tarifa

25 años de muerte en el Paralelo 36

La aparición de 17 cadáveres en la playa de Los Lances en Tarifa descubrió a todo el país la tragedia de la inmigración por el Estrecho

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«Vengo buscando a Driss, que cuando era niño olía a primavera y a durazno», dice en árabe una mujer en el documental 'Paralelo 36', rodado en 2004 por José Luis Tirado, con textos de Juan José Téllez. «Verán que soy su madre porque tengo sus ojos del color de la ceniza, su tez de crepúsculo sobre el barrio de Beni Makadem, su gesto de horizonte y una forma parecida de hablar de la ternura». Continúa la voz: «Quería saber si acaso lo han visto cruzar estas aguas rumbo a la isla del Tesoro, buscar el norte que lleva donde el dinero a través de la cordillera de los guardacostas y de las aduanas».

«Vengo buscando a Driss», sigue diciendo la universal madre del documental. «Quizá hayan visto su cuerpo elegante, famélico y moreno dejándose besar por los labios de las olas».

Este día de Difuntos, el 2 de noviembre de 2013, se han cumplido 25 años de la aparición de los primeros cadáveres de inmigrantes en las costas de Tarifa. Hasta entonces algunos pescadores de la zona habían visto cuerpos en las aguadas, se sabía que pasaban pateras, que algunos naufragaban, pero a partir de aquella fecha fue imposible mirar hacia otro lado. Diecisiete cuerpos en la playa de Los Lances. «Fue una conmoción», recuerda José Chamizo, el anterior Defensor del Pueblo, entonces párroco en el Campo de Gibraltar. Aún hay madres que le preguntan si puede saber el destino de sus hijos. Una le abordó hace unos días en Tetuán. «Salió hace tiempo y no sabe qué ha sido de él».

No hay una cifra oficial del número de personas que han perdido la vida en la travesía del Estrecho en estos 25 años. Salvamento Marítimo tiene registros desde 1997 y sólo de cadáveres rescatados o de desaparecidos documentados. Cruz Roja constata las asistencias desde 2004. Interior ofrece datos desde 2000, referidos a todas las costas y aguas territoriales españolas.

Nadie ha computado los naufragios en la otra orilla, ni siquiera aquellos no constatados, como no se puede saber cuántos han logrado burlar los servicios de vigilancia. Las ONG aseguran que hay una ocultación deliberada de datos.

El documental 'Paralelo 36', que puede (y debe) verse en este enlace http://blip.tv/jose-luis-tirado/paralelo-36-4580387 estima que en 2003 pasaron en zodiacs 25.000 inmigrantes, de los que 6.795 fueron detenidos en las costas andaluzas y de ellos 3.851 en Tarifa. Ese año fueron devorados por el mar 115 cadáveres, tres más que el año anterior.

Chamizo estima que no estará lejos de la realidad la cifra de más de diez mil muertos en el paso del Estrecho, aunque otras fuentes hablan de veinte mil como muy factible. Muchos reposan sin nombre en el cementerio de Los Barrios. Hace diez años, cuando naufragó una patera en Rota que causó la muerte a 37 personas, se creó una asociación en la zona para intentar identificarlos y hasta hace poco ha existido una organización de amigos de las víctimas en Marruecos dedicada a buscar en España a los familiares que habían emprendido el viaje y cuyo rastro se ha perdido, aunque la asociación se ha disuelto, según indica Abdul Hamdouchi, de Pateras por la Vida, la primera ONG marroquí que empezó a hablar públicamente de lo que estaba pasando en el mar.

Pateras por la Vida se constituyó en 1999 para «sensibilizar a los jóvenes» marroquíes del peligro del mar y para dar a conocer la situación en España. Hasta 2004 nadie habló en la prensa marroquí del drama en el cercano Estrecho.

Cuestión de prestigio

A pesar de esta labor de divulgación, Abdul admite que ni el peligro ni la crisis, de la que los ciudadanos del otro lado del mar están bien informados, disuade a los aspirantes a inmigrar. Según un estudio sobre 500 jóvenes, el 67% está esperando la ocasión de irse. Es incluso una cuestión de prestigio social. «Te puedo contar la historia de un amigo que vendía pescado y ganaba el equivalente a 50 euros al día. Quiso casarse con una estudiante, pero la familia no le dejó. Quería que eligiera a un emigrante. El lo intentó hasta tres veces para poder casarse. Ahora está en España, sin trabajo ni papeles, sin poder formar su familia».

«La inmigración es un valor» entre los marroquíes, prosigue Abdul. «Cuando los inmigrantes vuelven de vacaciones, con sus coches y con sus regalos, nadie pregunta a qué se dedican, cómo les va, y ellos tampoco cuentan sus sufrimientos».

Aunque saben que hay una grave crisis, todos creen que encontrarán trabajo, en el campo o en empleos menores, y prefieren el riesgo a continuar en su tierra sometidos, piensan, a un futuro incierto, deseosos de mejorar su vida.

No ignoran el riesgo de ser detenidos, antes o después. Conocen que la Policía marroquí cobra 'mordidas' para dejar salir a las pateras y que sabe cuándo van a hacerlo. Además, el vecino país abre o cierra la mano para presionar cuando tiene intereses en juego, como convenios pesqueros o conflictos diversos.

Los marroquíes saben que serán repatriados por España y eso tampoco les desanima. Algunos han pasado seis, siete, ocho veces, las mismas que han sido devueltos. Los «pateros» han llegado a tener una tarifa «con opción» a tres intentos.

La Diócesis de Cádiz organizaba en Tánger y en poblados de gran inmigración funciones de teatro que alertaban a los jóvenes de la verdadera cara de lo que les esperaba a este lado, para contrarrestar las promesas de las mafias de traficantes de personas.

Sería una gota de agua en el mar, pero el paso de muchachos se ha detenido. Según Abdul, porque los jóvenes entran en Internet y saben que ya no hay acogida en los centros de menores andaluces.

Nadie olvida la patera de 2003 en que llegaron 20 niños solos. Todos eran del mismo pueblo. Los padres se organizaron e invirtieron en el viaje, vendieron sus cosas y lo gastaron en que los chicos salieran de allí, recuerda José Luis Tirado, artista madrileño que entonces vivía en Tarifa y que formó parte de la red de apoyo que se creó en la zona.

El miedo al fracaso

A pesar de todo, la inmigración no se detiene. Vinieron en pateras, luego en zodiacs, ahora en barcas de juguete y hasta en tablas de poliexpán. El SIVE de la Guardia Civil desvió las rutas hacia Granada y Almería y multiplicó el peligro, pero no detuvo el paso. Ahora han recurrido a las barcas de juguetes, que no son detectadas por los ojos electrónicos, que las confunden con pájaros o con olas. «La gente siempre crea otras maneras para llegar», afirma Abdul. «El muro de Ceuta sube, pero al final la gente salta».

El perfil apenas ha variado, dice José Luis Tirado, ni el motivo: el hambre, la guerra, el deseo de una vida mejor, coincide Abdul Hamdouchi. «Su principal miedo no es ahogarse, según Tirado, sino el fracaso, volver con las manos vacías. Por eso se quedan y se resisten a regresar».

José Luis calcula que en Tánger hay un millón de habitantes censados y hasta tres millones de población total, muchos personas que esperan para pasar como sea.

Primero fueron magrebíes. En 2003 empezaron a llegar los subsaharianos. Ahora comienzan a aparecer sirios o refugiados de Bangladesh, dice Abdul, gente que cruza el mundo huyendo de la guerra y del hambre.

La aparición de los subsaharianos ha dado lugar a una fuerte persecución por parte de Marruecos, forzado además a convertirse en 'gendarme' del Estrecho, y a un sentimiento de xenofobia en la población. Abdul cuenta que los hoteles tienen la obligación de denunciar a sus huéspedes subsaharianos y que a los taxistas se les ha prohibido trasladarlos bajo amenaza de retirarles el permiso. Pateras por la Vida y otras ONG luchan para frenar estos abusos, en un entorno hostil.

25 años después

Chamizo recuerda la eclosión de la solidaridad aquel día de hace 25 años. «De pronto los inmigrantes fueron vistos como seres humanos en busca de su dignidad y de una vida mejor» y se crearon redes de apoyo entre la población de la zona, que se organizó para esconderlos, darles ropa seca, descanso, comida y ponerles en camino hacia su destino. Ganó la humanidad, en unos años en que no era raro el día en que aparecían los cuerpos desmañados en las rocas o las orillas de las hermosas playas del litoral gaditano.

Chamizo cree que todo cambió cuando los sucesos de El Ejido. En esa revuelta xenófoba sitúa el exdefensor el inicio del rechazo al inmigrante. «Olvidamos que nosotros también lo fuimos, y ahora, cuando miles de españoles tienen que volver a marcharse en busca de trabajo, es hora de recuperar esa solidaridad». Y añade: «No nos hemos portado bien como país, ni como continente, en España y en Europa sólo nos hemos ocupado de legislar para que no vengan».

Abdul lo tiene claro: «Hay que trabajar para desarrollar las zonas de procedencia, como única manera de evitar la inmigración». Tirado es más drástico: «La gente no puede cruzar, pero las empresas sí. Esta crisis provocada por el capitalismo financiero ataca a los sectores más débiles».