano Ronaldo o Messi», agrega. «El más popular fue Tigris, luchador invencible que apasionaba a las mujeres». «En Roma ya existía el 'merchandising' en torno a estos luchadores. Era posible adquirir tazas de terracota con el nombre de los mejores, que se imprimían papiros publicitarios equivalentes a los cromos, y algunos eran imagen de marca, como hoy. Hay grafitis en los que un panadero utiliza nombre de gladiadores para promocionar su negocio», relata Sarasso.

El autor ha investigado a fondo y es muy consciente de las patrañas consagradas por el cine en torno a los combates de esclavos. Para empezar, «no todas la luchas eran a vida o muerte», de modo que el lema 'triunfar o morir' «es una falsedad». «La mayor parte de los combates no eran letales. Hubiera sido un pésimo negocio para los 'lanistas', los propietarios de los esclavos y los emperadores». Otra «falsedad del cine» es el gesto del emperador con el pulgar apuntando hacia el cielo para perdonar la vida y hacia el suelo para condenar a muerte. «Mostraba el pulgar en horizontal, paralelo al suelo, pero la pintura de Delacroix, a quien no gustó el gesto de autoestopista, consagró el otro, como el cine, que ha hecho muchas tropelías con los gladiadores», lamenta Sarasso.